Patinazo de Sánchez: la diferencia entre visitar Israel y dar un mitin en Fuenlabrada

La verdad es que no es capaz de comportarse como un presidente del Gobierno ni dentro, ni fuera de España. Y que, por ese motivo, no es aceptado en la mesa de los mayores.

La supuesta capacidad de liderazgo interplanetario que versan los trovadores del oficialismo sanchista nunca se ha correspondido con la realidad. Existe una sutil distinción entre saber hablar en inglés y que los demás líderes reconozcan tu autoridad moral y tengan ganas de escucharte.

Desde el principio, despertó recelos en las principales cancillerías occidentales por la propia composición de su Gobierno. Nadie puede sorprenderse de ello: hay mejores tarjetas de presentación que la presencia de comunistas en el consejo de ministros de tu país.

Después, mostró su falta de pericia en política exterior al desequilibrar la posición histórica de España en el ámbito de la tensión que mantienen Argelia y Marruecos.

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Luego, confirmó su debilidad al admitir públicamente que su teléfono y el de otros miembros del ejecutivo estuvieron a tiro del espionaje extranjero durante nada menos que 14 meses.

Y, a continuación, ratificó la medida de su talla internacional al convocar elecciones generales en pleno turno español de la presidencia de la UE. Dijeron a todos que nunca pasaría, pero fue lo que ocurrió. En el escenario de la política exterior, por muy tremendos que se monten los saraos, hacen poca gracia las sorpresas y no se celebran mucho "los cambios de opinión".

Sobre todo ahora, mientras la Unión Europea atraviesa una turbulencia trascendental. El semestre yermo que deja Sánchez en el continente conlleva una pérdida irreparable de su fiabilidad personal, pero también un serio deterioro en el prestigio de nuestro país.

El semestre yermo que deja Sánchez en el continente conlleva una pérdida irreparable de su fiabilidad personal

La visita que ha provocado esta crisis se celebró, precisamente, en el marco rotatorio de la presidencia europea. Por lo tanto, la función de Sánchez no consistía en representar a nuestro país, sino a toda la UE.

Desgraciadamente, no ha representado los intereses de los españoles y tampoco los del resto de europeos. El presidente del Gobierno ha perjudicado a España y a Europa comportándose en Israel como si estuviese en un mitin en Fuenlabrada.

Ha debilitado a España porque en sus declaraciones, dentro de la contienda nacional, puede hasta ser medio tolerable que un líder vaya más allá de lo que debe en un asunto tan delicado. Pero cuando un presidente está fuera, nada menos que en oriente medio, es imprescindible que extreme la prudencia. La diplomacia de megáfono es incompatible con la responsabilidad política que se le debe exigir a cualquier Gobierno.

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Nuestro país reúne todas las condiciones necesarias para desplegar no una diplomacia de megáfono, sino una diplomacia efectiva que sitúe a nuestra nación entre los mediadores y facilitadores, es decir, como parte de la solución a los distintos problemas en Iberoamérica, en el norte africano y también en Oriente Medio. Sin embargo, eso requiere una destreza y una discreción que no puede ofrecer este Gobierno.

Sánchez ha debilitado a la UE porque la posición de socios tan relevantes como Francia y Alemania, por citar solo dos, está muy lejos de la que él ha expresado en Israel siendo representante de todo el continente. Este es el tipo de patinazos que explican por qué luego no forma parte de la mesa real de las decisiones. Ni le convocan.

Adicionalmente, también ha adelantado el reconocimiento español unilateral de Palestina si este no se produce en el marco de la UE, quebrando el principio de unidad en política exterior que debe respetar y fomentar cualquier líder verdaderamente europeísta, aunque solo sea por una lealtad elemental.

También ha adelantado el reconocimiento español unilateral de Palestina si este no se produce en el marco de la UE

Este es un error grave que fortalece a Netanyahu. El actual primer ministro israelí, ya discutido antes del 7 de octubre, muy golpeado en su credibilidad desde la masacre terrorista, acaba de recibir un regalo que no mejorará la situación del conflicto, pero sí podrá traer problemas y sufrimientos adicionales.

La ofensa que deja esta visita a Israel da carrete al discurso agresivo de Netanyahu, también a su deseo de perpetuarse en el poder, explotando el sentimiento de indefensión que siente buena parte de la población ante la amenaza existencial que supone el terrorismo.

Tiene el discurso hecho. El relato va a salirle solo porque puede desarrollarse con los materiales de lo que es cierto. Lo cierto es que España tiene (al menos) a dos ministros favorables a Hamás en el Gobierno. Y lo cierto es que la rueda de prensa de Sánchez se celebró ayer en el lugar de liberación de los rehenes, sin que él haya movido un dedo por sacarles del secuestro. Cuesta guionizar una impostura mayor. Y cuesta imaginar ingredientes más potentes para que broten el repudio y el descrédito.

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Este error fortalece a Hamás. Nada beneficia más los terroristas que el relativismo moral de las naciones democráticas. Estos integristas quieren borrar a Israel de la faz de la Tierra, están empleando a su población como carne de cañón, y utilizan los hospitales y las escuelas como puntos neurálgicos de su infraestructura asesina. Todo lo que no sea derrotarles del todo será una labor ética y materialmente incompleta.

Hablar de la solución de los "dos estados" sin exigir antes que exista "cero terrorismo" puede quedar cuqui en las redes sociales, pero no sirve para restarle ni una bala a la pesadilla.

Obviar que Israel, como Ucrania, está a este lado de la frontera del modelo democrático, que el fundamentalismo pretende destruir la razón para imponer el dogmatismo, es armar moralmente a los integristas.

Obviar que Israel, como Ucrania, está a este lado de la frontera del modelo democrático, es armar moralmente a los integristas

Es mucho más fácil, claro, ponerse el "palestino" al cuello. Emplear la causa de la igualdad como una arma arrojadiza dentro de tu país y callar antes las violaciones a las civiles israelíes, o ante la salvaje opresión de las mujeres árabes.

En esas contradicciones, en este peligroso exhibicionismo de una falsa superioridad moral, es en lo que está la izquierda woke que, paradójicamente, actúa como altavoz de la propaganda del fundamentalismo.

Eso está claro. La incógnita, el auténtico misterio, está en quién demonios pudo pensar que una declaración como esta podría ser buena idea. Lo mismo la cosa va por ahí: la mayoría de los españoles está en contra de la amnistía, la mayoría de la izquierda se pone del lado de Palestina. Cortina de humo.