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Tres elecciones en 50 días: claves y escenarios principales
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Tres elecciones en 50 días: claves y escenarios principales

Pronto veremos los primeros números demoscópicos y vendrán los giros y los rizos de guion. La derecha española haría bien en librarse de la ansiedad y asumir que la batalla será larga

Foto: Una mesa electoral en las autonómicas de Galicia. (Europa Press/César Arxina)
Una mesa electoral en las autonómicas de Galicia. (Europa Press/César Arxina)
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Los ciudadanos vascos están preocupados por el estado de su sanidad. Los catalanes asustados por la llegada de la sequía. Y los europeos nos sabemos amenazados por la guerra de Ucrania. Vienen tres elecciones consecutivas. En las primeras apenas se hablará de sanidad, en las segundas la sequía no se mencionará, y las terceras servirán para enfrentarnos a nosotros mismos, para polarizar. Así terminaremos un curso político sin producción política tangible, y llegaremos, como mínimo, hasta otoño, sin que el ejecutivo pueda gestionar y sin que el legislativo pueda legislar.

Antes, habrá urnas en Euskadi, dentro de nada. Hacia ellas, hacia la derrota, se encamina la generación que dirige el PNV con la cínica mansedumbre que explica su trayectoria general: saben que están perdiendo, no tienen demasiadas ganas de luchar, y se conforman con mantener el poder como previsiblemente sucederá.

No falta demasiado para que esos dirigentes se jubilen. De manera que van a tener tiempo para reflexionar sobre el volumen de su fracaso y sobre la magnitud de su irresponsabilidad histórica, no ya frente a España, ni siquiera ante Euskadi, sino respecto a las propias siglas, que son su única prioridad.

El cuerpo de Sabino Arina tiene que estar dando botes en la tumba: la dirigencia peneuvista se acerca a los comicios con un candidato que es un pan sin sal, un partido rebosante de tripa, un programa sin novedad, cero margen de autonomía política a escala de Estado, y un papel de comparsa en lo social porque la hegemonía cultural ya es propiedad exclusiva de Bildu.

Foto: Banderas españolas y de la Unión Europea. (Europa Press / Diego Radamés)

Esa es la oferta del partido gobernante después de haber relevado a Urkullu de una forma abrupta. Eso sí, seguirán cuatro años más, quizá los últimos. Nadie sabe qué orden de partidos ofrecerá el recuento electoral, quién será primero, segundo, tercero y cuarto. Pero todos sabemos que el PNV gobernará.

¿Habrá sorpasso dentro del nacionalismo vasco en las urnas? Es el escenario más probable. Bildu se muestra hoy como una organización mucho más parecida a los verdes alemanes sin haber dejado de ser albacea del terrorismo, y ese es un éxito incontestable que debe desagradar y que no se puede menospreciar. En estos momentos, no existe allí otra maquinaria política y electoral que se les pueda comparar y durante las próximas semanas lo van a demostrar con toda seguridad.

Foto: El candidato de EH Bildu a 'lehendakari', Pello Otxandiano. (Europa Press)

La campaña vasca se solapará con la precampaña catalana. Y en Madrid lo mezclaremos todo porque nos gusta creer que las fronteras de España están marcadas por la M30. Pero en esos territorios el nacionalismo se esforzará por mantener estancos los compartimentos. De entre los actores principales, solo al PP le conviene nacionalizar las cosas.

Hace solo un mes, era Illa quien reunía las mayores opciones de ser el más votado en las autonómicas catalanas y podía apostarse a que fuese President asumiendo un riesgo manejable. Las cosas, sin embargo, han cambiado.

Solo un ingenuo o un desaprensivo puede atreverse a decir que los de ERC nacieron para trabajar por el sanchismo. No existe en toda nuestra historia un partido con un currículo de traiciones más constantes que los republicanos. Por traicionar, traicionaron a la II República reuniéndose con Mussolini. Pensar que la convocatoria electoral no tiene ninguna relación con el pringue del candidato socialista en el escándalo de las mascarillas es intelectualmente inaceptable. Irán a por él, como lo harán también los demás.

A su vez, el timo del nacionalismo a Sánchez con la amnistía (nunca sacrificó tanto antes un presidente tan públicamente burlado) ha actuado como un acelerador de los acontecimientos. Es evidente que Aragonés también ha llamado a urnas porque le tiene miedo a Puigdemont (es el temor de los acomplejados). Pero también es obvio que en Waterloo habita el mayor disruptor de Cataluña y el resto de España.

Foto: El expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante un acto político en Francia. (Europa Press/Glòria Sánchez)

De Puigdemont el imprevisible sabemos tres cosas. Primera: es una agente del caos. Segunda: es un delincuente. Y tercera: no sabemos si es molt honorable, pero desde luego sí que es un cobarde. Puede plantarse en la Diagonal y poner patas arriba la campaña (como se está especulando), sí, pero para eso hace falta ser un poquito menos cagón.

Pronto veremos los primeros números demoscópicos y vendrán los giros y los rizos de guion. Mientras tanto, a la espera de que podamos hacer pronósticos sensatos, cabe tener en mente dos constantes. Por un lado, ningún resultado será beneficioso para Sánchez. Y, por el otro, la posibilidad de que se repitan las elecciones catalanas merece ser tenida en cuenta.

Es más, considero que hay más opciones de repetición de urnas catalanas que de adelanto de elecciones generales a este otoño, salvo que la nube del escándalo erguida sobre Moncloa desate una tempestad incontenible. Pero muy incontenible tendrá que ser para que Sánchez adelante esa convocatoria con los números que va a tener sobre la mesa.

Foto: Puigdemont con Boye en una rueda de prensa. (Reuters/Yara Nardi)

La derecha española haría bien en librarse de la ansiedad y en asumir que la batalla será larga. Armarse y armar al electorado de paciencia y determinación puede ser más útil que generar una permanente dinámica de expectativas inmediatas y posteriores frustraciones.

Soñar con la bala de plata puede ser estimulante, pero quizá sea menos infantil y más productivo tratar al votante como un ser adulto en un escenario de degradación. Y más todavía cuando el Senado ofrece la plataforma idónea para ir torturando al entorno de Sánchez con la constancia del gota a gota.

Las probabilidades de que las elecciones europeas reflejen una distancia de dos dígitos entre el PP y el PSOE han aumentado ahora que la yincana electoral está plantada en el calendario.

Es curiosa la mueca del destino. Sánchez salvó el poder después de perder en todos sitios gracias al País Vasco y a Cataluña, ahora puede invertirse la dinámica. El PSOE puede tener números decentes en el primer acto y en el segundo para salir del último con las tripas colgando de las manos. Ya se verá. Pero va para largo.

Los ciudadanos vascos están preocupados por el estado de su sanidad. Los catalanes asustados por la llegada de la sequía. Y los europeos nos sabemos amenazados por la guerra de Ucrania. Vienen tres elecciones consecutivas. En las primeras apenas se hablará de sanidad, en las segundas la sequía no se mencionará, y las terceras servirán para enfrentarnos a nosotros mismos, para polarizar. Así terminaremos un curso político sin producción política tangible, y llegaremos, como mínimo, hasta otoño, sin que el ejecutivo pueda gestionar y sin que el legislativo pueda legislar.

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