Crónicas desde el frente viral
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Elecciones francesas: Macron, final de temporada
Si se cumplen los pronósticos, el último capítulo de la serie termina con la designación de un gobierno débil
El presidente de la República Francesa convocó las elecciones legislativas en la misma noche de las urnas europeas, el 9 de junio. La primera vuelta se celebrará el 30 y la segunda el 7 de julio. Al tomar la decisión, disponía de un mes para generar un estado de shock en el país. Y en los primeros diez días, el shock se adueñó del interior del macronismo.
Entre sus filas la sensación de estupefacción fue general. Nadie entendió el movimiento. Cada uno empezó a preocuparse por lo suyo. Y muchos comenzaron a pensar que el reinado se adentraba ya, sin remedio, en la fase declinante. La desmoralización fue general.
Las organizaciones cesaristas funcionan así. El conjunto no importa al lado del líder. Los cuadros y los soldados son del todo prescindibles, sustituibles. Por eso, quienes están dentro suelen ser víctimas de una ilusión y, con frecuencia, terminan siendo los últimos en comprender las fuerzas que dirigen los acontecimientos.
La convocatoria de legislativas puede parecer una jugada de carácter ofensivo. No lo es. Responde a diseño defensivo. Macron está dispuesto a sacrificar el Gobierno a cambio de proteger la renovación moderada de la presidencia de la República.
Está aplicando una estrategia coherente con toda su trayectoria: “el caos o yo”. Ese es el dilema que siempre ha planteado. La diferencia está en que el caos puede ser mayor dentro de unas pocas semanas, la semejanza en que el provocador del caos podrá seguir ofreciéndose como único elemento estabilizador entre los dos extremos.
El escenario de una Francia ingobernable está sobre la mesa: es negativo para el interés del país y puede ser positivo para los eventuales intereses de Macron en 2027.
Como es lógico, la mencionada disposición a sacrificar el Gobierno no implica dar la batalla por perdida, primero porque Francia es una nación partida en tres bloques ideológicos de tamaño parecido. Y, segundo, porque no todas las derrotas son iguales: cuanto mejor sea el resultado de los macronistas más difícil será gobernar el país.
El diario Le Figaro publicaba ayer un sondeo con una pregunta que refleja esa triple partición. "¿Qué Gobierno sería más peligroso?" Le Penistas 34%, Frente Popular 33%, los dos por igual 31%. Hay, por lo tanto, margen de mejora frente a los polos. Prueba de ello: el macronismo ha pasado del 18% al 22% en los últimos días en el sondeo de ese mismo medio.
Con una participación del 65% y por debajo del 20% en votos, se dispararían las opciones de que el macronismo quede barrido en muchas de las circunscripciones ya en la primera vuelta. Por lo tanto, en el “bloque central”, parecen haber disminuido las opciones de colapso inmediato.
Todo el esfuerzo de los macronistas está centrado en fijar el siguiente mensaje en la opinión pública: "Esta no es una competición a dos, sino a tres". Se han empleado a fondo tirando de toda la potencia en medios.
La impresión que quieren clavar no se sostiene fácilmente sobre los números —están 7 puntos por debajo del Frente Popular y 11 de la extrema derecha—. Para eso, justamente para eso están las campañas electorales, para generar estados de ánimo, profecías emocionales que llaman al autocumplimiento y destruyen las estimaciones previas.
La primera decisión que se toma en un comité de campaña es la designación del adversario real. En este caso, está claro, es el lepenismo.
Y la segunda es la elección del adversario de referencia, —el tipo al que vas a agredir para doblegar al verdadero rival—, en estas elecciones, es Melenchon. El viejo dirigente de la Francia Insumisa es un agente de desmovilización dentro de la izquierda y de movilización fuera de ella. El 71% de los franceses considera que supone una desventaja para el bloque del Frente Popular.
Melenchon, dogmático y personalista como es, turbio y maniobrero en su proceder, no está dispuesto a asumir que muchos, muchísimos progresistas le ven como activo tóxico. Y los de Macron le han puesto en el punto de mira.
Tiene sentido ir a por él. En el Frente Popular habitan todo tipo de familias ideológicas. De manera que la izquierda francesa es menos compacta que la derecha. Por consiguiente, en una hipotética segunda vuelta, hasta un tercio de los votantes socialistas y verdes podrían ser propensos a respaldar al bloque central. Ese es el público objetivo
Sobre la pizarra, casi todas las estrategias electorales pueden parecer sensatas a primera vista: esta va de dividir el voto de la izquierda. La cuestión —y parte de lo bonito del juego— está en que no basta con acertar al planificar. De hecho, el cementerio de las elecciones está lleno de grandes planes que fracasaron porque no había nada debajo.
Ahora es cuando se verá si el macronismo tiene o no tiene músculo. Por el momento, parece que sufre una crisis de credibilidad en su líder, una desmotivación entre los cuadros y que además carece de tejido orgánico implantado en el territorio.
El bloque central afronta esta lucha con las dos manos vendadas, así que no se puede descartar que termine perdiendo más de la mitad de los escaños, ni siquiera que termine por debajo del centenar sobre un total de 577.
Sucede, sin embargo, que en los combates es a veces el enemigo quien te resucita cometiendo errores. No los esperen de la extrema derecha. Por el camino en que van las cosas superarán el 30% en la primera vuelta. Ganarán. Otra cosa es lo que ocurra en la izquierda. El Frente Popular es una bolsa llena de cangrejos.
La victoria en la segunda vuelta de Bardella —el delfín de Le Pen— sigue siendo el escenario más probable. Lejos por el momento, eso sí, de la mayoría absoluta a la que aspira.
Si se cumplen los pronósticos, el último capítulo de la serie termina con la designación de un Gobierno débil y provisional que, por cierto, no podría disolverse en un año. Más tarde comienza la nueva temporada, entre el bloqueo y el caos gubernamental, con un guion que, quizá, no castigue del todo a Macron.
El presidente de la República Francesa convocó las elecciones legislativas en la misma noche de las urnas europeas, el 9 de junio. La primera vuelta se celebrará el 30 y la segunda el 7 de julio. Al tomar la decisión, disponía de un mes para generar un estado de shock en el país. Y en los primeros diez días, el shock se adueñó del interior del macronismo.