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Cinco medidas urgentes antes del confinamiento (y después de una fiesta)
¿Qué hacían varios ministros, el alcalde de Madrid y parte de la oposición cenando bacalao al pil pil y bebiendo Chardonnay al día siguiente de decretar el nuevo estado de alarma?
Como estamos en segundo de pandemia, ya sabemos que mantener la distancia, llevar siempre la mascarilla y restringir la movilidad es imprescindible para evitar una mayor dispersión del virus. Cuando, como ahora, con esto no basta para frenar el aumento vertiginoso de contagios por covid-19 y el riesgo del colapso sanitario se acerca, las restricciones aumentan. Pero si lo importante es reducir la movilidad innecesaria y los encuentros con familiares y amigos para no esparcir el virus, como insisten con razón las autoridades, ¿qué hacían varios ministros, el alcalde de Madrid y buena parte de la oposición cenando bacalao al pil pil y bebiendo Chardonnay en el Casino de Madrid al día siguiente de decretar el nuevo estado de alarma?
De todas las medidas que podrían tomarse de inmediato para evitar volver a encerrar el país en un confinamiento que desahogue las Urgencias hospitalarias, seguramente la más urgente sea la coherencia. Porque si para salvar vidas hay que reducir al máximo la vida social, no puede ser que el ministro de Sanidad asista a una fiesta con casi un centenar de personas, apenas 24 horas después de declarar un toque de queda. La organizó el diario 'El Español' cumpliendo, eso sí, toda la normativa vigente de aforo y horarios. Lejos de arreglar el problema, esto lo que hace es enmarcarlo con 'photocall' incluido. Porque esta celebración multitudinaria, como tantas otras que se habrán seguido celebrando, pone el foco en lo mal que se entienden la arbitrariedad de algunas prohibiciones y algunas autorizaciones, así como la falta de conciencia de la gravedad de la pandemia y lo confusas que están las prioridades incluso entre quienes las dictan.
El lío ha llevado a Moncloa a replantearse la participación del Gobierno en este tipo de actos públicos. Quienes piden a la población que se quede en casa no se pueden ir de cena todos juntos y luego sorprenderse de la estupefacción generada. Esa responsabilidad individual a la que continuamente apelan los políticos para pedirnos que reduzcamos la vida social no les está funcionando ni a ellos. Tal vez, de paso, se replanteen también si tiene sentido que estos actos multitudinarios sigan existiendo mientras haya riesgo de colapso sanitario. Muchas otras organizaciones revisaban a raíz de esta polémica su propio calendario de eventos y de paso daban orden de no compartir ninguna foto de sus eventos en los que salgan asistentes sin mascarilla.
Antes de seguir amontonando prohibiciones, sin embargo, hay otras medidas urgentes que tal vez podrían implantarse. Como el teletrabajo obligatorio, por ejemplo, para aquellas personas cuya movilidad no sea necesaria durante el estado de alarma. Tampoco esto es fácil. En la implantación del empleo a distancia, sigue habiendo mucho desconcierto normativo que no ha arreglado la nueva ley de teletrabajo, que deja fuera precisamente las situaciones derivadas del covid-19. Hasta que las autoridades no insistan en su necesidad, muchas empresas no se dan por aludidas. En Cataluña, donde la Generalitat quiere implantar el teletrabajo de manera obligatoria, aún no está claro si es una obligación o una recomendación. El consejero de Trabajo, Chakir El Homrani, anunció en Rac1 este martes que podría haber sanción para la empresa que pudiendo permitir el trabajo desde casa no lo haga. Poco después, la portavoz del Govern, Meritxell Budó, corrigió a su consejero y aclaró que se trata de una “prioridad”, pero no obligación. Vuelve a faltar coherencia.
Las normas tienen que entenderse, saber por qué las tenemos que cumplir y aclarar en qué umbral de riesgo dejarán de ser necesarias ciertas prohibiciones. Urgen, por tanto, mejores explicaciones de los porqués y mayor transparencia en los datos de lo que funciona y lo que no. Ya que en cada comunidad se están tomando medidas diferentes, un comité independiente podría evaluar en tiempo real las que mejor funcionan. Tal vez así las prohibiciones y recomendaciones no se contradigan entre sí y no cunda la sensación de que ambas se amontonan sin sentido. Hasta entonces, igual que pasaba en aquella fiesta del Casino, todo el mundo seguirá quedando tan tranquilo a cenar, sentados a mesas de seis y sin mascarilla, a criticar lo mal que lo hace el resto.
De hecho, entre las medidas que no terminan de estar muy claras, ni bien explicadas, está la restricción del número de personas que pueden juntarse en el ámbito privado. Seis es el máximo que se autoriza en la mayoría de comunidades. Sin embargo, en otros países donde está vigente esta norma, se ha insistido con más coherencia en que ha de ser una burbuja social, y se hace mucho hincapié en que esas seis personas sean siempre las mismas. Es decir, la idea es verse siempre con el mismo grupo de amigos o familiares cercanos. No socializar con cinco grupos diferentes cada semana. De ese modo, cada persona tiene un grupo reducido de personas cercanas no convivientes con las que poder verse. El siguiente nivel de restricción, en el que ya ha entrado Navarra, es en el que directamente se restringen los encuentros con personas no convivientes en domicilios, sean familiares o no. En Reino Unido, donde hace dos semanas que está vigente una medida similar, está prohibido reunirse con personas no convivientes en cualquier lugar cerrado, también en restaurantes.
Fomentar los encuentros al aire libre es un incentivo para estimular una vida social que casa con los hallazgos científicos, que aseguran que así se reduce 20 veces el riesgo de contagio. En esta línea, el Ayuntamiento de Madrid acaba de sacar adelante por unanimidad, y a propuesta de la oposición, un paquete de medidas para dedicar espacios públicos al aire libre a funciones culturales o escolares, promover el uso de los parques, peatonalizar más calles y ampliar terrazas, así como ceder a los comercios espacio de la acera frente a su escaparate. Son el tipo de medidas que, bien explicadas, pueden ayudar a combatir la frustración de que las autoridades, ni las políticas ni las sanitarias, sepan aún cómo frenar este virus. Sirva también el aire libre como alternativa para los próximos eventos multitudinarios mientras el riesgo sea alto, aunque con los abrigos el 'photocall' quede menos lucido.
Como estamos en segundo de pandemia, ya sabemos que mantener la distancia, llevar siempre la mascarilla y restringir la movilidad es imprescindible para evitar una mayor dispersión del virus. Cuando, como ahora, con esto no basta para frenar el aumento vertiginoso de contagios por covid-19 y el riesgo del colapso sanitario se acerca, las restricciones aumentan. Pero si lo importante es reducir la movilidad innecesaria y los encuentros con familiares y amigos para no esparcir el virus, como insisten con razón las autoridades, ¿qué hacían varios ministros, el alcalde de Madrid y buena parte de la oposición cenando bacalao al pil pil y bebiendo Chardonnay en el Casino de Madrid al día siguiente de decretar el nuevo estado de alarma?