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¿Qué es lo primero que vas a hacer cuando te pongas la vacuna?
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Marta García Aller

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Ilustración: Irene de Pablo

¿Qué es lo primero que vas a hacer cuando te pongas la vacuna?

A la lista de cosas que tenemos en mente para cuando nos pongan la vacuna, habrá que añadir, lo primero de todo, la paciencia

Foto:  Ilustración: Irene de Pablo.
Ilustración: Irene de Pablo.

Abrazar a mi madre; jugar al dominó con mi abuelo; ir a un bar lleno de gente; ir a todos los conciertos; conocer a mi nieto; hacer fiestas en casa; besar a todo el mundo; tirarme a un desconocido (mejor a unos cuantos desconocidos); casarme; contratar una canguro y pasar más de ocho horas lejos de mi hijo; no parar de viajar; ir a ver un partido en un estadio lleno de gente; ir a bailar y sudar mucho; estornudar delante de un extraño…

Todas ellas son respuestas reales a qué es lo primero que planean hacer en cuanto se pongan la vacuna para el covid-19. Recibió miles de ideas como estas el escritor Anan Giridharadas cuando lanzó esta pregunta en un tuit. La respuesta más sensata, también la más aguafiestas, es la que recordaba que el día que a uno le ponen la vacuna la idea no es irse corriendo por ahí a restregarse con extraños en tugurios sin mascarilla, como si el coronavirus hubiera desaparecido.

Los efectos en el organismo de las vacunas, a diferencia de lo que pasa con el valor bursátil de las farmacéuticas cuando las anuncian, no son inmediatos. Como pasa al ponernos otras vacunas como la de la gripe, es probable que para protegerse del covid-19 toque esperar también un par de semanas o tres a que haga efecto, que es habitualmente el tiempo que tarda la seroconversión en producir los anticuerpos necesarios. Y, si todo fuera bien, a medida que más gente se vaya vacunando, se podrán ir relajando medidas sanitarias de prevención de contagio.

Cuando lleguen las vacunas de eficacia debidamente probada, es probable que todavía necesitemos mascarillas para rato, sobre todo en interiores. Salir a chuparse no parece razonable en este contexto. Igual que tampoco al recibir la antitetánica nos restregamos con hierros oxidados a ver si funciona, las precauciones para evitar el contagio del covid-19 tocará mantenerlas con mayor o menor intensidad en función de cómo vaya bajando la curva epidemiológica. Porque para que las vacunas frenen una pandemia, no hay que entenderlas como un acto individual, sino colectivo.

Grandes diferencias entre la vacuna de Pfizer y la de Moderna

Así que a la lista de cosas que tenemos en mente para cuando nos pongan la vacuna, habrá que añadir, lo primero de todo, la paciencia. No solo porque sea imprescindible tomarse con cautela los anuncios más optimistas de las farmacéuticas (y los gobiernos). Hasta que en los próximos días se publiquen los resultados científicos y conozcamos los detalles, Pfizer y Moderna solo han proporcionado aún comunicados de prensa sin contrastar. Habrá también que resolver los enormes desafíos de producción, distribución y administración del fármaco a cientos de millones de personas en la campaña de vacunación más ambiciosa que jamás se haya hecho. Por eso, hará falta ir administrando importantes dosis de paciencia, porque la vacuna del covid-19, cuando llegue, no reseteará el mundo pandémico de un día para otro, ni las medidas de precaución para frenar el coronavirus en espacios cerrados desaparecerán de forma drástica.

De momento, las anunciadas por Pfizer y Moderna están en proceso de validación, pero hay margen para el optimismo (otras vacunas avanzadas, como las de Oxford y AstraZeneca, aún no han publicado resultados). Las tasas de eficacia presentadas son muy prometedoras en los resultados preliminares (más del 90%). Sin embargo, esta eficacia que están anunciando las farmacéuticas a sus vacunas —falta que sea validada por las autoridades científicas— está probada únicamente en el contexto actual. Es decir, en un mundo en que la gente lleva mascarilla, gel hidroalcohólico a mano y mantiene distancia social. Eso no cuestiona su seguridad, claro. Si una vacuna llega a disposición de la gente, es porque es segura. Otra cosa es cómo de eficaz para frenar los contagios resulte finalmente. Precipitarse en la comunicación de altísimas tasas podría llevar a posteriores decepciones si esa cifra bajara, aunque incluso con cotas menores de eficacia, una vacuna seguiría siendo de lejos la mejor alternativa.

Foto: Foto: Reuters. Opinión

No es la velocidad del desarrollo de una vacuna lo que debe inspirar una mayor o menor confianza, sino el número de personas en que se haya probado. Y si medimos las vacunas para el covid-19 que se han ido anunciando en función del número de personas involucradas en las pruebas y los recursos invertidos en el proceso, lo que previsiblemente llegará al mercado en los próximos meses podría tener una seguridad más contrastada que otras muchas vacunas a las que ya nos habíamos acostumbrado. Sin embargo, las prisas sí pueden estar generando recelos. Según una reciente encuesta de 40dB de 'El País', solo el 24% de los españoles se vacunaría lo antes posible contra el covid-19 y el 36,9% optaría por esperar un tiempo antes de hacerlo.

Aunque los virólogos coinciden en que las prisas en el desarrollo no están poniendo en riesgo la seguridad de los fármacos, otra es que las prisas en anunciar su llegada, antes de tener toda la información científica disponible, no pongan en peligro la vacunación. Porque no son las vacunas las que salvan vidas, sino la gente vacunada. Lo explica Heidi Larson en su libro 'Stuck', que debería ser de lectura imprescindible para cualquier responsable político que tenga que planificar una campaña de vacunación. En él, analiza cómo empiezan los rumores sobre las vacunas y la desconfianza hacia ellas. Larson es antropóloga y lleva décadas estudiando por qué hay gente que no quiere vacunarse. Trabaja en un proyecto de la ONU que combate la desinformación sobre posibles vacunas para el covid-19. Cuando la gente está expuesta a bulos, decrece su interés en vacunarse. Y las prisas por anunciar avances antes de poder ofrecer la seguridad de todos los datos, mientras las compañías se disparan en bolsa, podrían favorecer la propagación de más bulos hasta que llegue toda la información.

Foto: Foto: Reuters.

El consejo de Larson es evitar a toda costa demonizar o ridiculizar a la gente que desconfía de la vacunación, entender sus dudas y ofrecerles la información más transparente y clara posible. Comunicar los pros y los contras de los avances científicos es importante, así como obviar que hay intereses económicos y geopolíticos en el desarrollo de vacunas puede alimentar recelos. Porque los antivacunas que se oponen a las evidencias científicas son una minoría. La mayor parte de la gente que duda, simplemente, necesita que le reafirmen con información clara y contrastada. Eso no solo pasa por frenar bulos, también por evitar falsas promesas y ajustar las expectativas de la población en lo que se puede y no esperar de una futura vacuna. En 2019, antes de la pandemia, la OMS calificó la vacilación ante las vacunas como uno de los 10 principales riesgos para la salud mundial. En 2021, podría convertirse en el segundo, tras el propio covid-19.

Hay más de 100 vacunas en preparación. Aún no sabemos con certeza cuáles ni cuándo estarán disponibles, ni durante cuánto tiempo serán efectivas. Pero ya nos están preguntando continuamente qué opinamos de ellas y si nos las pondríamos. A lo mejor habría que preguntar más a la gente, en vez de qué piensa de las vacunas, qué opina del covid-19. Personalmente, estoy en contra. Y estas vacunas aún en preparación son la mejor esperanza contra la pandemia. En vez de preguntar a la gente si se va a poner o no una vacuna que ni siquiera existe todavía, podría preguntarse también en estas encuestas sobre vacunación a qué estarías dispuesto a renunciar por no ponértela. ¿Ni bares, ni abrazos ni conciertos?

Foto: Personal médico suministra una vacuna a un paciente. (iStock)
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José Pichel Infografía: Irene de Pablo

Pensar en qué es lo primero que vamos a hacer cuando nos pongan la vacuna, y tengamos suficiente gente con anticuerpos para que salir sea seguro para todos, es también interesante. No alienta falsas certezas sobre plazos ni genera dudas ante un fármaco que no sabemos cuándo llegará. Nos recuerda cuánto deseamos volver a las cosas que van a ser posibles una vez que llegue y a las que tendremos que renunciar mientras dure la pandemia. No solo necesitamos que lleguen cuanto antes las vacunas. También la confianza en ellas. Ciencia y paciencia.

Abrazar a mi madre; jugar al dominó con mi abuelo; ir a un bar lleno de gente; ir a todos los conciertos; conocer a mi nieto; hacer fiestas en casa; besar a todo el mundo; tirarme a un desconocido (mejor a unos cuantos desconocidos); casarme; contratar una canguro y pasar más de ocho horas lejos de mi hijo; no parar de viajar; ir a ver un partido en un estadio lleno de gente; ir a bailar y sudar mucho; estornudar delante de un extraño…

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