Es noticia
¿Borrell a Bruselas? Las claves políticas de un destierro forzado
  1. España
  2. Desde fuera
Isidoro Tapia

Desde fuera

Por

¿Borrell a Bruselas? Las claves políticas de un destierro forzado

¿Por qué insiste el presidente del Gobierno en enviar a su ministro de Exteriores a Bruselas?

Foto: El ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell (d), en Bruselas. (Reuters)
El ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell (d), en Bruselas. (Reuters)

Estos días está teniendo lugar una sorda batalla dentro del Partido Socialista sobre el destino del ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell. De manera cada vez más evidente, el presidente del Gobierno está haciendo todo lo posible para que acepte ser candidato socialista a las elecciones europeas el próximo mes de mayo (han sido ya varias las veces en las que Sánchez ha declarado que “Borrell sería un magnífico candidato”). De forma cada vez menos disimulada, Borrell se está resistiendo. De quién doble el pulso a quién dependen muchas cosas: las posibles coaliciones del futuro Gobierno, o incluso, el nombre del próximo presidente.

¿Por qué quiere Sánchez enviar a Borrell a Bruselas? Cuando las elecciones europeas eran las primeras del próximo ciclo electoral, el argumentario socialista señalaba como fundamental conseguir una victoria que sirviese como trampolín para las elecciones generales. Estaba justificado poner a uno de tus mejores caballos en la carrera de las europeas. Sin embargo, al adelantarse las generales a las europeas, este argumento ha quedado caduco. ¿Por qué insiste Sánchez en enviar a Borrell a Bruselas?

[El dosier antiindependencia que Borrell ha enviado a las embajadas]

Empecemos por enumerar los inconvenientes. La política exterior es de largo recorrido, y ocho meses de mandato son demasiado cortos para implementar ningún cambio de alcance duradero. De hecho, es una constante que se repite en casi todos los Gobiernos que el ministro de Exteriores tenga un mandato relativamente largo en comparación con sus compañeros de gabinete. Los ministerios de Industria, o de Empleo, suelen ser sillas calientes: una crisis puntual puede cobrarse la pieza del titular de la cartera. Los ministerios de Exteriores, en cambio, son habitaciones más templadas, lo que permite a sus titulares desarrollar políticas de más largo alcance.

Existen además razones de fondo que aconsejan mantener al titular de Exteriores en su cargo: el destino final del Brexit está todavía en el aire, y representa uno de esos cisnes negros que pueden convertirse en temporal. Es mucho más aconsejable tener a un ministro de Exteriores experimentado para moverse en estas agitadas aguas que a uno novato o recién aterrizado en el cargo.

La política exterior es de largo recorrido, y ocho meses de mandato son demasiado cortos para implementar ningún cambio de alcance duradero

Coincide además que en el segundo semestre del año se producirá el relevo en varias de las instituciones europeas más importantes: el mandato del presidente del Consejo Europeo, de la Comisión y del Banco Central Europeo vence en los próximos meses. Dada la infrarrepresentación de españoles en puestos de alta responsabilidad, nuestro país podría jugar sus cartas en este reparto. El propio Borrell podría ser un magnífico candidato para algunas de estas instituciones. Para lograrlo, estaría mucho mejor situado con la toga de ministro de Exteriores que siendo un simple eurodiputado raso. Y, en todo caso, cabe hacer el mismo comentario anterior: mucho mejor contar para estas lides (la negociación para el relevo en las instituciones) con un ministro ya rodado que con otro recién aterrizado.

Y hasta podría añadirse un interrogante de política interna: Borrell es uno de los ministros mejora valorados del Gobierno de Sánchez. ¿Por qué prescindir de uno de tus mejores activos a cambio de nada, ahora que el valor estratégico de las elecciones europeas ha perdido relevancia?

placeholder Josep Borrell y Pedro Sánchez. (EFE)
Josep Borrell y Pedro Sánchez. (EFE)

A falta de respuestas concluyentes, aquí van dos hipótesis, a cada cual más perturbadora: una, Borrell es un estorbo para un futuro entendimiento de los socialistas con los partidos independentistas; dos, Borrell es una sombra demasiado alargada para Pedro Sánchez. Pasemos a desarrollar ambas.

Como escribía hace unos días, seguramente el plan A de los socialistas era intentar gobernar con Ciudadanos a partir de las próximas elecciones, un socio menos volcánico que sus actuales compañeros de cama. Descartada esta opción tras el anuncio la semana pasada de Ciudadanos (que fue recibido con evidente desasosiego por los socialistas), solo queda una opción para que Pedro Sánchez continúe en la Moncloa: conseguir reeditar la mayoría de la moción de censura, esto es, el 150+25 del que hablaba Ignacio Varela hace unas semanas (150 sería el número necesario de diputados de la suma de PSOE y Podemos, y 25 los que probablemente conseguirán los independentistas catalanes y nacionalistas vascos). Pero es obvio que el apoyo de unos y otros se venderá mucho más caro que el acuerdo de rebajas que apuntaló la moción de censura. En particular, es previsible que los independentistas catalanes pongan encima de la mesa algunos de los elementos que han hecho saltar la legislatura por los aires, como el famoso “relator” o la negociación sobre el derecho de autodeterminación en una mesa paralela de partidos. Aún más grave: una vez se produzca la sentencia contra los líderes de la revuelta soberanista de 2017, si esta se traduce, como es previsible, en graves condenas a prisión, los independentistas exigirán peticiones de indulto más pronto que tarde. La suerte de los presos independentistas se convertirá, si no lo es ya, en un símbolo irrenunciable para el universo soberanista, una condición 'sine qua non', previa a cualquier negociación política con el Gobierno de Madrid.

[Borrell baraja ir de uno por BCN el 28-A ante su resistencia a liderar la lista europea]

¿Estaría cómodo Borrell en este baile? En absoluto. Pero no se trataría de una simple incomodidad personal. Borrell se convertiría en un polo de discrepancia política dentro del gabinete de Sánchez, una especie de reserva espiritual del “viejo PSOE”, barones territoriales incluidos, de todos aquellos que no pudieron esconder su malestar durante la famosa semana del relator. Borrell sería un dique de contención, en definitiva, un estorbo para que Sánchez pudiese conducir a su gusto la relación con los partidos independentistas.

La segunda hipótesis es, si cabe, todavía más inquietante. Una de las conclusiones que se extraen de la lectura de 'Manual de resistencia', el poema heroico que Pedro Sánchez se ha escrito a sí mismo, aparte del alto concepto que el presidente tiene de sí mismo y que la escritura no es la más luminosa de sus virtudes, son las dificultades de Sánchez para formar equipos. El relato de Sánchez es siempre personalísimo, sus victorias políticas son el resultado de su resiliencia personal. “Puede sonar presuntuoso, pero me doy cuenta de que me crezco en las situaciones difíciles”, dice el presidente. El mérito de sus colaboradores se reduce a animarlo en sus momentos de tribulaciones, como hacían los poetas con los dioses griegos. E incluso a veces no es suficiente. Juanma Serrano, el leal escudero que animaba al coloso herido tras su dimisión, el hombre para todo que organizaba reuniones con militantes para devolverle a Sánchez los bríos que le faltaron durante unos meses, ni siquiera llegó a entrar en la Moncloa. Como un producto de usar y tirar, Sánchez prescindió de él al convertirse en presidente del Gobierno (eso sí, le obsequió con el jugoso destino de la presidencia de Correos, y un sueldo de casi 200.000 euros al año).

Borrell se convertiría en un polo de discrepancia política dentro del gabinete de Sánchez, una especie de reserva espiritual del “viejo PSOE”

No es el único ejemplo: Antonio Hernando, otro portavoz parlamentario, desaparece del relato de Sánchez como aquel pobre chófer de la película 'El sueño eterno', al que los guionistas mataron sin explicar nunca por qué lo hicieron ni quién se había encargado de ello. Por no hablar de Eduardo Madina o de Susana Díaz, a los que Sánchez, tras vencer en las primarias, fue incapaz de integrar en su acción política, desperdiciando el indudable capital humano que ambos atesoraban.

Con Borrell ocurre algo parecido. Resulta llamativo que en la particular realidad sanchista, sea precisamente Borrell (no Calvo, ni la ministra de Justicia Dolores Delgado) el primero en tener que abandonar voluntariamente el barco. Algún malpensado pudiera elucubrar que a Sánchez no solo le molesta la alargada sombra de Borrell en el Consejo de Ministros, sino que además tiene motivos para hacerlo. Si el resultado de las próximas elecciones fuese inconcluyente (hay combinaciones que pueden conducir a un bloqueo político parecido al de 2016), y si Ciudadanos y el PP se mantuviesen en el “no es no” a Sánchez (hay tantos motivos para hacerlo como los había para oponerse a Rajoy), alguien podría concluir que el culpable del bloqueo político, el hombre que ha polarizado la vida política española hasta el límite, es el propio presidente del Gobierno. ¿Por qué no salir del bloqueo proponiendo su sustitución por otro candidato socialista que levante menos ampollas? Alguien a quien pudiese votar Ciudadanos o incluso el Partido Popular, en un gobierno de amplio espectro constitucionalista. ¿Se les ocurre algún dirigente socialista con estas características?

Estos días está teniendo lugar una sorda batalla dentro del Partido Socialista sobre el destino del ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell. De manera cada vez más evidente, el presidente del Gobierno está haciendo todo lo posible para que acepte ser candidato socialista a las elecciones europeas el próximo mes de mayo (han sido ya varias las veces en las que Sánchez ha declarado que “Borrell sería un magnífico candidato”). De forma cada vez menos disimulada, Borrell se está resistiendo. De quién doble el pulso a quién dependen muchas cosas: las posibles coaliciones del futuro Gobierno, o incluso, el nombre del próximo presidente.

Josep Borrell Política exterior Bruselas Pedro Sánchez Moncloa Brexit