Desde fuera
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La inesperada madurez de Iglesias y sus ministros
Los cinco ministros de la órbita de Unidas Podemos han evitado tropiezos de envergadura, pese a mantener (sobre todo, Iglesias y Montero) una intensa actividad en los medios de comunicación
En cualquier Gobierno que echa a andar, es habitual que se acumulen los resbalones en las primeras semanas. Lo más sorprendente del recién estrenado Gobierno de coalición es que todos los tropiezos de los primeros días han venido por el lado socialista, a quienes se presumía más quinquenios de gestión que a los lozanos ministros de Unidas Podemos.
El rocambolesco episodio del ministro Ábalos en el aeropuerto de Barajas (y su interminable cadena de versiones contradictorias), el anuncio de la suspensión de la mesa de diálogo en Cataluña, corregido a las pocas horas, o la dimisión del presidente de Red Eléctrica han emborronado la andadura del nuevo Gobierno en sus primeras semanas. Tropiezos que seguramente acaben sepultados por otros que vendrán después, pero que van llenando de plomo las alas de algunos de los puntales del Gobierno, como el propio Ábalos, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, o la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera.
Mientras tanto, como decía, los cinco ministros de la órbita de Unidas Podemos (Iglesias, Montero, Garzón, Díaz y Castells) han evitado tropiezos de envergadura, pese a mantener (sobre todo, los dos primeros) una intensa actividad en los medios de comunicación.
UP ha entrado en el Gobierno con un rumbo fijo. Saben lo que quieren. Los socialistas, en cambio, se han mareado con tanto cambio de dirección
¿Se trata de una coincidencia sin más o existe otra explicación? Desde mi punto de vista, más allá de lo anecdótico, hay una razón de fondo: Unidas Podemos ha entrado en el Gobierno con un rumbo fijo. Saben lo que quieren. Los socialistas, en cambio, se han mareado con tanto cambio de dirección, y bastante tienen con sostener el volante.
De que los socialistas andan un poco 'sonados' tras el último volantazo del presidente del Gobierno, a raíz de las pasadas elecciones, dejó sobradas muestras la vicepresidenta Calvo en una entrevista escrita el pasado fin de semana. Después de insistir en separar la cuestión catalana de los Presupuestos (una ficción difícil de sostener, incluso desde la candidez más absoluta), los entrevistadores preguntaban a Calvo sobre cuál será la propuesta de los socialistas en la mesa de partidos en Cataluña, uno de los hitos que marcarán los primeros meses de la legislatura (y tal vez el resto de ella). Calvo fue incapaz de dibujar ni un mínimo esbozo de plan, limitándose a responder vaguedades como “tenemos que explorar un cauce inexplorado”, y culpando al PP de todo lo sucedido en Cataluña en los últimos años (nunca la responsabilidad política y la penal estuvieron más lejos que en esta interpretación de lo ocurrido en Cataluña a la que se han sumado ahora los socialistas).
La conclusión es que los socialistas se adentran en la mesa de diálogo en Cataluña sin una mínima reflexión sobre qué buscan conseguir en ella, más allá seguramente de la aprobación de los Presupuestos con los que aguantar al menos dos años (justamente lo que Calvo negaba de entrada, tal vez en un lapsus freudiano).
Los socialistas se adentran en la mesa de diálogo sin una mínima reflexión sobre qué buscan lograr en ella, más allá de la aprobación de los PGE
La única sustancia que dejaba ver la entrevista es la rivalidad creciente entre Calvo y el jefe de Gabinete del presidente, Iván Redondo. Calvo venía a reprochar la repercusión que ha rodeado el reforzamiento de la estructura del equipo de Redondo, contraponiéndolo a su labor, caracterizada, según opinión propia, “por la austeridad y la discreción”.
Calvo, que ha protagonizado los dos gatillazos más sonoros del Gobierno de Sánchez (el relator para la negociación presupuestaria que condujo a las primeras elecciones, y la fallida coalición del mes de julio, que desembocó en las segundas), parece más desdibujada que nunca, en un Gobierno entregado ahora al ritmo frenético y sin miradas atrás de la factoría Redondo. Una huida hacia adelante en la que persistirán los socialistas, al menos hasta que la tensión procedente de los graneros socialistas sea demasiado alta, como amenazan las movilizaciones de agricultores de los últimos días, uno de los factores que, como apuntaba Esteban Hernández el pasado fin de semana, puede cambiar el paso de la legislatura.
No solo no desentonan en el gabinete, sino al contrario: evitan los enredos y sacan adelante sus medidas, mientras los socialistas andan de lío en lío
En cambio, como decía, los ministros de Unidas Podemos parecen haber dejado atrás la crisálida para convertirse definitivamente en adultos. El lunes, en la ceremonia de apertura del Congreso, incluso se permitieron desdoblarse: los diputados de Podemos se abstuvieron de aplaudir la intervención de Felipe VI, mientras los ministros morados guardaban la compostura institucional, aplaudiendo sin fisuras. No fue un ejemplo aislado: desde el nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general a las primeras decisiones del Ejecutivo (como la subida del salario mínimo o la revalorización de las pensiones), los ministros de Podemos están guardando un escrupuloso respeto por el funcionamiento interno del Ejecutivo. No hay coros discordantes ni filtraciones interesadas.
Pareciera que desde Podemos se han conjurado por demostrar equivocadas las voces que advertían sobre su inexperiencia en la gestión. Y de momento lo están consiguiendo con creces. No solo no desentonan en el gabinete, sino al contrario: evitan los enredos y sacan adelante sus medidas, mientras los socialistas andan de lío en lío. Si seguimos a este paso, no va a tardar mucho el vicepresidente Iglesias en poder decir que la presencia de ministros socialistas en el gabinete le quita el sueño por las noches.
La política es una competición de largo recorrido, y quedan todavía muchas vueltas por dar al recinto de la legislatura que acaba de arrancar. Pero, de momento, la sensación que transmiten estos primeros compases es que hay un corredor con un plan para toda la carrera, que está cumpliendo escrupulosamente. Y otro, en cambio, que no para de cambiar de estrategia, de acelerar de golpe y de frenar en seco, hasta el punto de que ha terminado por confundir a su propio equipo.
En cualquier Gobierno que echa a andar, es habitual que se acumulen los resbalones en las primeras semanas. Lo más sorprendente del recién estrenado Gobierno de coalición es que todos los tropiezos de los primeros días han venido por el lado socialista, a quienes se presumía más quinquenios de gestión que a los lozanos ministros de Unidas Podemos.