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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Davos y yo

Decir, asomado a la terraza de mi casa en San Quirico, que no estoy de acuerdo con Davos, puede dar lugar a dos reacciones de mis amigos de este pueblo

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Leo en algún sitio que la libertad reconoce tres cosas:

1. Que todos somos personas.

2. Que somos dueños de nuestros propios actos.

3. Que, en consecuencia, todos tenemos la posibilidad de orientar nuestra propia existencia.

Sigo leyendo. Ahora me voy a la Contra de 'La Vanguardia', donde encuentro una entrevista con Mercedes Segura, profesora de comunicación, con un titular: "Vete fuera, ¡sin miedo!: serás una persona más interesante".

Víctor Amela cierra la entrevista haciendo referencia a un manual que ha escrito esta señora y calificándolo como "útil a ese 53% de jóvenes españoles que cree (y teme) que deberá irse a trabajar fuera en los próximos dos años".

En una emisora me pasan una nota sobre "el misterio portugués", con unas líneas en negrita: "La tasa de paro de Portugal no para de caer y ya se sitúa al nivel precrisis, ocho puntos por debajo de la española".

Foto: El primer ministro de Portugal, António Costa, en la celebración del Día de Portugal. (EFE)

La nota explica las causas:

"La larga tradición de los portugueses a emigrar para mejorar las perspectivas de trabajo —dos de los 10 millones de habitantes viven en el extranjero, la proporción mayor de Europa—".

1. Los sueldos muy bajos.

2. La llegada de multinacionales, sobre todo 'call centers', atraídas por el buen conocimiento de idiomas, la buena formación y los citados sueldos bajos.

3. El 'boom' del turismo.

Leo lo de que todos tenemos la posibilidad de orientar nuestra existencia y aparece la Contra y me dan la nota de Portugal. Como si se hubieran puesto de acuerdo.

Me pasa con mucha frecuencia. Cuando encuentro una noticia, inmediatamente me saltan noticias similares.

Foto: El logo del Foro Económico Mundial aparece reflejado en la puerta del Centro de Congresos del 'resort' de montaña de Davos, el 11 de enero de 2018. (Reuters)

En la radio, hablamos de Davos. La primera pregunta es por qué se reúnen allí, con tanta nieve y con tanto frío, en lugar de irse a Canarias, por ejemplo. Luego me dicen: "¿Quién paga aquello?".

No sé por qué se van a Davos. Sé que, si tuviera que elegir, también elegiría Davos, porque la nieve y el frío me encantan, por supuesto con buena calefacción. Pensaréis que soy un señorito y debe ser verdad, porque esto de la calefacción me ha gustado siempre y no lo puedo achacar a mi avanzada edad.

Las Canarias son una maravilla, pero para la reunión anual de Davos, Davos.

La contestación a quién paga Davos, es facilísima. Los precios de inscripción son muy bonitos y creo que la cuenta de resultados será maja.

El ambiente ha sido optimista, aunque los expertos han señalado lo que sabemos todos, que las empresas tienen un excesivo endeudamiento y una futura subida de intereses hará mucho daño.

Foto: Lo más parecido a una estrella del rock en Davos. (Reuters)

Hay un punto que me ha llamado la atención: que la globalización está en regresión. Me fastidia, porque toda mi campaña en favor de que los chicos jóvenes busquen trabajo por el mundo y no en la acera del pueblo donde viven, porque, normalmente, en esa acera no hay muchas oportunidades de trabajo, mi campaña, repito, se basaba en la globalización, en la 'aldea global', que hacía que los barrios de Cuenca ahora se llamasen Shanghái o Washington y que había que buscar trabajo en esos nuevos barrios. Si en el 'milagro portugués', en cuanto a la tasa de paro, ha tenido mucha importancia el hecho de que los portugueses salgan a trabajar por el mundo, pensaba que la globalización era algo bueno.

Lo pensaba y lo sigo pensando. Decir, asomado a la terraza de mi casa en San Quirico, que no estoy de acuerdo con Davos, puede dar lugar a dos reacciones de mis amigos de este pueblo: a) una gran admiración ("¡qué listo es este tío! ¡sabe más que los de Davos!"); b) un gran desprecio ("pero ¿qué se habrá creído este tontaina?").

Los de Davos dicen que es evidente que la globalización es una tendencia en retroceso. La culpa, de la irrupción de Trump con su 'America first' y de la consolidación de las corrientes populistas y nacionalistas en muchos países del mundo. O sea, lo que podríamos llamar la 'pueblerinización' del mundo.

Ya sé que en Europa hay populistas y nacionalistas. En España, también. Pero sigo pensando que no es el camino, y que no son 'los signos de los tiempos'

A mí me parece que, concretamente, Trump y el Brexit son dos sucesos que fortalecen a la Unión Europea y que hacen que se siga avanzando hacia los Estados Unidos de Europa. Ya sé que en Europa hay populistas y nacionalistas. En España, también. Pero sigo pensando que ese no es el camino, y que esos no son 'los signos de los tiempos'.

Davos y yo (ja) decimos que ha llegado el nuevo orden digital y que hace falta formar a la gente, tanto dentro del sistema educativo general como en programas de formación interna en las empresas. Y creo que Davos y yo estamos de acuerdo en que eso no pasa en un par de pueblos, sino que es un fenómeno global. Cuando decimos eso de ¡cómo ha cambiado todo!, estamos hablando de todo, no de lo que pasa en los barrios de Cuenca a los que me refería antes.

Hay otro tipo de formación que hace falta: la formación 'por dentro'. Me refiero a que solo un 24% de los chicos jóvenes españoles ve interesante probar fortuna lejos de casa. Muchos chavales todavía lo consideran como un último recurso, una emigración como la de los años cuarenta, con su maleta de cartón, su boina y, en los labios, un cigarrillo a medio quemar. Y sin idiomas, claro.

Hace falta formar a la gente, tanto dentro del sistema educativo general como en programas de formación interna en las empresas

Pero hay otra formación por dentro, más importante. Voy de Contra en Contra en 'La Vanguardia' y me encuentro con Ségolène Royal, exministra de Ecología, "francesa y europeísta". "Arrebató las banderas del esfuerzo, el talento y el sentido común a la derecha francesa".

Ahí patina la señora Royal, porque los valores no son de derechas ni de izquierdas. Son de la persona. Y las personas han de luchar por tenerlos. Y eso se aprende en la familia. Y luego, cada uno, con su esfuerzo personal, los va puliendo.

No he ido a Davos y, dados los precios, me parece que no iré nunca. Tampoco me parece que aportaría algo. Quizás haría un poco de 'networking' y conocería gente. Pero ¿de qué me serviría hacerme amigo de Trump, o de Trudeau o de Macron? Les podría invitar a venir a la misa de ocho de la tarde un sábado, pero igual no les hacía ilusión. Y mi amigo de San Quirico no está anímicamente preparado para desayunar con ellos.

Total, que no voy.

P.S.

Esta semana no puede faltar una referencia al Catexit. Le pongo el número XXXI.

Toni Comín, hijo de Alfonso Carlos, con el que yo jugaba al fútbol, recibió en Lovaina una serie de mensajes de Carles.

Carles, arregla tu vida política, prepara tu defensa y no quieras seguir. Ya seguirá otro

No me han gustado, por dos razones: a) porque no me gusta que haya vencedores y vencidos, aunque yo estoy en el bando de los vencedores; b) porque no me fío del 'expresident'.

Como no me fío de ninguno de estos independentistas, desde que el inefable Artur habló de la astucia como arma de gobierno. Porque quieren ser astutos, aunque cada golpe de astucia les estalle en la cara.

Esperemos que estos mensajes reflejen la verdad, excepto lo de 'Seguim!', porque Carles, arregla tu vida política, prepara tu defensa y no quieras seguir. Ya seguirá otro. Tú, a lo tuyo, que incluye el no molestar y no hacer daño con tus continuas meteduras de pata, aunque las hayas heredado de Artur.

Leo en algún sitio que la libertad reconoce tres cosas:

Globalización