Diario de la pandemia
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Día 43. Lo que esconde la foto de Casado en el baño (y deja en ridículo a los demás)
El líder del PP dinamita los clichés con su imagen de estadista compungido frente al espejo. O cuando ningún político es capaz de alcanzar el tono correcto con el virus y todo es impostura
Hola. Yo soy Pablo Casado, y usted no lo es. Yo solo venía al baño a hacer mis necesidades, pero me pudo la presión. Un hombre de Estado siempre lleva el país a sus espaldas, no baja nunca la guardia, ni para hacer pipí. Aquí me tienen, frente al espejo, al pie del cañón, con los puños cerrados y la mirada vacía. Me duele España, me duele Sánchez, me duele Venezuela... ¡ME DUELE LA VEJIGA, COPÓN! "¡Dejad de hacerme fotos ya, por dios bendito, que meo o reviento!".
Perra vida la del político de raza.
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Una nueva máscara
Pablo Casado colgó una foto en su Instagram frente al espejo de un baño, con gesto compungido y el siguiente texto: "Esto es una catástrofe en vidas y un drama en empleo. Aquí nadie va a ganar y ya hemos perdido demasiado todos. Más de 20.000 compatriotas fallecidos merecen nuestro respeto, homenaje y luto".
Más allá de las risas sobre la falta de naturalidad del conjunto, hay quien dice que la imagen vende bien el producto a los suyos: Casado, el estadista. Podría ser, o no, en cualquier caso, me trae sin cuidado. No he venido a hablar de propaganda, sino de sobreactuación. No he venido a hablar sobre si 'El precio del poder' es buena o no, sino de lo pasado de rosca que estaba Al Pacino en esa película. La crisis del coronavirus parece pedir un tono grave, pero ni Casado, ni Sánchez, ni Abascal, ni Iglesias dan con el tono correcto. Todo huele a culebrón melodramático. Quizá porque lo que el pueblo quiere no es gravedad, sino otra cosa (solución al enigma al final del artículo).
Borja Cobeaga —director de 'Pagafantas', guionista de 'Ocho apellidos vascos'— ha hecho el comentario más astuto sobre la foto del líder del PP: Casado ha dado en el centro mismo del cliché cinematográfico, y partiendo de ahí, podría asaltar otros escenarios arquetípicos:
Una vez cumplido el cliché cinematográfico de personaje con el grifo abierto ante el espejo del baño, con la mirada perdida y crispada por la frustración, el siguiente paso es el chorro de la ducha en el cogote. Es otro tópico narrativo en la catarsis del protagonista en crisis. pic.twitter.com/tln6hV6yZj
— Borja Cobeaga (@borjacobeaga) April 23, 2020
Y aprovechar esa salida a exterior para fotografiar un detalle de la mano acariciando la hierba alta, un campo de trigo... Aquí la sensualidad del momento es importante, se potencia con el contacto con la naturaleza, con su yo terrenal. pic.twitter.com/h0FaYe4Nsm
— Borja Cobeaga (@borjacobeaga) April 23, 2020
La introspección suele conducir a una rabia contenida que desemboca en un ataque de furia. Las paredes suelen ser las víctimas de la ira del protagonista. pic.twitter.com/UXp9Tz55FA
— Borja Cobeaga (@borjacobeaga) April 23, 2020
En efecto, gloria bendita lo de Cobeaga. Respeto máximo.
Los clichés funcionan a veces bien en el cine. Los géneros son un poco eso. Y molan. Cuando parodias los géneros, sacas a bailar los lugares comunes (una de las mejores comedias de la historia —'Aterriza como puedas'— satiriza los tópicos de las pelis de catástrofes). Pero claro: la línea entre reinventar el género y caer en el cliché achicharrado es finísima. Y en esas están hoy Pablo Casado y todos los demás.
Ahora todo es relato. Los asesores buscan fijar arquetipos en el imaginario colectivo. La última obsesión es trasladar los discursos bélicos de Churchill al coronavirus. Imitación, por cierto, condenada al fracaso: el lenguaje barroco de Churchill respondía a un contexto muy diferente. Más información aquí:
Todos quieren ser ahora Churchill. Todos quieren ser hombres de Estado. El coronavirus ha dado un plus de solemnidad a Casado, Sánchez, Iglesias y Abascal. Todos intentan sonar graves y circunspectos... pero todo suena a telefilme de Antena 3.
Los asesores de Casado llevan tiempo puliendo su rol estético de hombre de Estado, no es una ocurrencia al calor del covid-19, aunque se haya exacerbado las últimas semanas.
Desde que estalló la crisis, a Casado le ha dado por posar rodeado de libros sesudos. A Abascal, un poco también: ha pasado de posar con la mesa del despacho vacía a llenarla de libros. El mensaje de la derecha a los españoles parece ser el siguiente: todos estos volúmenes demuestran que nos tomamos extremadamente en serio el virus. Vale. Fenomenal. Me quedo mucho más tranquilo.
Me encanta que como la gente lo criticó por tener la mesa vacía haya subido otra foto en la que solo faltan en la mesa un señor haciendo trucos de magia. pic.twitter.com/bvIWidF51j
— Siberet (@SiberetSiberet) April 21, 2020
¿Detectáis postureo lector?
— Marta Rebón (@marta_rebon) April 7, 2020
Casado lee "21 Lessons for the 21st Century" del omnipresente Harari (versión española en @debatelibros) Ah, y los libros de Miró, Torner...
Se ve que los asesores ya conocen el nuevo juego del confinamiento: juzgar a los "famosos" por sus estanterías pic.twitter.com/bGFBz1w5Rv
Me ha hecho mucha gracia ver a Pablo Casado compareciendo en directo en televisión con un ejemplar de "Capital e ideología" de @PikettyLeMonde a sus espaldas. Mucho me temo que no ha leído ni la contraportada. De hecho, creo que se lo han colado y no se ha dado cuenta. pic.twitter.com/N3IcoU02Gy
— Miguel Guillén 🔻 (@miguelguillen80) April 20, 2020
Sí, amigos, Casado posó leyendo 'Sapiens' de Harari en pleno coronavirus. Casado posó también con un volumen de Piketty detrás. ¿Puede haber mayor postureo? ¿Se habrá leído Casado esos libros? Quizá mejor si no lo ha hecho: dado que Harari y Piketty suelen aparecer en las listas de autores cuyos libros no terminamos nunca, miles de españoles podrían empatizar con las fotos de Casado leyendo a Harari con cara de MENUDA CHAPA. Y si se lo ha leído, bien por él, podrá presumir de haber leído un libro más que Adolfo Suárez, que jamás se acabó uno, ni falta que le hizo (mientras escribo estas líneas, Rajoy está en casa leyendo el 'Marca' y acariciando un gatito).
Casado parece enrolado en uno de esos cursos en los que aprendes en seis horas: Photoshop, Excel, todo Harari, el Piketty esencial y a ser un hombre de Estado... Recordemos que Casado era hasta hace poco un joven del PP canallita, de los que se jactan de tener un posgrado en Harvard (y dale con el postureo), cuando en realidad fue un taller de cuatro días en Aravaca.
Casado está enrolado en un curso de seis horas de: Photoshop, Excel, todo Harari, el Piketty esencial y a ser hombre de Estado
Lo del loco curso de Casado en Harvaravaca suena a película gringa sobre fraternidades universitarias. Quizá por eso, le resulta difícil aún ser un hombre de Estado atormentado en el cuarto de baño. "Es como si pones a los protagonistas de 'Porky's a interpretar 'Persona' de Bergman. No va a funcionar", me cuenta el calcetín de mi mano derecha.
Los otros
El cambio de cliché de Pablo Iglesias es aún más extremo: viene de burlarse de los hombres de Estado y ahora quiere ser uno de ellos. En una crisis médica así, no es fácil pillar el tono, es sencillo caer en lo sobreactuado, en lo impostado o en lo cursi, o en todo ello a la vez, como Iglesias pidiendo perdón a los niños y niñas españoles.
A Pedro Sánchez, con menos habilidades retóricas que Iglesias y Casado, le cuesta sonar natural. Uno de sus discursos sobre el estado de alarma fue un carrusel de consejos de galletita china de la fortuna. Melodrama impostado con autoayuda.
Abascal, por su parte, lo mismo posa con un montón de libros que airea un fotomontaje con ataúdes falsos de muertos por coronavirus. Lo de Vox encajaría en el subgénero más irritante del melodrama: aquel que abusa de los golpes bajos.
Sánchez, Casado, Iglesias, Abascal... Los cuatro quieren parecer tan graves que acaban sobreactuando. Igual hay un problema de base. Igual el pueblo no está pidiendo trascendencia y solemnidad, sino empatía y sinceridad. Pero claro: por un lado, sigue cotizando más el "y tú más" que la verdad; por el otro, cuando los políticos tienen que pedir permiso a sus asesores hasta para llevarse un dedo a la nariz, no es sencillo frenar las imposturas.
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Hola. Yo soy Pablo Casado, y usted no lo es. Yo solo venía al baño a hacer mis necesidades, pero me pudo la presión. Un hombre de Estado siempre lleva el país a sus espaldas, no baja nunca la guardia, ni para hacer pipí. Aquí me tienen, frente al espejo, al pie del cañón, con los puños cerrados y la mirada vacía. Me duele España, me duele Sánchez, me duele Venezuela... ¡ME DUELE LA VEJIGA, COPÓN! "¡Dejad de hacerme fotos ya, por dios bendito, que meo o reviento!".