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Día 60. Obra maestra dadá: el enigmático regreso a la cocina de Ferran Adrià
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Carlos Prieto

Diario de la pandemia

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Día 60. Obra maestra dadá: el enigmático regreso a la cocina de Ferran Adrià

El cocinero estrella regresa a los fogones para animar la cuarentena. ¿Veredicto? Nueva cocina dadaísta para masas al borde de la locura

Foto: Ferran Adrià, cocinero. (EFE)
Ferran Adrià, cocinero. (EFE)

Yo soy Ferran Adrià, y usted no lo es. Sombreros fuera.

Bienvenidos a los diarios de la pandemia.

Alborozo culinario histórico en Twitter tras abrir Ferran Adrià una lata de mejillones, echarle el escabeche a otros mejillones y ponerle un nombre exótico al nuevo plato.

Sí, amigos, Ferran Adrià ha vuelto a los fogones tras años dedicado a... ¿ver el mundo a través de un pepino? ¿Someter la gastronomía al mayor empacho conceptual de la historia? ¿'Genializar' tanto la comida que Leonardo da Vinci a su lado parece un pordiosero mental? Ni idea.

En efecto, las cosas con Adrià nunca son sencillas. Sus nuevos vídeos caseros para dinamizar el confinamiento no son fáciles de explicar. Lo que hace no es exactamente cocinar. O sí. ¡Yo qué sé! Descifrar estás imágenes es como traducir la piedra de Rosseta del tirón. Un acertijo, envuelto en un enigma, dentro de un huevo frito irradiador. Son pildorillas breves. O sea, Adrià está en una cocina y tiene comida alrededor, y a veces hace cositas con ella, pero eso parece más bien un Macguffin. Adrià agita un iPad. Adrià se pasa el vídeo entero leyendo un PDF. Adrià teoriza. Adrià divaga. Adrià empieza hablando sobre una banana y acaba más allá de los anillos de Saturno...

Ahora que estamos todos en niveles máximos de dispersión, ahora que se nos está yendo un poco la pinza, el regreso de Ferran Adrià es lo mejor que nos podía pasar... para acabar de centrarnos.

Foto: Caminata por las calles de Vigo. (EFE) Opinión

Decíamos que las cosas de Adrià tienden siempre al galimatías. Si Magritte nos reveló que una pipa no es solo una pipa, Adrià nos reveló que un huevo frito no es solo un huevo frito... porque la yema oculta un principio semiótico.

Adrià nos enseñó que nunca hay que bajar la guardia creativa en la cocina, siempre hay que estar en tensión creadora. Uno se levanta sobado por la mañana, con los niños subiéndose por las paredes, y cree estar haciéndose un café triple para sobrevivir. ¡Pero no! Uno no se hace un café, uno se DECONSTRUYE un café. Uno no se queda petrificado frente a la cafetera: se contornea como Nacho Cano ante la torre de teclados. Uno no se puede permitir caer en rutinas cafeteras: en lugar de echarle azúcar al café, le pones sal y un chorro de vinagre, te lo bebes, metes un estremecedor alarido y caes redondo. Nadie dijo que el camino hacia la genialidad creativa no fuera tortuoso.

A Ferran Adrià le pides que te construya una caseta de obra en el jardín, y cuando te das cuenta, te ha edificado la Catedral de Burgos (y te ha metido en un lío gordo con tus vecinos). Yo me puse un vídeo de Adrià porque quería saber cómo hacer un huevo frito... y acabé en un seminario de Michel Foucault sobre la microfísica de la alcaparra.

Magritte nos reveló que una pipa no es solo una pipa, y Adrià, que un huevo frito no es solo un huevo frito, porque la yema oculta un principio semiótico

Al margen de si la gastronomía aguanta tales niveles de conceptualización, Adrià sería la versión exagerada de dos problemas clásicos de cualquier disciplina. 1) El autor canonizado al que se le piden nuevos arabescos geniales. 2) El dilema renovarse o morir. Mal combinados, pueden llevar al lodazal barroco megalómano. El rock empezó a morir cuando alguien hizo un solo de guitarra de 20 minutos y grabó la versión sinfónica de sus grandes éxitos.

Dicho lo cual: estoy a favor de todo esto. A favor de Michael Jackson abriendo un zoo en su mansión. A favor de Andrés Calamaro sacando un disco quíntuple. A favor de Ferran Adrià construyendo un museo dadaísta sobre las cenizas de su cocina. Siempre a favor del espectáculo, aquí hemos venido a jugar, y este tubérculo que tengo en la mano se llama el Señor Patata y quiere decirles algo: "¡Larga vida a Zamunda!".

El discurso de Adrià es tan confuso como hipnótico. Es un gong directo al córtex cerebral. Ferran Adrià emite desde una frecuencia mental que solo captan los enanitos de jardín.

Foto: Caminata por las calles de Vigo. (EFE) Opinión

El regreso de Ferran Adrià a los fogones es la 'performance' barroca definitiva.

Adrià es el Elvis de Las Vegas en monólogo delirante. Adrià es José Tomás toreando seis minotauros en Las Ventas. Adrià es la selección española de fútbol perdiendo un partido con el 99% de posesión. Adrià es un cocidito madrileño que te dice que España es Venezuela. Adrià es Guardiola jugando con 10 centrocampistas. Adrià es Julio Iglesias cantando que es un truhan, un señor, algo bohemio y soñador. Adrià es el Circo del Sol de la hermenéutica. Adrià es la 'Crítica de la razón pura' a 200 grados en un horno. Adrià es David Copperfield haciendo desaparecer Uzbekistán. Adrià es un tripi que llevas en el bolsillo desde Woodstock. Adrià es el hemisferio izquierdo de Charly García. Adrià es una zanahoria parlante. Adrià es Isabel Díaz Ayuso soplando las trompetas de Jericó. Adrià es Simone Biles haciendo piruetas en el hiperespacio. Adrià es lo más de lo más. Adrià es el Muro que separa Churriguerescolandia del abismo. Adrià es el churrasco mental definitivo...

Otra receta más de Ferran Adrià y España dará pasó a un Gobierno de concentración psicodélica presidido por Hunter S. Thompson. O cuando ya no hay vuelta atrás. Esto no es un artículo. Esto no es un huevo frito. Esto no es el calcetín de mi mano derecha diciéndome cosas absurda al oído. Cu cu. Tras tras. Café con sal. ¡Yeeeeah!

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Yo soy Ferran Adrià, y usted no lo es. Sombreros fuera.