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Día 63. El primer día de gimnasio tras el coronavirus: "Roma no paga a traidores"
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Carlos Prieto

Diario de la pandemia

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Día 63. El primer día de gimnasio tras el coronavirus: "Roma no paga a traidores"

Protestas en Florida contra el cierre de los gimnasios. Cuando ponerte en forma es una experiencia de vida a la que no queremos renunciar. El último rito de paso

Foto: Entrenadora personal, en las calles de Londres. (Reuters)
Entrenadora personal, en las calles de Londres. (Reuters)

Yo soy Máximo Décimo, el gladiador de los gimnasios, y usted no lo es.

Protestas en Florida pidiendo que vuelvan a abrir los gimnasios. Un grupo de manifestantes se concentró frente a los juzgados de Clearwater y empezó a hacer flexiones y sentadillas. La 'kale borroka' del 'fitness'. Si esto no es una señal de que el fin del mundo está al caer, yo ya no sé...

Bienvenidos a los diarios de la pandemia.

El cabreo ciudadano crece y crece con el confinamiento, todos queremos volver a los buenos viejos tiempos en los que a) nos apuntábamos a un gimnasio el 1 de enero, b) entrábamos por la puerta en tromba el 2 de enero y c) no volvíamos hasta el 25 de abril, cuando nos dábamos de baja con la mirada gacha, tras cuatro meses pagando la cuota a lo tonto. Si los gimnasios solo pudieran cobrarte por sesión, la industria del 'fitness' hubiera quebrado hace 30 años en España.

Ah, los viejos buenos tiempos de antes del coronavirus.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cuando anunció que había recibido el alta tras superar el covid-19. (EFE) Opinión

Un día inolvidable

Sí, amigos, el Gobierno nos está robando nuestro sacrosanto derecho a ir al gimnasio un día al año. ¡Fascistas! Vale, no parece una gran renuncia, pero les aseguro que sí lo es.

Ahora que empezamos a tener todos una edad, y solo nos acordamos de las cosas trascendentales del pasado, EL PRIMER (Y ÚNICO DÍA) DE GIMNASIO DE NUESTRA VIDA está en el 'top 10' de recuerdos indelebles, junto a la Batalla de Brunete, el Festival de Woodstock y la videoconferencia de Alfonso Merlos. Hay momentos eufóricos y traumáticos que no se olvidan.

Foto: Los empresarios estudian el regreso. (Bruce Mars para Unsplash)

Escena del futuro: estamos en nuestro lecho de muerte. Hacemos venir al servicio porque "estas cosas les gustan mucho" (marqués de Leguineche 'dixit'). Empezamos a delirar un monólogo inconexo sobre nuestro paso por un gimnasio años atrás:

"2 de enero. Entro en el gimnasio. Llevo una camiseta de tirantes, un pantalón Joma corto y unos calcetines por las rodillas. Entro en la sala de máquinas. Suena tecno a todo trapo. Miro a mi alrededor. No entiendo nada. Me he debido equivocar: parece el Primer Congreso Internacional de Gladiadores de Roma; pero no, es el gimnasio. Me presento. Los gladiadores son simpáticos, me tratan como a uno más, me estrechan la mano con firmeza. ¡Ay!, no siento los dedos. Al tercer gladiador que me saluda con una palmada en la espalda, salgo despedido. Me ponen de pie. Me dan unas pesas absurdamente grandes. Las subo. Me tiembla todo el cuerpo como si hubiera un terremoto. Me mareo. Me dan una bebida energética llamada MONSTERS IN HELL. Me vengo arriba. Sigo el ritmo a los gladiadores. Hago ejercicios en unas máquinas que parecen potros de tortura medievales. Sudo tanto que me traen un caldero. Jadeo tan fuerte que no se escucha el tecno. La sangre no me llega al cerebro. Me bebo otro MONSTERS IN HELL. Me siento otra vez como nuevo. Los gladiadores hacen chistes sobre ir a pillar anabolizantes. Ja, ja. No era un chiste: me preguntan si quiero anabolizantes. Vuelvo a marearme. Me bebo otro MONSTERS. Estoy extenuado y taquicárdico a la vez. Cada vez más en forma. Un día inolvidable. Cuando salgo por la puerta del gimnasio, uno de los gladiadores me dice: 'Roma no se construyó en un día; tu cuerpo, tampoco'. Me abraza. Me siento como si acabara de arrollarme un mercancías. Me paso las siguientes 72 horas metido en una bañera con hielos. Roma no paga a traidores, pero yo solo he vuelto al Gimnasio Roma a darme de baja tras pagar varias cuotas. Procedo a desplomarme".

Foto: Una mujer entrena en el gimnasio. (iStock)

La nueva normalidad no llegará hasta que podamos socializar 24 horas en un gimnasio. Es así. Es un rito de paso. Sencillamente: hay que pasar por ello. No nos lo pueden arrebatar. O habrá disturbios salvajes.

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Yo soy Máximo Décimo, el gladiador de los gimnasios, y usted no lo es.