El cuarto y quinto poder
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¿Quién se encargará de definir la verdad en la era fake?
Esta situación, que se está produciendo en millones de conversaciones, nos obliga a reflexionar sobre una cuestión principal. ¿Quién tiene la legitimidad para determinar qué es o no verdad?
Nos ha pasado a todos. Pertenecemos a un grupo de Whatsapp. Uno de los miembros del grupo comparte un titular anunciando una medida de alguno de los partidos políticos que nos indigna porque está en nuestras antípodas ideológicas. El termómetro emocional del grupo de Whatsapp comienza a subir, mientras algún miembro pone en cuestión la veracidad de la información. “Puede que sea una noticia falsa,” alerta. Pero el resto prefiere no verificar porque la emoción les atrapa, incluso prefieren que sea cierta. Ese mismo miembro, algo más curioso por indagar en la veracidad o falsedad de la información, decide recurrir a Newtral, el nuevo emprendimiento de Ana Pastor, la periodista de La Sexta, dedicado a la verificación de datos. Resulta que Newtral confirma la información como cierta. El miembro se queda satisfecho, es una forma de legitimar su indignación, que comparte con la del resto del grupo. Pero horas o días más tarde, Maldita.es, otra de las organizaciones oficiales de verificación de datos en España (Maldita es sin ánimo de lucro), califica la noticia como falsa. Para entonces los miembros del chat están ya ocupados digiriendo otros titulares, verdaderos o falsos.
Esta situación, que se está produciendo en millones de conversaciones por todo el país, nos obliga a reflexionar sobre una cuestión principal. ¿Quién tiene la legitimidad para determinar qué es o no verdad?
El fenómeno de la desinformación, la propaganda y la manipulación informativa, que ha existido desde que el hombre es hombre, cobra dimensiones vertiginosas en el entorno digital. Los medios de comunicación convencionales, han sido los encargados de hacer efectivo y real el derecho a la información veraz reflejado en el artículo 20 de nuestra Constitución. Su propósito institucional es el de erigirse en cuarto poder frente a los poderes político y empresarial, y ser garantes de la verdad. Un propósito que los grandes medios de comunicación anglosajones se encargan de reflejar en su lema o su misión.
- “Buscamos la verdad y ayudamos a la gente a entender el mundo.” New York Times
- “La primera misión de un periódico es decir la verdad en la medida en que la verdad pueda comprobarse.” Washington Post
- “Desde 1857, el Atlantic ha venido cuestionando asunciones y persiguiendo la verdad.” Atlantic
- “Colaboramos en investigaciones que revelan la verdad y obligan a la rendición de cuentas, mientras nos adherimos a los más elevados estándares de neutralidad y rigor”. International Consortium of Investigative Journalists.
No estamos hablando aquí de una verdad absoluta o filosófica. Como bien explican los autores norteamericanos Bill Kovach y Tom Rosenstiel en 'Elementos del Periodismo', hablamos de “una verdad funcional y sujeta a revisión, que nos permite operar con ella y funcionar en el mundo”. No quiero decir con esto que los medios anglosajones no se desvíen de dicho propósito en ocasiones, pero el hecho de que se reconozcan como responsables de esclarecerla es necesario para el buen funcionamiento de las instituciones en una democracia liberal. Y el hecho de que luego esa misión esté garantizada a través de una serie de principios de gobierno y de procesos internos de verificación en la creación y divulgación de sus contenidos es fundamental. Es lo que les ha caracterizado a lo largo de la historia democrática anglosajona y lo que a día de hoy les sigue aportando autoridad. Es su principal activo, y nunca más relevante que ahora, en esta era digital donde las redes sociales están contribuyendo a la erosión de las democracias liberales a través de la difusión de noticias falsas.
El caso de nuestros medios es diferente, porque nuestra democracia es diferente. A lo largo de nuestra historia y, sobre todo durante los 40 años del actual marco constitucional, no hemos desarrollado una cultura periodística de verificación, donde la opinión se diferencie de la información, y donde las grandes empresas y los gobiernos respeten ese propósito nuclear de los medios de comunicación, que es aportarnos información veraz. Pero nunca es tarde para que nuestros medios avancen en esa configuración institucional que les erija como los verdaderos transmisores de información veraz. Me consta que están encaminándose en esa dirección.
Mientras, la empresa Newtral y la ONG Maldita.es están ganando terreno en el mercado de la verdad. Son los dos únicos actores de verificación de datos ('fact-checking') en España certificadas por la Red Internacional de Verificación de Datos (International Fact-Checking Network) que ha impulsado Poynter, una organización norteamericana sin ánimo de lucro especializada en formar, empoderar y conectar a periodistas. Para poder certificarse por la IFCN es necesario publicar en la web información relativa a los detalles de la organización, su neutralidad e independencia frente al poder político o económico, el tratamiento de las fuentes, la financiación, la metodología y la política de corrección. El profesor de la Universidad de Navarra, Ramón Salaverría, ha sido el encargado de valorar si Newtral y Maldita.es cumplen con estos principios. El proceso está bien diseñado, pero no está exento de errores como el expuesto al inicio del artículo. Aún así, ambas organizaciones han sido contratadas por Facebook para encargarse de verificar noticias que se difundan en la plataforma al calor de las próximas elecciones.
Ambas han sido contratadas por Facebook para encargarse de verificar noticias que se difundan en la plataforma al calor de las próximas elecciones
En vista de los riesgos, ¿nos sentimos conformes con que sean dos organizaciones en nuestro país las encargadas de llevar a cabo esa ingente tarea de verificación? De acuerdo con el informe #FAKEYOU de la plataforma Xnet fundada por la activista Simona Levi y vinculada a la Universidad Pompeu Fabra, para combatir la desinformación es necesaria la participación efectiva de múltiples actores. En el informe dan por perdido el papel de los medios convencionales en la lucha contra la desinformación, un punto de partida incorrecto a mi modo de ver, pero estoy de acuerdo con las autoras en su visión de divulgar diferentes e interesantes herramientas de verificación para fomentar la participación de comunidades digitales ciudadanas en la lucha contra las 'fake news'. Y sobre todo estoy de acuerdo con esta frase: “Toda iniciativa que implique delegar en unos pocos la confrontación del fenómeno de las noticias falsas, ya sea mediante un ente gubernamental o una empresa conlleva un riesgo real de recorte de derechos fundamentales”.
Nos ha pasado a todos. Pertenecemos a un grupo de Whatsapp. Uno de los miembros del grupo comparte un titular anunciando una medida de alguno de los partidos políticos que nos indigna porque está en nuestras antípodas ideológicas. El termómetro emocional del grupo de Whatsapp comienza a subir, mientras algún miembro pone en cuestión la veracidad de la información. “Puede que sea una noticia falsa,” alerta. Pero el resto prefiere no verificar porque la emoción les atrapa, incluso prefieren que sea cierta. Ese mismo miembro, algo más curioso por indagar en la veracidad o falsedad de la información, decide recurrir a Newtral, el nuevo emprendimiento de Ana Pastor, la periodista de La Sexta, dedicado a la verificación de datos. Resulta que Newtral confirma la información como cierta. El miembro se queda satisfecho, es una forma de legitimar su indignación, que comparte con la del resto del grupo. Pero horas o días más tarde, Maldita.es, otra de las organizaciones oficiales de verificación de datos en España (Maldita es sin ánimo de lucro), califica la noticia como falsa. Para entonces los miembros del chat están ya ocupados digiriendo otros titulares, verdaderos o falsos.
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