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José Antonio Zarzalejos

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A Pablo Iglesias, líder de Podemos, lo han cuajado como líder rebelde y resistente su propio nombre y apellido –que remiten al fundador del PSOE- y

Foto: Pablo Iglesias, líder de Podemos
Pablo Iglesias, líder de Podemos

A Pablo Iglesias, líder de Podemos, lo han cuajado como adalid rebelde y resistente su propio nombre y apellido –que remiten al fundador del PSOE– y las tertulias de la TV. Bien agitadas esas dos circunstancias y combinadas con un discurso como el de Lavapiés, del que aquí hice un relato ("El pronunciamiento de Lavapiés y la extrema izquierda" de 15 de febrero de 2014), producen un cóctel molotov político que, según el CIS, tan gubernamental pero tan creíble, le proporciona un escaño en el Parlamento Europeo. Teniendo en cuenta que el sondeo no le da nada a Ciudadanos ni a VOX, Iglesias tiene su mérito. Será a buen seguro una especie de megáfono en las orejas de Rubalcaba –si sobrevive al 25-M– y de Cayo Lara, al que le inquieta que nada se mueva a su izquierda porque la izquierda es él y su demagogia.

Pero es que Iglesias tiene ocurrencias. El pasado jueves se presentó con unas docenas de partidarios (“exiliados laborales”) nada menos que en el mítico Unter der Linder (“Bajo los tilos”) de Berlín con una pancarta en la que Mariano y Ángela se besaban a tornillo (¿con o sin lengua?) –una imagen para reflejar en los restos del muro, auténtico museo del pop pictórico de los primeros noventa–, donde reivindicaron su candidatura. Aunque la mayoría de los medios convencionales ningunea a Iglesias y a su Podemos, va a resultar que las redes sociales –Twitter, Facebook, Instagram y algunas otras menores– les resultarán suficiente para su marketing político. Barato y eficiente.

¿Qué quiere Podemos? Simplemente, poder doblar el pulso a la izquierda mullida, a la entreguista, a la de pautas y convenciones conservadoras. Podemos es –yes, we can– un remedo de las aspiración obamisma que se ha marchitado entre China y Rusia y, en medio, Siria. Si Iglesias y su grupo sacan un escaño de los 751 en liza y Vidal-Quadras, y Nart y Elpidio (este, por supuesto), se quedan sin nada, ¿empezará la izquierda a creerse que tiene algo diferente más allá de su propia izquierda?

A Pablo Iglesias, líder de Podemos, lo han cuajado como adalid rebelde y resistente su propio nombre y apellido –que remiten al fundador del PSOE– y las tertulias de la TV. Bien agitadas esas dos circunstancias y combinadas con un discurso como el de Lavapiés, del que aquí hice un relato ("El pronunciamiento de Lavapiés y la extrema izquierda" de 15 de febrero de 2014), producen un cóctel molotov político que, según el CIS, tan gubernamental pero tan creíble, le proporciona un escaño en el Parlamento Europeo. Teniendo en cuenta que el sondeo no le da nada a Ciudadanos ni a VOX, Iglesias tiene su mérito. Será a buen seguro una especie de megáfono en las orejas de Rubalcaba –si sobrevive al 25-M– y de Cayo Lara, al que le inquieta que nada se mueva a su izquierda porque la izquierda es él y su demagogia.

Cayo Lara