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Manuel Cruz

Filósofo de Guardia

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Semana de mantenimiento reveladora

Alguien anunció aquí mismo que en los próximos tiempos la tónica dominante en la política catalana se iba a caracterizar por el mucho ruido y pocas nueces, y su pronóstico parece irse confirmando

Foto: El presidente del Parlament, Roger Torrent. (Reuters)
El presidente del Parlament, Roger Torrent. (Reuters)

Uno de los ideólogos del 'procés' denunciaba en un tuit el pasado domingo 25 que el juez Llarena hubiera decidido enviar a prisión "a la nostra gent" justo antes de vacaciones de Semana Santa, y anunciaba que el 3, martes (el lunes, 2, es fiesta en Cataluña), todo el mundo estaría de nuevo "al pie del cañón". A poco que se prestara un poco de atención a la literalidad del mensaje, una cosa quedaba clara, más allá de unos términos en apariencia combativos: el autor había decidido no alterar sus planes de tomarse unos 'diítas' de descanso, tal vez porque había llegado al convencimiento de que, a fin de cuentas, la república podía esperar o, en todo caso, no se le iba a echar en falta.

Probablemente todo lo ocurrido a lo largo de esta semana deba entenderse en esta misma clave, empezando por el pleno del pasado miércoles. Alguien anunció aquí mismo hace unas semanas que probablemente en los próximos tiempos la tónica dominante en la política catalana se iba a caracterizar por el mucho ruido y pocas nueces, y su pronóstico parece irse confirmando. Quizá sea el propio 'president' del Parlament, Roger Torrent, quien mejor esté encarnando dicha actitud, con sus encendidas declaraciones que suelen ir acompañadas de iniciativas extremadamente cautas, que parecen medir con cuidado el riesgo de incurrir en ilegalidad alguna.

Foto: Manifestantes protestan frente a la prisión de Neumünster por la encarcelación de Carles Puigdemont. (EFE) Opinión

En realidad, el propio pleno no parecía tener más objeto que el de intentar que no decayera en exceso el ánimo de los sectores de la ciudadanía que todavía prestan su apoyo al independentismo, sectores que sería razonable que anduvieran francamente confundidos a estas alturas, incapaces de dirimir qué letra del alfabeto le corresponde al nuevo plan del coartado bloque independentista. Así, cuando empezaba a escribir estas líneas, andaban por el "D", pero, mediado el texto, apareció el "E" (la candidatura de Ernest Maragall), aunque desde el mismo anuncio quedó claro que se trataba de una propuesta "de transición", a la espera de que el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena deje la causa sobre el 'procés' vista para el juicio oral. No es descartable, por tanto, que para cuando alguien pueda leer este artículo se haya alcanzado la mitad del alfabeto.

Foto: El líder de Catalunya en Comú Podem, Xavier Domènech. (EFE)

Lo cierto es que, exceptuando los líderes de PSC y En Comú Podem que, con desigual veracidad (no da la sensación de que la lideresa del partido, Ada Colau, dispuesta a lo que sea con tal de no perder la alcaldía de Barcelona, ande muy sincronizada con Domènech), se esforzaban en presentar propuestas constructivas a la cámara, el resto de fuerzas políticas no hicieron otra cosa que perseverar en sus afirmaciones más habituales. Así, Inés Arrimadas, por lo general aseada en sus intervenciones, en esta ocasión estuvo francamente desganada y reiterativa, por no decir cansina. Tuvo el detalle, eso sí, de no aludir por enésima vez a la "Matrix del 'procés'", una de sus expresiones favoritas, pero fuera de ese pequeño cambio, el resto de su parlamento resultó por completo reiterativo.

Foto: La líder y portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas, durante su intervención en el pleno del miércoles. (EFE)

Ahora bien, siendo significativa la impotencia de la oposición para acordar ninguna alternativa al independentismo, tal vez resulte más la impotencia de este último para salir de la parálisis en la que se encuentra sumido, una parálisis que deja en evidencia la total ausencia de dirección política. Su empecinamiento en proponer, uno tras otro, candidatos imposibles con el único objeto de chocar contra el muro de la legalidad y obtener así el rédito de un nuevo agravio hacía prever lo que ocurrió en cuanto el juez Llarena dictó prisión provisional a los 'exconsellers' y, dos días después, Puigdemont fue detenido en Alemania.

Foto: Una estelada colocada cerca de la prisión de Neumünster (Alemania), donde el expresidente de la Generalitat catalana Carles Puigdemont permanece detenido. (EFE) Opinión
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En efecto, en vez de reconsiderar la situación a la vista de las nuevas circunstancias, los independentistas se han dedicado denodadamente a la sobreactuación en solidaridad con los políticos presos o huidos, único asunto del que hablan, como si recuperar las instituciones, formar gobierno y empezar a tomar medidas que ayuden a la ciudadanía a mejorar su situación material constituyeran una minucia que no merece demasiada atención; o como si no formaran parte de las tareas para las que han sido elegidos.

Dudo que haya alguien que a estas alturas no tenga claro que el 'procés', al menos en la forma en la que fue diseñado en las sucesivas hojas de ruta a lo largo de estos años, ha sufrido una rotunda derrota. No solo porque no haya alcanzado ni uno solo de sus objetivos, sino porque ha acreditado una enorme capacidad autodestructiva. Pero los políticos independentistas se están comportando como esos jugadores de fútbol que, cuando creen que han sido derrotados como consecuencia de un arbitraje injusto, se quedan en el campo una vez que el árbitro ha pitado el final del partido. Unos lo hacen para protestarle por su actuación, otros para insultarle sin más y los más sanguíneos para agredirle. Suelen ser respaldados en ese comportamiento por el sector más 'hooligan' de su propia afición, a la que en ese momento le trae sin cuidado no ya solo que dichos jugadores puedan ser sancionados, sino incluso que el mismo campo pueda ser cerrado y el club, severamente multado.

Las direcciones de los partidos parecen estar más pendientes de satisfacer a esa facción 'hooligan' que de pensar con un mínimo sosiego en el futuro

Pero, siguiendo con la metáfora, un entrenador responsable es aquel que, con antelación, cuando percibe que un jugador anda demasiado excitado y ya tiene una tarjeta, lo retira del campo para evitar perjudicar al equipo con una más que probable expulsión. De la misma forma que no es raro que sean los propios clubes los que se encargan de castigar al jugador expulsado precisamente por el perjuicio que ha causado su descontrol.

Entre nosotros, en cambio, se diría que las cosas funcionan al revés y las direcciones de los partidos parecen estar más pendientes de satisfacer a esa facción 'hooligan' de su electorado que de pensar con un mínimo sosiego en el futuro. Si lo hicieran, de inmediato caerían en la cuenta de que una cosa es que haya terminado este partido, aunque sea con derrota, y otra, bien distinta, que haya finalizado el campeonato (del que en este caso todavía queda mucho).

Foto: Un joven, ante un 'mosso' en la concentración que miembros de los CDR llevaron a cabo frente a la estación de Sants de Barcelona. (EFE)

En el fondo, es de suponer que, sin pretenderlo, el ideólogo al que aludía al principio del artículo estaba poniendo la venda antes que la herida: de haberse producido las detenciones en cualquier otra época del año esa misma ausencia de un plan definido que ahora se constata hubiera quedado disimulada tras el ruido de la calle y la bronca de los medios. Pero no ha sido así y para intentar remediarlo el independentismo ya anda convocando una gran manifestación para el 15 de abril "en defensa de los presos políticos": a ver si, con un poco de suerte, el griterío de la multitud consigue acallar su atronadora carencia de propuestas.

Uno de los ideólogos del 'procés' denunciaba en un tuit el pasado domingo 25 que el juez Llarena hubiera decidido enviar a prisión "a la nostra gent" justo antes de vacaciones de Semana Santa, y anunciaba que el 3, martes (el lunes, 2, es fiesta en Cataluña), todo el mundo estaría de nuevo "al pie del cañón". A poco que se prestara un poco de atención a la literalidad del mensaje, una cosa quedaba clara, más allá de unos términos en apariencia combativos: el autor había decidido no alterar sus planes de tomarse unos 'diítas' de descanso, tal vez porque había llegado al convencimiento de que, a fin de cuentas, la república podía esperar o, en todo caso, no se le iba a echar en falta.

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