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El PSOE corre al galope hacia la irrelevancia
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Gonzalo López Alba

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El PSOE corre al galope hacia la irrelevancia

Pedro Sánchez se ha convertido en un líder con respiración asistida cuando se negocia la gobernabilidad de España

Foto: Pedro Sánchez, flanqueado por Micaela Navarro y César Luena y rodeado de su ejecutiva, el pasado 28 de diciembre durante la reunión del Comité Federal. (EFE)
Pedro Sánchez, flanqueado por Micaela Navarro y César Luena y rodeado de su ejecutiva, el pasado 28 de diciembre durante la reunión del Comité Federal. (EFE)

Con paso firme y sin darse un respiro corren los socialistas al galope hacia la irrelevancia política, perdiendo representatividad a borbotones. Al desafecto de la mitad de los votantes que les dieron su último triunfo electoral en 2008, se une la perplejidad y el desencanto de los fieles que les mantuvieron la confianza el 20-D y atónitos asisten ahora al espectáculo de la guerra por el poder orgánico desatada entre sus dirigentes, más preocupados por la posesión de las llaves de Ferraz que por la gobernabilidad de España.

Lo suyo es de nota porque habiendo sido todos los partidos, sin excepción, incapaces de aglutinar a una mayoría social, los socialistas han sido capaces de reclamar para sí el cartel de la derrota, difuminando con su proceder la hecatombe del PP, el monumental pinchazo de Ciudadanos y el fallido 'sorpasso' de Podemos.

El análisis pormenorizado de los resultados electorales revela el drama de la pérdida de representatividad de los socialistas, pero su desconexión con los jóvenes y los urbanitas que conforman el grueso de la 'España digital' es muy anterior a Pedro Sánchez. Y, a pesar de todo, el PSOE logró mantenerse como primera fuerza de la oposición, una papel que bien desempeñado podría contribuir a su recuperación porque la política no se hace solo desde el Gobierno y, sobre todo en un escenario de fragmentación como el actual, también se puede gobernar desde la oposición.

Los barones y notables fían la recuperación socialista a un “liderazgo fuerte“ como el de Susana Díaz

Pero el entierro de Sánchez estaba preparado desde antes de las elecciones, como anticipó El Confidencial. Más que el mal resultado en las elecciones, han sido las prisas del secretario general por blindarse en el cargo y las torpezas de su secretario de Organización, César Luena, muy dado al “te prohíbo” y al “te disuelvo”, las que han precipitado su viacrucis navideño, diseñado para que Sánchez cargue con la cruz y Susana Díaz se erija en El Salvador reencarnado en cuerpo de mujer.

La alargada sombra de la presidenta andaluza se prolongó en la tarde del 20-D con más fuerza que nunca desde Andalucía hasta la sede del PSOE en la madrileña calle de Ferraz. A esa hora, los primeros sondeos dejaban en el aire la segunda posición del PSOE. Después vino el alivio y, tanta era la carga que soportaba Pedro Sánchez, quien durante la campaña manejó datos que le pronosticaban una caída hasta la tercera plaza, que su número dos se apresuró a bajar a la sala de prensa para con gran alborozo decir que no descartaban gobernar. Pero en la misma noche electoral ya empezó a manejarse la tesis de que era preferible repetir las elecciones antes que embarcarse en complejas alianzas. Al candidato lo bajaron de la nube los barones territoriales y no le quedó otro remedio que aterrizar en la realidad.

La realidad de Pedro Sánchez es la de un líder con respiración asistida. En cualquier otro país europeo habría dimitido en la noche electoral, como en mayo de 2015 hizo el laborista británico Ed Miliband con mejores resultados, un 30,4% de los votos. Sobre él pesan como una losa los precedentes caseros de Joaquín Almunia y Alfredo Pérez Rubalcaba, pero la confusa estrategia de amagar sin dar desplegada por los barones alistados tras el banderín de Susana Díaz le ha dado aliento para enrocarse en Ferraz al tiempo que lo inhabilita ante los demás partidos como negociador autorizado del PSOE. Nunca antes había contado menos la figura del secretario general, casi intocable hasta que empezó a perder jirones de autoridad durante el mandato de Rubalcaba.

El PSOE es una nave a la deriva desde la renuncia de José Luis Rodríguez Zapatero y así sigue a pesar del espejismo de mayo, propiciado por los pactos postelectorales que permitieron a los socialistas recuperar importantes cuotas de poder territorial. Lo ocurrido en las elecciones autonómicas, lejos de apuntalar el liderazgo de Sánchez, lo sometió a nuevos condicionantes porque si el PSOE ya hace décadas que viene funcionando como una confederación de barones, ahora hay un puñado que vuelven a tener poder. Algunos de esos barones hace ya tiempo que, aunque apoyaran la elección de Sánchez, se habían pasado con armas y tropas al bando de la presidenta andaluza. Y en el PSOE ningún liderazgo puede sobrevivir sin apoyo orgánico.

El PSOE es una nave a la deriva desde la renuncia de José Luis Rodríguez Zapatero

Los confederados del PSOE, y los notables del partido, lo fían todo a “un liderazgo fuerte” como el desplegado en Andalucía por Susana Díaz y actúan movidos por una fe ciega en que con ella de candidata podrían ganar las próximas elecciones generales.

Sus argumentos son que Díaz gana elecciones, el PSOE andaluz ha evitado un hundimiento mayor y ella ha sabido recomponer la unidad de la principal federación. Pero sus triunfos se han producido con una importante mengua de apoyos en relación con los obtenidos con sus predecesores, también en Andalucía se perdieron votos y escaños el 20-D, y la unidad del PSOE-A tiene como soporte el acallamiento de cualquier discrepancia.

A la reina del Sur se le quedó pequeña Andalucía casi desde el día siguiente a su designación por José Antonio Griñán como heredera, cuando le empezaron a llover toda suerte de alabanzas y de todas las procedencias. Lo que no se sabe es si Díaz es consciente de que en la villa y corte los mismos que hoy te alaban, mañana te apuñalan. ¿Qué ocurriría si Díaz no logra mejorar los resultados de Sánchez o si, con ella al frente, el PSOE cae hasta la tercera posición?

Con paso firme y sin darse un respiro corren los socialistas al galope hacia la irrelevancia política, perdiendo representatividad a borbotones. Al desafecto de la mitad de los votantes que les dieron su último triunfo electoral en 2008, se une la perplejidad y el desencanto de los fieles que les mantuvieron la confianza el 20-D y atónitos asisten ahora al espectáculo de la guerra por el poder orgánico desatada entre sus dirigentes, más preocupados por la posesión de las llaves de Ferraz que por la gobernabilidad de España.

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