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¿Hasta cuándo va a durar este juego antes de que se vuelva a rodear el Congreso?
Los grupos parlamentarios ya se dan otra prórroga y miran ahora a las elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre
Blablablá. Palabras, palabras y más palabras. Montones de significantes sin significado o, lo que es peor, con significado cambiante según quien los utilice. Y nada nuevo, ni un átomo de impulso o un ápice de fuerza ilusionante, más allá del encomiable esfuerzo de Albert Rivera por acercar a los opuestos. Solo una conclusión provisional: habrá que esperar a ver qué pasa después de las elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre; y una interrogante cada vez más extendida y con perfiles inquietantes: ¿hasta cuándo va a durar este juego antes de que los ciudadanos vuelvan a rodear el Congreso?
Incluso los diputados se declaran cansados de la situación y, algunos, avergonzados. “Yo he venido aquí a hacer política, no a participar en reuniones en las que solo se recita el orden del día, el sentido de voto y se nos dice hasta cuándo no tenemos que volver”, se lamentaba este miércoles uno de los que ya suman dos legislaturas sin apenas haber tomado posesión de su despacho. Eso ocurrió el lunes en la reunión del grupo parlamentario socialista, cuyos miembros, eso sí, salieron bien aleccionados para salpimentar de aplausos la intervención de su líder.
Pedro Sánchez leyó un discurso aseado, correcto, bien estructurado, sin más. Pero, en los turnos de réplica, Rajoy hizo prevalecer su socarronería, lo único que -junto con las pullas que se intercambiaron Rivera y Pablo Iglesias- sacó la sesión del tedio que ya se anticipaba a primera hora de la mañana, con abundancia de asientos libres en las tribunas de prensa y menudeo de bostezos. Al fin y al cabo, era como ver un partido de fútbol cuyo resultado se conoce de antemano y en el que, para mayor aburrimiento, se repiten alineaciones y estrategias ya vistas.
El PSOE reconsideraría su posición si Rajoy se retira y da paso a otro candidato del PP, y anticipa que habrá pacto presupuestario de los populares con PNV y CiU
La cita de Manuel Azaña con la que Sánchez cerró su primera intervención ya fue utilizada en 2007 por José Luis Rodríguez Zapatero: “Ningún problema político tiene escrita su solución en el código del patriotismo… Nadie tiene el derecho de monopolizar el patriotismo, nadie tiene el derecho, en una polémica, de decir que su solución es la mejor porque es la más patriótica; se necesita que, además de patriótica, sea acertada”. Que así fuera induce a pensar que su autoría principal corresponde a José Enrique Serrano, escribidor de casi todos los líderes y presidentes socialistas desde la segunda parte de los mandatos de Felipe González. Pero, sobre todo, redunda en el bucle de los significados sin significante en que ha devenido el no-debate político en España, porque -con la mencionada excepción de Rivera- la letra de los discursos y su propósito, justificativo que no persuasivo, fueron repetitivos y encaminados a asentar los correspondientes relatos: el del PP, para culpar a los socialistas del bloqueo; el del PSOE, para repetir que no puede apoyar que continúe aquello que quiere cambiar, empezando por la persona del presidente del Gobierno. Son los dos relatos asentados, los de la polarización que conduce al callejón sin salida en que estamos.
Si se concede verosimilitud a la versión que transmiten los dirigentes, es una polarización que no va de arriba abajo sino de abajo arriba. “Nuestros votantes nos dicen que quieren que haya Gobierno, pero no lo ven con Podemos ni con el PP, y tampoco quieren nuevas elecciones”, argumentan los socialistas. Así que, como los ciudadanos están perplejos, los dirigentes reproducen su actitud en lugar de ejercer el liderazgo político, con un candidato a presidente del Gobierno que quiere gobernar sin oposición y un candidato a jefe de la oposición que quiere ejercer oposición sin que haya Gobierno.
El equipo de Sánchez confía en que un buen resultado en País Vasco y Galicia permita al socialista negociar un segundo intento de investidura
Desde la dirección socialista, se sostiene que el único movimiento real que supondría un auténtico cambio de escenario y los forzaría a reconsiderar su posición es que Rajoy dejara paso a otro candidato de su partido, pero no esperan que lo haga. Y los populares creen que lo único que puede romper el bloqueo es la presión interna de los barones y, singularmente, de la andaluza Susana Díaz, quienes ante el horizonte del congreso todavía pendiente para elegir a su nueva dirección temen más que a un nublado dar el menor paso en falso.
Así que, aunque el viernes volverá a votarse la candidatura de Rajoy, todos salieron del Congreso marcando en sus agendas con un círculo la fecha del 25 de septiembre, cuando se celebrarán elecciones en el País Vasco y Galicia. Desde la dirección del PSOE se da por más que probable que el PP, después, acabará sacando adelante los Presupuestos con el apoyo del PNV y de CDC, como ha hecho en otras ocasiones. Pero entre los críticos se cree que Sánchez alberga la intención de abrir una nueva ronda de contactos que, pasados esos comicios, le permita presentar de nuevo su candidatura. Si se cumplen sus expectativas, para entonces los socialistas podrían tener la llave para la continuidad del PNV al frente del Gobierno vasco y, en alianza con la coalición formada por Podemos con En Marea, desplazar al PP del Gobierno de la Xunta. Para finales de septiembre, está también prevista la moción de confianza contra el presidente de la Generalitat de Cataluña, al que el PSC podría ofrecerse como oxígeno salvador para liberarlo de la asfixia a que lo tiene sometido la CUP.
Blablablá. Palabras, palabras y más palabras. Montones de significantes sin significado o, lo que es peor, con significado cambiante según quien los utilice. Y nada nuevo, ni un átomo de impulso o un ápice de fuerza ilusionante, más allá del encomiable esfuerzo de Albert Rivera por acercar a los opuestos. Solo una conclusión provisional: habrá que esperar a ver qué pasa después de las elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre; y una interrogante cada vez más extendida y con perfiles inquietantes: ¿hasta cuándo va a durar este juego antes de que los ciudadanos vuelvan a rodear el Congreso?