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El acuartelamiento del caso Mediador
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Jaime Pérez-Llombet

Con siete puertas

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El acuartelamiento del caso Mediador

Según avanzan las semanas, el guion de la tormenta va cambiando. Empezó con Navarro, Juan Bernardo Fuentes, Taishet Fuentes y el general Espinosa, y se han ido incorporando más

Foto: Coche patrulla de la Guardia Civil en una imagen de archivo. (EFE/Biel Aliño)
Coche patrulla de la Guardia Civil en una imagen de archivo. (EFE/Biel Aliño)
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Los españoles siempre nos hemos tomado muy en serio el uniforme de la Guardia Civil. Será porque nos tienden la mano cuando crecen los ríos o porque cuando nos cruzamos con ellos por la autopista nos ponemos firmes. Será por eso o porque mientras otros cuerpos han transitado por distintos colores —del gris al marrón y del marrón al azul— el verde de la Guardia Civil ha sobrevivido a las décadas, forma parte de nuestro paisaje, lo tenemos incrustado en las retinas; el suyo ha sido un verde constante, imperecedero, con mando en plaza. Siendo así, cuando los tentáculos de algún escándalo entran por las puertas o ventanas de las casas cuartel o de las comandancias, a la opinión pública se le queda la cara que ponen los niños cuando les cuentan (o caen) en que los Reyes Magos son los padres —ese gesto en la línea donde se abrazan el estupor y una decepción agigantada—.

Caso Mediador. Caso Tito Berni. Caso Cuarteles. Caso múltiple. Según avanzan las semanas, el guion de la tormenta va cambiando. Misma serie pero con incorporación de otros artistas invitados. Se veía venir, se dijo. El tiempo jugaría en contra de la narrativa de Marco Antonio Navarro —desplazado a la segunda fila poco a poco, de forma casi imperceptible, de puntillas— para adentrarse, como así ha pasado, en la habitación contigua, en la investigación de contratos que pululaban por los alrededores de la investigación.

Foto: Qué es el caso Mediador y quién está implicado en la trama: del Tito Berni al empresario mediador (EFE/Ramón de la Rocha)

Queda sumario por aflorar. Fotos, audios y transcripciones continuarán aderezando las curvas que faltan para alcanzar la recta final del circuito electoral. Las exclusivas cada vez menos exclusivas de Marco Antonio Navarro seguirán encontrando cobijo en altavoces que lo continuarán recibiendo con puertas, ventanas y micros abiertos por los siglos de los siglos, pero esa llama cada vez da menos de sí. En el patio de butacas el público da muestras de cansancio, pide algo más que una crónica interminable de propósitos oscuros y malas intenciones que, a la espera de lo que concluya la jueza, siguen sin probarse o concretarse en contratos torcidos y decisiones firmes.

Están las fotos, sí. Y toneladas de caspa e indignidad, conversaciones y escenas reñidas con cualquier resquicio de la ejemplaridad que debe caracterizar el comportamiento de los responsables públicos. Esa realidad es incontestable, irrebatible, y provoca un daño electoral al partido de los actores principales, sin duda, y con probabilidad a la política en términos generales. Sin embargo, lo inmediatamente siguiente —identificar si los amaños anunciados se materializaron o no— sigue en el aire, generando que vaya perdiendo fuelle, desinflándose, la parte del caso tuvo a Marco Antonio Navarro en la pista central del circo durante las dos primeras semanas de esta crónica en blanco y negro.

Se han ido incorporando mandos de la Guardia Civil y empresarios que se han movido durante años en su cinturón contractual de confianza

Va cogiendo forma la tesis de que el caso que sigue teniendo a los parlamentarios socialista con la respiración contenida —deseando que la actualidad haga que los titulares del escándalo sigan bajando escalones en las aperturas de los medios— da forma a un periplo triangular, de los burdeles al Congreso de los Diputados y de Las Cortes a las comandancias de la Guardia Civil, convertidas, de momento, en la última estación de la gira que empezó con Navarro, Juan Bernardo Fuentes, Taishet Fuentes y el general Espinosa, reparto al que han ido incorporándose otros mandos de la Guardia Civil y empresarios que se han movido durante años en su cinturón contractual de confianza.

Ahora sí, aunque siempre a la espera de las novedades que puedan seguir arrojando el sumario y la investigación en curso, hay elementos de juicio suficientes para constatar que ha pasado lo que se intuía: el acuartelamiento del caso que sigue siendo el del mediador pero algo menos, de tal forma que llegados a este tramo del recorrido el caso Mediador es y fue, sigue siendo pero va mutando.

Foto: El portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López. (EFE/Chema Moya)

Los chusqueros del caso —el clan de las fotos— no bajarán del barco mientras la jueza no lo diga, pero han ido difuminándose en el día a día informativo, circunstancia que el PP intentará contrarrestar para que no desfallezca el desgaste político. Con todo, el acuartelamiento del relato gana espacio en las crónicas y, de paso, aleja el lío —siquiera un poco— del grupo parlamentario socialista y del PSOE, algo que obviamente no desagrada en absoluto en un partido que necesita distanciar el caso, sacarlo de sus sedes, trasladarlo a otro ámbito que parece ser el de la Guardia Civil, donde los últimos datos siembran dudas sobre las relaciones de algunos mandos con Ángel Ramón Tejera de León, empresario que según se ha ido conociendo gozó de omnipresencia contractual. El caso Mediador no muere, pero su secuela —el caso Cuarteles— está arrebatándole la audiencia a pie de calle. Francisco Espinosa, general. Pedro Vázquez Jarava, teniente general. José María Tienda Serrano, coronel jefe de la Comandancia de Santa Cruz de Tenerife. Cada vez más nombres salen a la superficie, robándole protagonismo informativo a los nombres iniciales —otra cosa será el plano judicial, con sus ritmos—.

Mientras el caso Mediador, Tito Berni o Cuarteles sigue avanzando, en Canarias los partidos navegan la tormenta siguiendo manuales de estilo diferentes. Lógicamente, quienes están fajándose en mayor medida son los socialistas, conscientes de que la factura del escándalo puede desembocar en una desmovilización de su electorado. El presidente del Gobierno canario, y secretario general del PSOE en las Islas, Ángel Víctor Torres, ha aprovechado este fin de semana para poner sobre la mesa sus principales cartas. De una parte, para decretar orden de alejamiento a quienes con sus andanzas ensucien la foto del partido en el archipiélago; y, de otra, multiplicando esfuerzos para proyectar los logros de su Ejecutivo en estos últimos cuatro años. ¿Quedan por salir a la luz parlamentarios, o parlamentarias, que de una u otra forma se hayan cruzado con la tela de araña de Marco Antonio Navarro? A estas alturas la rumorología se consolida como la principal pesadilla del presidente.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra. (EFE/Mariscal)

¿Y la oposición? El PP canario no dará tregua. Sin embargo, Coalición Canaria ha optado por no hacer sangre en un acto multitudinario celebrado este sábado; al contrario, CC ha preferido centrarse en su mensaje, proponer el cambio del cambio que en 2019 supuso la llegada del PSOE a la Presidencia. Todo parece indicar que, a diferencia de los populares, en Coalición han llegado a la conclusión de que no les hace falta sumarse a la hoguera porque el caso Mediador arde con fuerza sin necesidad de echarle más gasolina. El acuartelamiento del escándalo no acaba con su flanco más político, pero está dándole un ligero respiro a los socialistas de las islas y del conjunto del país.

Los españoles siempre nos hemos tomado muy en serio el uniforme de la Guardia Civil. Será porque nos tienden la mano cuando crecen los ríos o porque cuando nos cruzamos con ellos por la autopista nos ponemos firmes. Será por eso o porque mientras otros cuerpos han transitado por distintos colores —del gris al marrón y del marrón al azul— el verde de la Guardia Civil ha sobrevivido a las décadas, forma parte de nuestro paisaje, lo tenemos incrustado en las retinas; el suyo ha sido un verde constante, imperecedero, con mando en plaza. Siendo así, cuando los tentáculos de algún escándalo entran por las puertas o ventanas de las casas cuartel o de las comandancias, a la opinión pública se le queda la cara que ponen los niños cuando les cuentan (o caen) en que los Reyes Magos son los padres —ese gesto en la línea donde se abrazan el estupor y una decepción agigantada—.

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