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Las llaves de la legislatura en manos del vecino que te rayó el coche (vaya papeleta)
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Jaime Pérez-Llombet

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Las llaves de la legislatura en manos del vecino que te rayó el coche (vaya papeleta)

Los socialistas han respondido bien en Canarias, empatando a seis diputados con el hipotético favorito, el PP, y mejorándolo con un ejército de senadores

Foto: Pedro Sánchez en un acto en Tenerife a finales de junio. (EFE/Miguel Barreto)
Pedro Sánchez en un acto en Tenerife a finales de junio. (EFE/Miguel Barreto)
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Hay partido. Héctor Gómez, exportavoz del grupo parlamentario socialista y ministro de Industria, Comercio y Turismo, nunca dejó de creer. Hay partido —me repitió Gómez, una y otra vez antes de la campaña, y durante, tanto en conversaciones telefónicas como a golpe de WhatsApp—. Hay partido, insistía sin dejar de creer. Ahora, con el desenlace sobre la mesa, cabe concluir que tenía razón, sí, pero que le faltó decir que el partido al que se refería era el PSOE, con una organización capaz de sobreponerse a meses nadando contra la corriente y con las casas de apuestas dándoles la espalda. Los socialistas tienen un partido bien musculado, sin duda, pero sobre todo tienen un secretario general hecho de un material insumergible. Sánchez es de corcho, de ahí que flote con tanto oficio sobre aguas revueltas, sondeos apocalípticos o ciclos con aspecto de haber alcanzado el punto final.

Foto: El nuevo ministro de Industria, Héctor Gómez, posa para una entrevista con El Confidencial durante su etapa como portavoz del PSOE en el Congreso. (Alejandro Martínez Vélez)

El presidente resucita una y otra vez porque siempre hay quien lo rescata. Años atrás fueron los militantes. Esta vez ha sido Vox. Solo Vox y la lumbalgia estratégica de Feijóo, en la recta final de la campaña, podían dar forma a la penúltima resurrección de Sánchez. Dicho. Y hecho. Con todo, el PSOE no lo tendrá fácil. La euforia dominical de la ministra de Hacienda (gesticulando sin límite en Ferraz, hasta el punto de distraer y restar protagonismo a la intervención del candidato) confirma que los socialistas temían un batacazo tan grande como la agitación de Montero. Eso sí, la coreografía cumpleañera de la ministra no casa con el olor a bloqueo que empapa el ambiente, tampoco con el problema que a todas luces dibuja una aritmética tan tóxica.

Los socialistas también han respondido bien en Canarias, empatando a seis diputados con el hipotético favorito, el PP, y mejorándolo con un ejército de senadores. En mayo ganaron pero perdieron. En julio, apenas dos meses después, el PSOE canario empata pero gana. Tablas. Socialistas y populares igualan a seis su aportación al tablero de un país que despierta a la amenaza de volver a caer en el bucle de la repetición electoral. Excepto Nueva Canarias (que tuvo presencia y peso en el Congreso, y ya no) en las Islas todos han quedado razonablemente contentos. Sumar y Vox añaden un acta a sus grupos respectivos y Coalición, aun con una sola parlamentaria, sueña con tener un papel más o menos visible en la película que se empezó a rodar la noche del veintitrés.

Foto: El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo. (EFE/Miguel Barreto) Opinión

Coalición se comprometió a no participar en ningún acuerdo que tenga a Vox como colaborador necesario. Tanto en las autonómicas y locales, como en las generales, esa línea roja (o verde, en este caso) ha sido su mantra. Con Vox ni a la esquina. Con Vox nada. Curtidos en mil batallas, a los guionistas de Coalición se les da bien ser agua. Siempre encuentran camino. Oficialmente, mantendrán en pie ese compromiso, pero si las circunstancias tocan a la puerta de CC siempre darán con un resquicio para eludir la profecía de no compartir vagón con Vox. Quizá lo harán explicando que se referían a que nunca llegarían a un acuerdo de investidura con el PP si los populares tienen a Vox sentado en el Consejo de Ministros.

Por ahí no. Nunca. Jamás. Cosa diferente es que los de Santiago Abascal participen desde fuera, como grupo parlamentario de apoyo. Entonces sí, quizá, tal vez, en el intento de investidura de Alberto Núñez Feijóo podría Coalición sumar su escaño para facilitar la gobernabilidad del país sin saltarse la línea prometida —o no del todo, al menos—. Tampoco descartan los nacionalistas alinear su voto con el PSOE en una hipotética investidura de Sánchez.

En boca de la inminente diputada de CC, Cristina Valido, la posibilidad de negociar y acordar un voto favorable al candidato socialista es igualmente sólida. Por supuestísimo que sí —ha dicho, literalmente, Valido—. Una cosa es gobernar con el PP en Canarias y otra diferente es renunciar a rascar algo en los escenarios que se han abierto; al que cabría añadir un tercero, el bloqueo, que maldita gracia haría a Coalición —que esta vez sumó 114.718 votos—. Esta vez Nueva Canarias (el partido Pedro Quevedo, recordado como el diputado ciento setenta y seis, con permiso de Ana Oramas) se ha quedado fuera, abriendo por milésima vez el debate en los planetas del nacionalismo local sobre la oportunidad de ir de la mano a Congreso y Senado.

Foto: Ana Oramas, frente a Sánchez, Carmen Calvo y Dolores Delgado. (EFE/Mariscal)

Una repetición electoral retrasaría (y de qué manera) el comienzo efectivo de la legislatura en el ámbito autonómico. Si finalmente se da un escenario de bloqueo en los ministerios, no se alcanzará la velocidad crucero hasta 2024, dibujando el peor de los calendarios posibles. Con la Administración central en servicios mínimos no hay forma de coger ritmo en los ámbitos autónomos que dependen para tantas cosas de los Presupuestos Generales del Estado. Mal asunto para el Gobierno canario que el país se sumerja en meses de interinidad, y tan malo o peor para el pacto que en las Islas une a CC y PP sería que rompiendo los pronósticos, el presidente Sánchez logre amarrar otros tantos años en Moncloa, abriéndose —si se consuma la reelección— un escenario de tensión permanente en las relaciones Canarias-Estado.

Había partido. Sánchez ha salvado momentáneamente otra bola de partido —otra más—. Con el laberinto que han dejado las urnas, no hay comunidad autónoma que no quede a la espera de que eche a andar una legislatura convulsa o, en su caso, de sufrir las consecuencias de un bloqueo que aboque a la parálisis hasta el año próximo. En Canarias unos y otros, Gobierno y oposición, Coalición y PP, junto con los socialistas, hacen balance conscientes de que los resultados del domingo añaden dificultad a las dificultades que traía en la mochila el cuatrienio que ha comenzado a rodar en las Islas, eso sí, con cuatro de los cinco sentidos pendientes de cómo se mueven las cosas en Madrid ahora que la llave de la legislatura quedan en manos de Carles Puigdemont —algo así como dejar las llaves de tu casa y la combinación de la alarma al vecino que te rajó las ruedas del coche o tiró sus bolsas de basura en tu rellano—. Huele a bloqueo, pero el presidente, candidato y secretario general del PSOE es de corcho. Flota, resiste, se hunde, pero vuelve a la superficie, resucita, una vez, y otra, y otra más.

Hay partido. Héctor Gómez, exportavoz del grupo parlamentario socialista y ministro de Industria, Comercio y Turismo, nunca dejó de creer. Hay partido —me repitió Gómez, una y otra vez antes de la campaña, y durante, tanto en conversaciones telefónicas como a golpe de WhatsApp—. Hay partido, insistía sin dejar de creer. Ahora, con el desenlace sobre la mesa, cabe concluir que tenía razón, sí, pero que le faltó decir que el partido al que se refería era el PSOE, con una organización capaz de sobreponerse a meses nadando contra la corriente y con las casas de apuestas dándoles la espalda. Los socialistas tienen un partido bien musculado, sin duda, pero sobre todo tienen un secretario general hecho de un material insumergible. Sánchez es de corcho, de ahí que flote con tanto oficio sobre aguas revueltas, sondeos apocalípticos o ciclos con aspecto de haber alcanzado el punto final.

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