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La hipótesis de una lumbalgia en la relación Canarias-Estado
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Jaime Pérez-Llombet

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La hipótesis de una lumbalgia en la relación Canarias-Estado

No solo en las instituciones gobernadas por Coalición con los populares cruzan los dedos para que el desconcertante final de campaña de Feijóo no termine pasándoles factura. Los socialistas del archipiélago también contienen la respiración

Foto: El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo. (EFE/Miguel Barreto)
El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo. (EFE/Miguel Barreto)
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Canarias vive estos días con la respiración contenida. Conscientes de que una penúltima resurrección y reelección de Pedro Sánchez les enfriaría las puertas de los ministerios, Coalición Canaria y PP —compañeros de viaje en el Gobierno autonómico y en un buen puñado de cabildos y ayuntamientos— ponen velas a todos los santos para que la lumbalgia de Alberto Núñez Feijóo no termine provocándoles un dolor localizado en la parte inferior de la espalda presupuestaria o, en su caso, en la estructura músculo esquelética de la columna vertebral, competencial, ministerial e inversora —en las relaciones Canarias-Estado, en definitiva—.

No solo en las instituciones gobernadas por Coalición con los populares cruzan los dedos para que el desconcertante final de campaña de Feijóo no termine pasándoles factura. Los socialistas del archipiélago también contienen la respiración, conscientes de que otro gobierno presidido por Sánchez les facilitaría un escenario de puertas calientes en los distintos despachos de la Administración del Estado, y, quién sabe, quizá algún ministerio, secretaría de Estado o hueco en alguna empresa pública, último tren para quienes desalojados del poder en las Islas tienen enormes dificultades para resituar a los suyos. A todos, sin excepción, les va la vida en lo bien o mal que les vaya este domingo. Hay partido —susurran con tanta convicción como insistencia desde las filas socialistas—. Estamos mejor de lo que cuentan los sondeos, confiesan los populares. Cualquier cosa puede pasar —advierten en la fontanería de Coalición—. Sumar, un ente abstracto en el archipiélago, también hace sus cálculos. Podemos no se sabe. No están. Se los ha tragado la tierra, han desaparecido.

Foto: Efectivos de Emergencias con un grupo de inmigrantes que llegaron a Canarias. (EFE/Javier Fuentes) Opinión

Una legislatura a puerta fría o caliente en Moncloa y en los ministerios dibuja escenarios diametralmente opuestos. Según el presidente del Ejecutivo regional, Fernando Clavijo, lo que finalmente ocurra el 23 de julio y en los días o semanas siguientes no afectará al Gobierno autonómico. Clavijo tira de manual, no carga contra la hipótesis de otro gabinete con Sánchez al frente porque institucionalmente puede pero no debe —no sea qué, no vaya a ser qué—. Sin embargo, sabe el líder de Coalición que, a ojos de su gobierno, en un escenario u otro (Sánchez o Feijóo) el día a día de las relaciones entre ambas administraciones se parece lo que un huevo a una castaña. Nada que ver. Puerta caliente o fría. Autopista o carretera secundaria. WhatsApp o burofax. Complicidad o mala vecindad. No es lo mismo. De ahí los nervios y la respiración contenida.

No solo los principales partidos de las Islas o sus recién constituidas mayorías de gobierno contienen la respiración. Quienes el domingo irán o no a votar también la contienen, pero en la playa, cuando nadan o bucean. En pocos territorios como en las Islas queda descontextualizada una convocatoria electoral. Agendas de campaña y playa chocan frontalmente sobre un terreno invadido por turistas o residentes que viven de espaldas a encuestas, lumbalgias —más o menos inesperadas, inoportunas o espontáneas— y a debates de última hora tan planos como inocuos. Unas elecciones generales en verano solo encuentran un cierto paralelismo en lo que fue, por culpa de la pandemia, celebrar un carnaval en junio. La gente terminó animándose, sí, pero lo justo, tímidamente, consciente de que cada cosa tiene su mes; el del carnaval es febrero y el ecuador del verano no parece el mejor momento para pedir a los electores que sigan de cerca una campaña que les queda lejos —de la playa, sin duda, pero sobre todo de la descompresión mental que traen consigo julio y agosto—. Habrá que esperar al domingo para saber si en las Islas, siendo estas semanas tan propicias al descanso veraniego y tan poco dadas a cumplir con deberes u obligaciones, la participación se resiente o no del desentendimiento que se respira a pie de calle.

Foto: El secretario general de CC, Fernando Clavijo (d), y el líder del PP canario, Manuel Domínguez (i). (EFE/Ángel Medina G.) Opinión
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Los partidos con mayor implantación en el archipiélago viven estos días en un sin vivir, les cuesta hacer profecías, dudan, a ratos se dejan arrullar por el optimismo pero acto seguido confiesan el miedo a un zarpazo (los socialistas), a una decepción teñida de fracaso (en el PP) o a verse arrollados por el mal de la inexistencia, en el caso de Coalición —confiados los nacionalistas en mantener su presencia en el Congreso, pero sin descartar un susto—. Esta recta final no está resultando sencilla. Demasiados meses de campaña electoral. Demasiado calor. Demasiadas ganas de desconectar. Esperar que los electores sigan con entusiasmo lo que ocurre en la campaña es mucho pedir. Saturación. Cansancio e incluso hastío. Difícilmente los mensajes siguen colándose piel adentro. Huele a pescado vendido y a que poco o absolutamente nada más pueden hacer los candidatos por captar la atención de quienes se han vuelto impermeables a eslóganes y frases prefabricadas en las cocinas de las sedes.

Las Islas no han sido una excepción al relato que ha dejado a su paso la campaña que a estas horas da los últimos pasos. En Canarias, como en otras regiones, el guión del bipartidismo —que tanto se pelea y necesita— lo ha invadido prácticamente todo. El duelo al amanecer y a todas horas de PSOE y PP apenas ha dejado espacio para el resto de concursantes o concurrentes. Una vez más el bipartidismo se ha dirigido a las tripas, al intestino, al hígado, y bastante menos a la cabeza. Otra vez movilizando a los propios con la gasolina de la confrontación. Hay que echar a estos. Hay que evitar que lleguen aquellos. A la contra. Otra vez sembrando que se vote contra algo o alguien, nunca a favor de algo o alguien. Ha sido una campaña a dos. Ni a cuatro ni a más, únicamente la pareja de hecho del bipartidismo reinante ha ocupado la primera fila del patio de butacas.

Tampoco ha ayudado a animar la campaña su coincidencia con la constitución de gobierno, cabildos y ayuntamientos

En Canarias la campaña y la vida se llevan con algo más de calma. Si bien completamente marcada por el pulso de lo que ocurra en la pista central —en Madrid—, en las Islas el perfil de los candidatos de los distintos partidos ha facilitado que estas semanas hayan transcurrido en el ámbito local con el debido respeto. Tampoco ha ayudado a animar la campaña su coincidencia con la constitución de gobierno, cabildos y ayuntamientos, no es fácil estar a una cosa y la otra. Ni las olas de calor han logrado contrarrestar la frialdad con la que en oficinas, bares u hogares se ha convivido con una campaña que calentará o enfriará las puertas en las que a partir de otoño tocará el Gobierno canario.

Canarias vive estos días con la respiración contenida. Conscientes de que una penúltima resurrección y reelección de Pedro Sánchez les enfriaría las puertas de los ministerios, Coalición Canaria y PP —compañeros de viaje en el Gobierno autonómico y en un buen puñado de cabildos y ayuntamientos— ponen velas a todos los santos para que la lumbalgia de Alberto Núñez Feijóo no termine provocándoles un dolor localizado en la parte inferior de la espalda presupuestaria o, en su caso, en la estructura músculo esquelética de la columna vertebral, competencial, ministerial e inversora —en las relaciones Canarias-Estado, en definitiva—.

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