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Mariano, Feijóo y Yolanda: por qué España quiere gallegos en Moncloa
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Carlos Prieto

La caída de Saigón

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Mariano, Feijóo y Yolanda: por qué España quiere gallegos en Moncloa

¿Estamos viviendo los últimos días del sanchismo? ¿O no? Desbarres, volantazos y psicodramas de la campaña. Crónicas costumbristas (y absurdas) desde el frente electoral

Foto: Alberto Núñez Feijóo y Yolanda Díaz en Santiago. (EFE)
Alberto Núñez Feijóo y Yolanda Díaz en Santiago. (EFE)

Hola. Yo soy Valéry Giscard d'Estaing, y usted no lo es.

En 1998, pisé Galicia por primera vez: The Cure tocaban gratis en la playa de Riazor (¡The Cure en una playa! Sí, pero no se asusten: Robert Smith no iba en bañador, sino de estricto gótico). Esa noche sufrí la típica pesadilla atlántica. Buscaba un bar. Pregunté a un transeúnte cómo ir. Me miró melancólico. Arrancó una vaga letanía sobre todas las rutas posibles, educado, pero también inquieto y resignado; en plan: "¡Con lo bien que iba todo hoy, e agora obrígasme a concretar, carallo". Por supuesto, no saqué una ruta en limpio. Pregunté a varios gallegos más, pero solo conseguí que el camino al bar se cubriera de más y más neblina. Tiré la toalla. Me senté en la calle a beber una lata con un amigo. Ni tan mal.

Foto: Foto: Reuters/Borja Suárez.

En efecto, si algo tienen claro los gallegos, es que hay que huir de las respuestas concretas. Si usted pregunta a un gallego qué clase de animal es Goofy, echará a correr y no parará hasta Sebastopol. Y si usted insiste, sufrirá un contraataque letal: a su interrogante, el gallego responderá con un "¿quién pregunta?", que le dejará a usted indefenso y sollozante.

Vienen curvas

El escapismo político gallego lleva siendo cuestión de Estado en España desde tiempos inmemorables. Francisco Franco, Manuel Fraga, Mariano Rajoy, Alberto Núñez Feijóo y Yolanda Díaz nacieron en Galicia. Son cien años de hegemonía gallega de (sobre todo) la derecha española. Un siglo sin saber si los políticos que manejan nuestras vidas suben o bajan. Varias generaciones a oscuras.

Si usted se pregunta por qué aún no sabemos bien qué pasó el 23-F, no debe preocuparse: no es que nos oculten una conspiración, es que todo lo montó un gallego. En efecto, a golpe de sobreentendidos y de hablar en lenguas muertas, Armada logró que casi todo el mundo se subiera a su barco antes de la asonada (eso sí, a nadie le quedó nunca claro si el barco iba a colisionar al Congreso o era un crucero por el Caribe).

Durante el juicio a los golpistas, algunos abogados intentaron que Armada hablara claro de una maldita vez; acabaron tarumbas en el intento. Lo contó Martín Prieto en sus crónicas del juicio:

Si usted le pregunta a un gallego qué clase de animal es Goofy, echará a correr y no parará hasta Sebastopol

"Armada, quizá sinuoso por naturaleza, desarrolla una autodefensa basada en la práctica rural de marear a la perdiz… Raramente contesta sí o no, y aún menos con énfasis; sus construcciones verbales son curvilíneas, rodea constantemente el objetivo intelectual al que quiere acercarse, para, muchas veces, acabar huyendo de él. Conociendo su cultura, no es difícil atribuirle una lectura sosegada de La estrategia de la aproximación indirecta, del coronel Liddell Hart, el mejor tratadista británico y acaso mundial de temas militares. Si a Armada se le preguntara en la sala si es autor directo de un crimen de sangre, es harto probable que no contestara con una indignada y cortante negativa; comenzaría aduciendo que las cosas son en esta vida más complicadas de lo que parecen y que si se le permite procederá, a un exordio previo".

La leyenda

Que Mariano Rajoy es el occidental más impasible lo saben los chinos. Durante su mandato, el único momento que se le vio levemente atribulado fue cuando el rescate financiero, días difíciles y estresantes, que Rajoy resolvió con una declaración que es la Piedra Rosetta del galleguismo político:

"Si una agencia o alguien dice que este fin de semana vamos a pedir el rescate, caben dos posibilidades: que esa agencia tenga razón y mejor información que yo, lo cual es muy posible; o que no sea así, lo cual a lo mejor también es posible... o no, ¡qué más da! Pero, si a usted le sirve de algo lo que yo pueda decirle, y si le parece que lo que yo pueda decirle es más importante que esa filtración, le diré que no. Pero, aun así, puede usted pensar lo que estime oportuno y conveniente porque, además, a lo mejor acierta".

Contra esto, como verán ustedes, no se puede luchar. Es mejor entregar las armas y que nos gobiernen políticos gallegos los siguientes mil años.

Vuelva usted mañana

Durante su paso por El Hormiguero, Pablo Motos preguntó y repreguntó a Feijóo por la eutanasia. La respuesta de Feijóo fue prolija: habló de los comités de bioética, de los enfermos de ELA y de la enfermedad de su padre. Habló de todo, en efecto; de todo menos aclarar su posición sobre la eutanasia, que envolvió en calima, bruma y jerigonza.

Todo estaba listo para que la campaña fuera un parque de atracciones para políticos gallegos: bastaba con agitar el antisaschismo para ganar

Todo estaba preparado para que la campaña electoral fuera un parque de atracciones para políticos gallegos, es decir, un paseo militar para Feijóo, pues bastaba con agitar el antisanchismo para ganar las elecciones. Feijóo tenía suficiente con quedarse quieto y dejar que la corriente le llevara a la Moncloa. No es casualidad que los dos primeros vídeos electorales del PP —el de "verano azul" y el de "Feijóo viene de una aldea gallega"— fueran costumbrismo puro, vaciado ideológico, significantes vacíos revolviéndose en la tumba de Ernesto Laclau.

Pero como el rival también juega: los pactos locales PP/Vox embarraron la campaña de Feijóo, al que en El Hormiguero preguntaron si Santiago Abascal sería su vicepresidente en Moncloa.

No obstante, como el PP sigue en cabeza en las encuestas, el plan de campaña sigue en pie: hay más posibilidades de ver al cometa Halley que a Feijóo en un debate electoral. Porque si un político gallego se caracteriza por no decir nada cuando habla, si directamente no habla, ya es la apoteosis del galleguismo.

Foto: ¡Corre, Sánchez, corre! (EFE/Borja Puig de la Bellacasa) Opinión

Epílogo

Yolanda Díaz tiene un truco cuando le hacen una pregunta complicada; arrancar diciendo: "Lo que propongo es muy claro". Lo siguiente, por supuesto, es el mayor banco de niebla visto nunca. Yolanda, en definitiva, tiene madera de presidenta.

En un país que tiende a la histeria, y en el que se nos va la fuerza por la boca, nada mejor que rendirse a gallegos capaces de congelar el tiempo con su magia. ¡Y a vivir que son dos días!

Hola. Yo soy Valéry Giscard d'Estaing, y usted no lo es.

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