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Francesc de Carreras

La funesta manía de escribir

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Nuestra verdadera fiesta nacional

La idea de la unidad de Europa es antigua, se remonta a los inicios de la Edad Media, pero es en el siglo XX, tras 1918, cuando se llega a mayores concreciones, muy en especial para evitar repetir las guerras que enfrentaban a Francia y Alemania

Foto: Banderas de la Unión Europea en la entrada de la Comisión en Bruselas. (Reuters/Yves Herman)
Banderas de la Unión Europea en la entrada de la Comisión en Bruselas. (Reuters/Yves Herman)
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El lunes pasado, 2 de mayo, se celebró el levantamiento del pueblo de Madrid contra las tropas francesas de Napoleón en 1808. Mañana 9 de mayo se conmemora el Día de Europa. ¿Por qué en esa fecha? Porque se cumple el aniversario de la "Declaración Schuman", de un ya lejano año 1950, considerada como el embrión de lo que hoy es la Unión Europea. Personalmente, lo que festejo es el 9 de mayo, que mira al futuro, y no el 2 de mayo, que recuerda el pasado y no precisamente el más glorioso de España, sino quizás uno de los más rancios, castizos y tradicionales.

Precisamente en estos últimos días han pasado por España dos grandes autoridades de la Unión Europea. En las jornadas anuales del barcelonés Círculo de Economía, siempre muy europeísta, estuvo la presidenta de la Comisión Europea, señora Von der Leyen, que pronunció un polémico discurso. Por su parte, en la sede del Tribunal Constitucional y en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, invitado por la Fundación Carlos de Amberes —que se está convirtiendo en un referente del europeísmo en Madrid— intervino el juez Koen Lenaerts, presidente del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que en una exposición precisa y clarísima puso el acento en la "primacía, unidad y efectividad" del Derecho de la Unión sobre el de los estados miembros, hoy puesto peligrosamente cuestionado por Polonia y Hungría, así como por los partidos populistas de la derecha conservadora europea.

La idea de la unidad de Europa es antigua, se remonta a los inicios de la Edad Media, a Carlomagno, al libro 'De Monarchia' de Dante...

Ambas instituciones, la Comisión y el Tribunal, han sido los órganos más determinantes para que el proceso de unidad europea avanzara hacia sus objetivos iniciales por una senda firme y segura desde la firma en 1957 del Tratado de Roma, constitutivo de la Comunidad Económica Europea (CEE). Pero mañana, se celebra el momento embrionario de esta unidad, el emblemático discurso del entonces ministro de Exteriores francés, Robert Schuman. Vale la pena recordar el contexto en el que fue pronunciado, así como su finalidad y consecuencias.

La idea de la unidad de Europa es antigua, se remonta a los inicios de la Edad Media, a Carlomagno, al libro 'De Monarchia' de Dante, al Imperio Romano Germánico, a la monarquía de los Habsburgo o, en tiempos más cercanos, a las obras de Kant, Proudhon o Víctor Hugo, entre otros. Pero es en el siglo XX, tras 1918, cuando se llega a mayores concreciones, muy en especial para evitar repetir las guerras que enfrentaban a Francia y Alemania. Fueron piezas clave del europeísmo en el período de entreguerras el movimiento presidido por Coudenhove-Kalergi o el fallido proyecto, en parte parecido al de Schuman, del primer ministro socialista francés Aristide Briand escrito por el poeta Saint-John Perse.

Ya en plena guerra, la actitud de Leon Blum y el famoso "Manifiesto de Ventotene" de Spinelli y Rossi, fueron otros elementos que contribuyeron a crear conciencia de que la unidad de Europa era imprescindible para construir las estructuras que garantizasen la paz. En la última fase de la guerra y en la postguerra, este objetivo fue objeto de múltiples iniciativas, imposible enumerarlas. La más importante sin duda la creación en 1949, tras el Congreso de La Haya, del Consejo de Europa, todavía en activo, dedicado en especial a la defensa de los derechos humanos (Convenio Europeo de 1950 y Tribunal de Estrasburgo) y de la democracia en sus estados miembros (Comisión de Venecia de 1990). Pero lo que dio un gran impulso a la unidad fue la Declaración Schuman porque planteaba una estrategia nueva y distinta, lo que se ha denominado "método funcional" para la construcción de la unidad europea.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE/Quique García) Opinión
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En efecto, hasta entonces todos estos proyectos y movimientos europeístas pretendían que la unidad surgiría mediante una unión entre los estados, un Estado federal al modo de EEUU sin pasar por fases intermedias. El método funcionalista, ideado por Jean Monnet y aceptado por Schuman, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Francia, estaba basado en dar un rodeo para llegar al mismo objetivo: la unidad europea. Este rodeo consistía en crear un núcleo de intereses económicos comunes entre Francia y Alemania.

En efecto, la Declaración constata: "Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas que creen, en primer lugar, una solidaridad de hecho". Las realizaciones concretas eran, para empezar, "someter el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad, en un organismo abierto a los demás países de Europa". Y añade a continuación: "La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea, y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas".

Lo que mañana celebramos es el "Día de Europa", nuestra verdadera fiesta nacional en el siglo XXI

La solidaridad que van a crear estos intereses comunes impedirá, pues, cualquier nueva guerra. Así lo proclama la Declaración: "(...) se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas". Pero no solo impedirá una nueva guerra, sino que permitirá un mayor desarrollo económico, un mercado único y, a la postre, una federación política europea.

Este tratado se firmó un año después por parte de Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Fue el Tratado de la CECA, que creó la Comunidad Económica del Carbón y del Acero. Francia producía mucho carbón y poco acero, Alemania al contrario: así pues se complementaban. Schuman buscó y encontró rápidamente la colaboración de Adenauer y De Gasperi: los tres eran democristianos y los tres hablaban entre sí alemán, su lengua materna. Y como los tres mosqueteros siempre son cuatro, y este último es el más importante, ahí estaba en la trastienda Jean Monnet, el europeo más ilustre, más discreto, más influyente. Lean sus admirables memorias.

Ahí empezó todo, fue el germen, la semilla, de la unidad europea que tanto ha avanzado con el tiempo. Es lo que mañana celebramos, es el "Día de Europa", nuestra verdadera fiesta nacional en el siglo XXI.

El lunes pasado, 2 de mayo, se celebró el levantamiento del pueblo de Madrid contra las tropas francesas de Napoleón en 1808. Mañana 9 de mayo se conmemora el Día de Europa. ¿Por qué en esa fecha? Porque se cumple el aniversario de la "Declaración Schuman", de un ya lejano año 1950, considerada como el embrión de lo que hoy es la Unión Europea. Personalmente, lo que festejo es el 9 de mayo, que mira al futuro, y no el 2 de mayo, que recuerda el pasado y no precisamente el más glorioso de España, sino quizás uno de los más rancios, castizos y tradicionales.

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