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Radiografía de la crisis interna del PP (y un apunte sobre el desenlace)
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Ángel Alonso Giménez

Los tártaros

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Ángel A. Giménez

Radiografía de la crisis interna del PP (y un apunte sobre el desenlace)

La dirección nacional de los populares, con Teodoro García Egea a la cabeza, ha diseñado un plan de renovación provincial que está chocando con los intereses de los barones. La crisis interna está servida

Foto:  El presidente del PP, Pablo Casado (d) y el secretario general, Teodoro García Egea. (EFE)
El presidente del PP, Pablo Casado (d) y el secretario general, Teodoro García Egea. (EFE)
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El Partido Popular de Pablo Casado salió dañado de las elecciones catalanas y ha iniciado un proceso de curación alucinante. En vez de coser todo lo que estaba deshilachado en tantas y tantas provincias, está haciendo jirones cada prenda y cada trapo. Altos cargos del partido y dirigentes intermedios asisten estupefactos a una retahíla de luchas casi cainitas entre las direcciones autonómicas y la dirección nacional del PP. Un PP contra otro PP. O varios PP contra un PP. O todos contra Teodoro García Egea. O Teodoro García Egea contra todos.

Huele a pólvora en Andalucía, y perdón por la metáfora. La comunidad más importante que gobiernan los populares se ha convertido en el inesperado escenario de una lluvia de 'pullitas' y amenazas veladas. El lugar en el que el Partido Popular debería desfilar unido porque por fin gobierna allí donde soñó Javier Arenas es un campo de batalla. Por un lado, la dirección del partido en la autonomía; por otro lado, García Egea, Ana Beltrán y Pablo Montesinos, es decir, los lugartenientes de Casado en Génova. "Estaba todo encarrilado y Madrid viene y lo rompe", dice un dirigente andaluz. "No existe el PP en Andalucía", afirma un dirigente nacional. Y así todo.

Foto: El presidente de la Junta de Andalucía y del PP andaluz, Juanma Moreno. (EFE)
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Aunque en Sevilla se localiza ahora mismo el epicentro del seísmo interno, los temblores se notan en toda España. Tal y como informan este miércoles Paloma Esteban y Fernando Garea, los barones del partido están enojados porque no les gustan las formas con que la dirección nacional está penetrando en las provincias. Apuestan los presidentes autonómicos por el consenso y por el entendimiento. "Quieren renovar, perfecto, ningún problema: hablemos", apunta uno de ellos. "Pero si quieren imponer, habrá problemas", añade acto seguido. "Lealtad, toda; sumisión, ninguna", zanja.

En la sala de máquinas de Génova, la lectura es diferente. "Urge organizar la base", comentan a este medio fuentes de la cúpula. La base, en este conflicto, es lo local y lo provincial. Sostienen que la formación se encontraba adormecida, cuando no moribunda, y que era necesaria una terapia de choque. Pablo Casado dijo en el congreso que le aupó al liderazgo nacional que aspiraba a diseñar un partido ensamblado desde la base. Pidió a su número dos que dibujara unos planos y trazara un plan de acción. García Egea le puso un mapa encima de la mesa, en la séptima planta de la sede, y le marcó los territorios donde había que empezar: Comunidad Valenciana, Baleares, Canarias, Aragón... El calendario vino después: a mediados de 2021, estará la renovación provincial hecha, caiga quien caiga. "¿Ok, presidente?", preguntó el secretario general. "Ok", respondió el líder.

Lo que quiere Génova

Pablo Casado y Teodoro García Egea han estudiado numéricamente la situación actual y han hecho proyecciones. Por ejemplo: Alberto Núñez Feijóo gobierna Galicia con mayoría absoluta, pero el PP gallego ha desaparecido de las principales instituciones locales. Solo ha retenido la Diputación de Ourense. Otro ejemplo: en la Comunidad Valenciana, los populares fueron la formación política hegemónica, hasta el punto de que un cierto tipo de valencianismo se identificó con el Partido Popular. En la capital y en su provincia, una gestora asumió la dirección hace años y así ha estado hasta hace bien poco. Con los escaños que granjea ahora la circunscripción, la entrada a Moncloa se ve lejos, puntualizan fuentes de la dirección nacional. Otro ejemplo, siempre desde el punto de vista de dichas fuentes: en Sevilla, no existe ninguna conexión entre el partido y San Telmo, donde gobierna Juanma Moreno.

Así que García Egea comenzó a patearse las provincias en busca de candidatos y candidatas, la mayoría de su órbita y de su círculo. El objetivo era implantar una nueva estructura que impulsara más presencia en el territorio y preparara desde ya la maquinaria electoral. "No se puede gobernar una ciudad si no tienes una base de partido bien engrasada", aseguran las fuentes de Génova. Las elecciones autonómicas y locales se celebrarán en mayo de 2023, y para entonces Casado y García Egea pretenden que esas dinámicas de partido tan enérgicas hayan catapultado a alcaldes nuevos y a muchos más ediles.

Foto: José María Aznar y Pablo Casado. (EFE)

"Necesitamos una unidad mínima", indican las fuentes consultadas, para situar a Casado en la antesala de la presidencia del Gobierno, y acto seguido, en la misma presidencia del Gobierno. Si la apuesta por un determinado perfil de líder local incomoda a la dirección autonómica, tendrá que adaptarse, concluyen. "Del mismo modo que la nacional no se mete en el nombramiento de consejeros autonómicos, que respeten la voz de la nacional para perfilar un partido que permita el regreso a la Moncloa", señalan.

Lo que quieren los barones

Imaginemos un presidente de una comunidad autónoma del PP que lleva un año espantoso por la pandemia del coronavirus. Le dicen un día en una reunión de la dirección del partido que Génova está cocinando la regeneración provincial en todo el país. En todo. Pasa el tiempo y se entera, por la prensa, de que la apuesta para esa renovación es un cargo del partido que no está en su órbita. Pide a uno de sus dirigentes que se informe sobre lo ocurrido. El enviado y la dirección nacional se reúnen para pactar opciones intermedias. Horas después, los interlocutores vuelven a sus casas sin acercamientos.

Foto: El secretario general del PP, Teodoro García Egea. (EFE) Opinión
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Más o menos esto es lo que ha sucedido en determinadas provincias andaluzas. Cuentan fuentes conocedoras del proceso que el PP andaluz y el PP nacional se pusieron de acuerdo en las renovaciones de las estructuras de Granada, Málaga y Córdoba. Se emplazaron a solucionar las asperezas de los demás territorios. No ha sido posible. En Sevilla, la joya de la corona, la apuesta de Génova es la presidenta que ya estaba, quien no agrada a la cúpula de los populares andaluces. La dirección autonómica pide repetidas veces un acuerdo. La dirección nacional responde que ese acuerdo solo se producirá si se respalda su apuesta.

La intensidad de la disputa es tal que varios presidentes autonómicos han empezado a llamarse entre ellos para dilucidar qué está sucediendo. No dan crédito. Consideran, comenta una fuente al tanto de estas conversaciones, que esta regresión a los tiempos de Francisco Álvarez Cascos es un error de bulto. Presidentes como Juanma Moreno o Alfonso Fernández Mañueco ejercen poder institucional y, por tanto, ejercen poder real. Casado no tiene esos resortes. No entienden, destacan las fuentes mencionadas, cómo el líder nacional quiere taponar ese caudal.

Foto: El líder del PP, Pablo Casado, y el presidente de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE)

Un apunte sobre el desenlace

Quizá no haya solución. Los ánimos están demasiado caldeados. Hay que retroceder a los tiempos del congreso de 2008 en Valencia, del que Mariano Rajoy salió elegido, para hallar un nivel de enfado y malestar internos tan ostensible.

Evidentemente, este clima pasará, porque ni a Moreno, ni a Ayuso ni a Mañueco les interesa estar a tortas con la dirección nacional. Tampoco a Pablo Casado. De hecho, es a él a quien no le interesa para nada este ambiente de ceño fruncido y cara de perro. Al líder del PP le acechan un enemigo externo cada vez más poderoso, Vox, y otro que ya lo es, Pedro Sánchez. Es suicida que se embarre con peleas internas y triquiñuelas rastreras. El camino más directo hacia la terna del éxito (liderazgo, proyecto y equipos) se lo están marcando los presidentes autonómicos, básicamente porque gestionan dinero público. Debería aprovecharlo.

El Partido Popular de Pablo Casado salió dañado de las elecciones catalanas y ha iniciado un proceso de curación alucinante. En vez de coser todo lo que estaba deshilachado en tantas y tantas provincias, está haciendo jirones cada prenda y cada trapo. Altos cargos del partido y dirigentes intermedios asisten estupefactos a una retahíla de luchas casi cainitas entre las direcciones autonómicas y la dirección nacional del PP. Un PP contra otro PP. O varios PP contra un PP. O todos contra Teodoro García Egea. O Teodoro García Egea contra todos.

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