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El cine porno que casi alcanza los Goya: 110 años del edificio de 'El Imparcial'
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Miguel Díaz Martín

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El cine porno que casi alcanza los Goya: 110 años del edificio de 'El Imparcial'

¿Qué tienen en común el liberal José Ortega y Gasset, el actor porno Rocco Sifredi y el pintor universal Francisco de Goya? En el Madrid que caminamos, estos tres personajes confluyen en un solo punto: este edificio

Foto: El interior del edificio de 'El Imparcial', que es actualmente la Sala Equis. (EFE/Javier López)
El interior del edificio de 'El Imparcial', que es actualmente la Sala Equis. (EFE/Javier López)

El palacete situado en el número 4 de la calle del Duque de Alba -a pocos pasos de la plaza de Tirso de Molina- destaca por su zócalo granítico y sus torreones laterales. Con 110 años recién cumplidos, sus muros han albergado, sucesivamente, la redacción del periódico "más influyente" de principios del siglo XX -según los archivos de la Biblioteca Nacional-, una sala convencional de proyecciones durante el franquismo y, ya en democracia, el último cine porno de la capital, que a punto estuvo de alcanzar la gloria en los premios Goya.

La historia de este edificio comienza el 7 de marzo de 1913. En esa insigne fecha, los próceres del Madrid del nuevo siglo acompañaron al rey Alfonso XIII y a su jefe de Gobierno, Álvaro Figueroa y Torres, Conde de Romanones, en la inauguración de "la nueva casa de El Imparcial", en palabras de El Eco de la Construcción.

Foto: Montaje de la jirafa en el laboratorio de taxidermia. De izquierda a derecha: sentados, José María Benedito y Luis Benedito; en pie, ayudante y Conrado Chaves. (Archivo del Museo)

Era este un "elegante palacio de la industria periodística", diseñado por el arquitecto madrileño Daniel Zavala y Álvarez, autor, entre otros, de edificios icónicos del Madrid moderno, como la sede del actual Instituto Francés, la iglesia del palacio del Conde de Vistahermosa, el templo del Hospital de la Cruz Roja o el icónico Cine Madrid, nacido en realidad como uno de los primeros frontones vascos de la ciudad de los que tendremos ocasión de hablar en este blog.

El Imparcial era en ese momento un "acreditado rotativo, verdadero portaestandarte del mérito periodístico español". Zavala y Álvarez quiso hacer justicia a esa impronta con una fachada ecléctica muy del gusto de la época que todavía conserva sus torreones coronados en los laterales, balcones con balaustradas pétreas y frontones de inspiración neoclásica.

placeholder Detalle del exterior de la Sala X. A la izquierda se puede ver el cartel. (COAM)
Detalle del exterior de la Sala X. A la izquierda se puede ver el cartel. (COAM)

La sede del diario debía encajar en la vecindad. Frente a la sede del diario se levantaba nada menos que el Palacio del Duque de Alba, todavía en pie, aunque desnaturalizado por sucesivas intervenciones que lo transformaron en viviendas con bajos comerciales. Algunos pasos más allá, en el límite de la zona alta de Lavapiés con el barrio de La Latina, también resiste Palacio de la Duquesa de Sueca, brevemente habitado por su titular, María Teresa de Borbón y Vallabrigala, y por el marido de esta, el valido de Carlos IV, don Manuel de Godoy. Este palacio, víctima de la desidia administrativa durante décadas, ha sido finalmente restaurado y se espera que pronto albergue una residencia para familias vulnerables y un centro de mayores.

El mimo del arquitecto Zavala se trasladó al interior de El Imparcial. El acceso de la redacción contaba con un vestíbulo propio de mármol blanco italiano con una espléndida escalera del mismo material. Por esta ascendieron periodistas como el cronista taurino Mariano de Cavia e intelectuales de la talla de José Ortega y Gasset, a la sazón nieto del fundador del diario y autor de un explosivo artículo en el que reclamó las Cortes Constituyentes. Para los talleres del periódico, Zavala concibió una claraboya de grandes dimensiones que arrojaba luz natural al interior y que también se puede contemplar en la actualidad.

placeholder Publicación sobre el edificio en el antiguo diario 'El eco de la construcción' en 1913. (BNE)
Publicación sobre el edificio en el antiguo diario 'El eco de la construcción' en 1913. (BNE)

El Imparcial no sobrevivió a sus sucesivos vaivenes ideológicos ni a la Guerra Civil. El edificio, sin embargo, se salvó de los bombardeos durante el asedio de la villa y dio la bienvenida a los amantes del celuloide cuando el franquismo convirtió el antiguo taller de composición en una sala de proyecciones. La sesión continua del ya rebautizado como Cine Duque de Alba ofreció consuelo al Madrid de la dictadura hasta la agonía de Franco, en 1975. Once años más tarde, al amparo de la Ley Miró, promulgada por las Cortes democráticas, el Alba propuso otro tipo de alivio al transformarse en Sala X, pero sin que la fachada ni sus característicos elementos fuesen alterados.

El éxito acompañó a este cine porno gracias a una sesión continua con protagonistas como Rocco Sifredi o Traci Lords -"los que más tirón tenían entre el público", según los propios trabajadores- y gracias a su pareja de gestores: el operador de cinematógrafo amante del cine clásico, Rafael Sánchez, y la taquillera a punto de jubilarse Luisa Martínez Luisi.

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El edificio de El Imparcial se convirtió en plató de cine cuando el director canario Omar Al Abdul Razzak rodó Paradiso, documental que reflejaba el empeño de Rafa y Luisi por levantar el velo de sordidez y decadencia de la ya era la última sala X de Madrid. El filme sacó a la luz elementos inéditos para el gran público, como las butacas de skay rojo, la histórica caldera de carbón del sótano, el ambigú o las terrazas del patio de manzana, testigo involuntario de los escarceos sexuales de los clientes. Allí mismo, entre aroma a lejía y recuerdos, se celebró una íntima fiesta de fin de rodaje en la que se pudieron degustar mediasnoches rellenas de embutido, sándwiches de foie-gras, cerveza y licores.

Lo que fue taller periodístico y cine pasó a ofrecer tapas, cócteles y conciertos

La Sala X de Duque de Alba tardaría aún dos años en cerrar, hasta marzo de 2015, pero lo hizo por todo lo alto. Paradiso se llevó el premio Rizoma de cine y optó a siete candidaturas a los premios Goya, incluyendo los de Mejor Película, Mejor Documental y Mejor Dirección Novel. Ese año, la gloria correspondió a las películas La isla mínima, El Niño y Ocho apellidos vascos.

placeholder Entrada a la Sala Equis. (EFE/Luca Piergiovanni)
Entrada a la Sala Equis. (EFE/Luca Piergiovanni)

Por aquel entonces, la redacción de El Imparcial ya renacía como restaurante, recuperando la marmórea escalera y parte de los frisos y molduras originales. La transformación se completó en 2017 con la apertura de la Sala Equis. Con diseño de Plantea Estudio, lo que fue taller periodístico y cine pasó a ofrecer tapas, cócteles, conciertos y, como antaño, películas. El lucernario es protagonista de una gran ágora central; el ambigú, una zona de cócteles; y el antiguo anfiteatro, una sala de proyecciones para 60 personas. El pasadizo de acceso, otrora decorado con los carteles naif pintados a rotulador con los que Rafael Sánchez promocionada las películas porno que proyectaba, es ahora un espacio intermedio entre la calle y la plaza interior con banco corrido y mesas.

La historia del número 4 de la calle Duque de Alba, por enrevesada que parezca, aún no ha terminado y sigue viva gracias a la protección patrimonial que las autoridades han dado al edificio. Edificios como El Imparcial, son un faro para quienes estamos interesados en la conservación y aprovechamiento del patrimonio construido de la ciudad, ese que le proporciona memoria, identidad y futuro. Para que caminar Madrid siga siendo una experiencia sensorial, histórica y artística.

El palacete situado en el número 4 de la calle del Duque de Alba -a pocos pasos de la plaza de Tirso de Molina- destaca por su zócalo granítico y sus torreones laterales. Con 110 años recién cumplidos, sus muros han albergado, sucesivamente, la redacción del periódico "más influyente" de principios del siglo XX -según los archivos de la Biblioteca Nacional-, una sala convencional de proyecciones durante el franquismo y, ya en democracia, el último cine porno de la capital, que a punto estuvo de alcanzar la gloria en los premios Goya.

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