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Bronca sí, bronca no
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Juan José Cercadillo

Miredondemire

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Bronca sí, bronca no

Conozco al amado líder, me estoy refiriendo a Broncano, y me gustaría que saliera una nueva resistencia, por mucho que nos costara, que dejara por los suelos maquiavélicos manuales y prejuicios anticuados y obsoletos

Foto: David Broncano en una imagen de archivo. (Getty/Samuel de Román)
David Broncano en una imagen de archivo. (Getty/Samuel de Román)
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Broncano sí, Broncano no. Bronca sí o sí, por favor, que esto es España y no la extinta Moderdonia. Me considero miembro fundacional, y hoy nostálgico, de mi Estado preferido. Estuve el día que se fundó. Mucho antes de aquel mayo de 2017 que nos convocara en Valdelagua (Guadalajara) la imaginación de Broncano, la locura innata de Ignatius y “sudapollismo” de Quequé, pergeñaron la fundación y la constitución de un país imaginario que recogía en sus leyes, su bandera y sus fronteras lo mejor de su espíritu libertario.

Cientos de horas de debates, propuestas, contrapropuestas y normas llenaron, durante semanas previas al evento fundacional, la emisión de aquel programa extraño pero hilarante que era La Vida Moderna. Colapsaron la alcarria vaciada convocando con unas coordenadas de Google, en un día entresemana, y con apenas 24 horas de antelación, a muchos de los fanáticos de sus charlas entre amigos que emitían en la Ser y que yo veía a diario, enganchado y dependiente de aquel humor irreverente imposible de igualar.

Me lo veía en el coche, me lo ponía en la elíptica, lo veía por la noche, no dejaba pasar un día, necesitaba esas risas. Sobrevivía de, y a las, bestialidades de Ignatius, me reciclaba a diario con el culto, inteligente y fino humor de David Broncano y me inspiraba con el pasotismo aspiracional de “ese hombre mayor”, Quequé, que hurgaba en las realidades con el bisturí del sarcasmo y la crueldad de no aplicar a nada ni a nadie anestesia. Creo que, para poder votar el futuro de Broncano, estés o no en algún consejo, tendrías que ser ciudadano o simpatizante de la gloriosa y clausurada sociedad de Moderdonia, o ser un verdadero erudito en lo que fue su breve historia.

Foto: David Broncano. (YouTube)

Sus pilares fundacionales explican bien al personaje y retrata a todos aquellos que le seguimos en la absurda propuesta de crear un nuevo país dentro de otro, y que a punto estuvo de tornar partido político cuando se comprobó el calado y el sorprendente seguimiento que alcanzó la travesura. Por dar solo un par de datos llegaban con normalidad a las 200.000 visualizaciones y en el primer aniversario de su fundación juntaron 20.000 personas en otro pueblo de Guadalajara, Villanueva de la Torre. Para criticar a Broncano no basta La Resistencia, hace falta algo de historia.

Moderdonia era un Estado dictatorial cuyo amado líder, al estilo de su admirada Corea del Norte, era el todopoderoso Broncano. Nunca se planteó ser demócrata, ni progresista, ni antifascista, ni nada. Todo valía en Moderdonia salvo lo que no le gustara a David que quedaba prohibido con su aforismo más usado: “Mis cojones”, sinónimo de un no contundente e irrefutable. Era cuando defendían aquello de “fascismo del bueno”, no lo veo progresista, no lo veo gobernable y eso alimenta mi esperanza de que finalmente se le contrate.

"Todo valía en Moderdonia salvo lo que no le gustara a David que quedaba prohibido con su aforismo más usado"

Una bandera sencilla, con campo de gules (color magenta) dividido por una franja de plata, (blanco), en el centro, y en el cantón superior izquierdo una solitaria y poco original “M” de sable, (negro), acompañada por una estrella de cinco puntas del mismo color, la bandera de Moderdonia, ondeó en balcones de todo barrio identificando la nueva nacionalidad de entre los hartos de todo.

Fue la única de mi vecindario y hasta mi propia comunidad se interesó por su presencia y, comprendidos sus orígenes, me instaron amablemente a su retirada con la excusa de la protección arquitectónica del edificio. Otro conflicto internacional más de los muchos que se produjeron, que le pregunten a Murcia, Jerez, Madrid, Barcelona, en este caso con el barrio de Los Jerónimos. Naturalmente me negué y acabó apareciendo en alguna reseña de Twitter como símbolo de la transversalidad ideológica de la propuesta y su poder de expansión en localizaciones aparentemente hostiles a cambios, semillas del anarquismo.

Era un programa brutal que daba a diestro y siniestro. Se metía con los fachas cegados de nostalgia e interesados recuerdos, pero cómo lo iban a evitar. Quién en su sano juicio les puede tomar en serio. Memorables eran sus charlas con el presidente de la fundación Francisco Franco que, de forma incomprensible para el estándar polarizado de hoy, no de entonces, repetía con frecuencia. Creo que era en el fondo porque se desarrollaban en un marco, dentro de la parodia descarnada, podríamos decir condescendiente pero respetuoso.

Foto:  El presentador David Broncano en la clausura del Festival de Televisión de Vitoria en septiembre de 2023. (EFE/Adrián Ruiz)

Se reían de todo y de todos. Sobre todos, de los de Podemos. A Pablo Iglesias lo destrozaban mientras el ensimismado morado creía captar adeptos. Al final cayó en la cuenta y hasta se hizo el malhumorado. Tarde, ya lo habían hecho añicos por sus poses, sus incoherencias y sus contradicciones. Ignatius se desgallitaba tratando de explicar a supuestos progresistas lo de que “el independentismo es de derechas” y con trazas de nazismo (Moderdonia representaba en el fondo lo absurdo de independizarse). Igual la tomaban con un alcalde socialista que del PP, igual criticaban a Carmena que se reían de Pedro Sánchez. Parodiaban el pasado, se reían por puro salto generacional, pero también ridiculizaban las izquierdas de salón, los progresistas instagrameros, el postureo de manifestación.

No soy tan fan de La Resistencia, echo de menos demasiado a Ignatius, desconozco su evolución. Pero si David recuperara aquel espíritu de fundador de algo tan nuevo como fueron sus programas, de un humor de convicciones, sin complejos y sin deudas, si Quequé retomara la crítica transversal, que si me parece un poco perdida en su “Hora veintipico” actual, si Ignatius resistiera su humor tan bestial sin hacerse daño, no habría debate posible sobre su contratación. Lo malo es que hoy solo están a favor de este tipo propuestas los que nos ponemos a ver la tele en bata, y en contra, los de camiseta con escudo y pertenencia.

A favor los que conservamos las ganas de reírnos de nosotros mismos y de lo que representamos, en contra, aquellos que se ríen tan poco de lo que son o de lo que aparentan. A favor los que no nos ponemos las gafas ni del extremismo básico ni del cómodo buenismo, en contra, aquellos que se creen que podrán domesticar al bicho y poder convertirlo en loro en una jaula de oro ya sea a favor o en contra. Conozco al amado líder, me estoy refiriendo a Broncano, y me gustaría que saliera una nueva resistencia, por mucho que nos costara, que dejara por los suelos maquiavélicos manuales y prejuicios anticuados y obsoletos.

Broncano sí, Broncano no. Bronca sí o sí, por favor, que esto es España y no la extinta Moderdonia. Me considero miembro fundacional, y hoy nostálgico, de mi Estado preferido. Estuve el día que se fundó. Mucho antes de aquel mayo de 2017 que nos convocara en Valdelagua (Guadalajara) la imaginación de Broncano, la locura innata de Ignatius y “sudapollismo” de Quequé, pergeñaron la fundación y la constitución de un país imaginario que recogía en sus leyes, su bandera y sus fronteras lo mejor de su espíritu libertario.

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