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Las siete vidas de Pedro Sánchez
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Javier Caraballo

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Las siete vidas de Pedro Sánchez

Desde su punto de vista, Sánchez, al que se dibuja como un pusilánime desganado, un líder amorfo, un guaperas sin tensión política, es un secretario general cada vez más fortalecido internamente

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

“Antes le monta Pedro Sánchez una gestora a Susana Díaz que al revés, como van diciendo algunos”. Lo dice y, antes de acabar, ya ha soltado una sonrisa pícara que no llega a la carcajada, acaso porque lo único que buscaba esa risa era remarcar la serenidad con la que el entorno de Pedro Sánchez vive estos momentos de crisis política en el Partido Socialista.

“Tranquilos, que si el PSOE se rompe, no va a ser, desde luego, porque un sector quiera hacer presidente a Mariano Rajoy. Nos hemos vuelto locos, pero no tanto. Y esa es la perspectiva que se pierde constantemente, que el PSOE no se va a romper por Rajoy”. En la mesa, solo hay un par de cafés y unos vasos de agua. Toma en sus manos una servilleta de papel y comienza a doblarla cuidadosamente, con la mirada perdida en cada pliegue, símbolo universal de concentración. Desde su punto de vista, Pedro Sánchez, al que se dibuja por doquier como un pusilánime desganado, un líder amorfo, un guaperas sin tensión política, es un secretario general cada vez más fortalecido internamente. Y lo que nadie le reconoce es que le ha tocado llevar el timón en el peor momento del Partido Socialista, cuando más acosado ha estado por todos lados.

Se trata, desde ese punto de vista, de una doble crisis y, aunque a menudo aparecen juntas, conviene diferenciarlas para no caer en graves errores de interpretación de los acontecimientos en el seno del PSOE. Existe una crisis general, que afecta a todos los partidos políticos en España, y una crisis particular porque, como ha ocurrido siempre en la historia de la política, no habrá un líder sólido en el PSOE hasta que no gane unas elecciones generales. Hasta entonces, todo es mohína: miserias interiores y pugnas de poder.

Existe una crisis general, que afecta a los partidos, y una crisis particular porque no habrá un líder sólido en el PSOE hasta que no gane unas elecciones generales

La crisis general, la que ha llevado al bloqueo institucional en España, se produce por el desplome del bipartidismo. Al PSOE lo arrastra a los peores resultados de su historia, en una caída constante desde el aparatoso final del zapaterismo. Pero no es el PSOE el único damnificado de este fin de ciclo: también el Partido Popular, con todas diferencias obvias que existen y que no es necesario remarcar, ha dilapidado en cuatro años el mayor poder político e institucional que ha existido en democracia, y ahora, aunque gane las elecciones, no puede ni gobernar. De hecho, ningún partido político ha gobernado en España con menos de 155 diputados, y Mariano Rajoy solo dispone de 137. Pero ¿y los nuevos partidos?

Eso es lo peculiar del momento, que tampoco Podemos y Ciudadanos atraviesan su mejor momento, lo cual es especialmente significativo porque se trata de formaciones políticas que acaban de nacer y de llegar al Congreso. Tanto Podemos como Ciudadanos han frustrado sus expectativas de crecimiento y se enfrentan a un futuro inmediato mucho más complejo del que soñaban cuando pensaban que el bipartidismo se derrumbaría inexorablemente. Así que esa es la situación: cuatro actores en escena y ninguno de ellos está ausente de problemas internos e incertidumbres; de ahí que nadie quiera cometer un error de estrategia que lo condene. Y de ahí, también, el bloqueo institucional en el que estamos.

En ese momento político único en 40 años de democracia, en el entorno de Pedro Sánchez sostienen que la única forma de reconducir la situación crítica por la que atraviesa el PSOE es mantener firme el rumbo que se han marcado: la distancia radical con el Partido Popular. “Hay dos causas fundamentales por las que hemos perdido tantos votantes. La primera es porque se ha extendido la idea de que somos lo mismo que el Partido Popular. La segunda es porque mucha gente piensa que decimos una cosa y luego hacemos otra. Si queremos recuperar votantes, debemos antes recuperar nuestras señas de identidad. Ocurra lo que ocurra, el PSOE no puede facilitar nunca la investidura de Rajoy, porque nos machacarían definitivamente”. En el mismo hilo argumental, aparecen otra vez las ‘líneas blancas’ que el PSOE sí dice estar dispuesto a aceptar para que Mariano Rajoy hubiera intentado sacar adelante la investidura, gracias a acuerdos con el PNV, fundamentalmente. Pero eso no ha ocurrido y, tras fracasar la investidura, otra vez están las fichas en la casilla de salida.

La ejecutiva federal de Sánchez no le tiene ningún miedo a una hipotética ofensiva de los 'críticos' porque ni siquiera está coordinada en el discurso

“¿Otro comité federal? ¡Será por comités federales! Lo reglamentario es celebrar uno o dos comités federales al año, y en los dos años que lleva Pedro Sánchez como secretario general del PSOE se han celebrado 12 comités federales, ¡12! Pero por supuesto que se puede celebrar otro. Claro que antes tendrían que especificar para qué, porque eso es lo que no dicen. ¿Quieren modificar la posición del último comité federal? ¿Para hacer qué? ¿Facilitar la investidura de Rajoy? Pues que lo digan… Ya verás como todo el mundo se queda en las ramas”.

Ciertamente, la indefinición de los llamados ‘críticos’ en el PSOE, nucleados fundamentalmente en torno a la presidenta andaluza, Susana Díaz, es, paradójicamente, la principal fortaleza de la ejecutiva federal de Pedro Sánchez. O, al menos, eso se intuye: que no se le tiene ningún miedo a una hipotética ofensiva porque ni siquiera está coordinada en el discurso. Y, ciertamente, el vaivén de los argumentos en ese hipotético sector crítico avala las tesis de la ejecutiva federal.

Ayer mismo, después de un largo silencio, Susana Díaz echó por delante a alguno de sus portavoces en el PSOE andaluz para decir, siempre con grandes dosis de ambigüedad, que Mariano Rajoy tendría que dimitir para facilitar la abstención de los socialistas y que el PP saque adelante la investidura. ¿De verdad que alguien piensa que eso desbloquea la situación, que el PP va a aceptar esa humillación?

¿Cuántas veces lo han dado por ‘muerto’ desde que es secretario general? ¿Tantos como comités federales ha habido? ¿Y qué ha pasado después?

Lo mismo podría decirse de Fernández Vara, tampoco aclara nunca nada. En el polémico 'post' que publicó este pasado domingo en su blog no aporta nada nuevo, más allá de que ha solicitado otro comité federal y de que “hay que moverse”. Pero ¿moverse hacia dónde? Porque afirma que el objetivo fundamental del PSOE es derogar “las leyes que tanto hemos combatido y que tienen que ver con los derechos laborales, la educación o la libertad individual. Es decir, con la vida de la gente”. Si ese es el objetivo, está claro que Fernández Vara no está dispuesto a facilitar la investidura de Rajoy, aunque en su día también se mostró contrario a que el PSOE pudiera pactar nada con Podemos.

El sol de septiembre inunda ya la mesa y el calor del mediodía ya no es presagio, sino amenaza cierta, de una nueva jornada de calor intenso, asfixiante. Muchas veces, acaba la conversación y uno abandona la cita con la impresión de haber vivido antes la misma situación, consecuencia inevitable del bucle político en el que vivimos. Si acaso sirve para algo esta pesadez, este 'déjà vu', es para recordar que en cada una de esas citas existía una amenaza cierta, o por lo menos publicada, contra el liderazgo de Pedro Sánchez. ¿Cuántas veces lo han dado por ‘muerto’ desde que es secretario general? ¿Tantos como comités federales ha habido? ¿Y qué ha pasado después? ¿Y cuántas veces se ha dicho que Susana Díaz estaba dispuesta a dar el salto? ¿Cada dos o tres meses? ¿Y qué ha pasado después? Si alguien escribe un libro sobre la peor crisis del PSOE, a este capítulo de ahora, que todavía no se ha acabado, solo podrá ponerle un nombre: Las siete vidas de Pedro Sánchez.

“Antes le monta Pedro Sánchez una gestora a Susana Díaz que al revés, como van diciendo algunos”. Lo dice y, antes de acabar, ya ha soltado una sonrisa pícara que no llega a la carcajada, acaso porque lo único que buscaba esa risa era remarcar la serenidad con la que el entorno de Pedro Sánchez vive estos momentos de crisis política en el Partido Socialista.

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