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“¡A por ellos!”, la lógica de un exabrupto
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Javier Caraballo

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“¡A por ellos!”, la lógica de un exabrupto

Lo que no puede ser es que al agravio se le llame “desafección” en Cataluña y cuando el mismo sentimiento se produce en cualquier otro punto de España se le llama “reaccionario”

Foto: Unas 200 personas despiden en la comandancia de la Guardia Civil a los agentes que viajan desde Algeciras hasta Cataluña. (EFE)
Unas 200 personas despiden en la comandancia de la Guardia Civil a los agentes que viajan desde Algeciras hasta Cataluña. (EFE)

Deben saber los independentistas catalanes que, al margen de la evidente gravedad del momento, atinadamente comparada con la mayor crisis de la democracia española desde los peores días de la Transición, la mayoría de los ciudadanos pueden dividirse en dos, entre los que se toman lo que está ocurriendo como un agravio personal y los que se lo toman a cachondeo. También pueden alternarse los dos estados de ánimo, porque existe un nexo común en ambos, que suele ser el hartazgo, incluidos los muchos catalanes que le suman al hastío una profunda preocupación.

La cuestión es que unos y otros son generadores de continuas soflamas o chistes, un caudal especialmente intenso en las últimas semanas, a medida que se ha ido acercando el referéndum ilegal del 1 de octubre. Siempre que no se pierda de vista la gravedad del momento, ambas reacciones deben ser tomadas como válvulas de escape ante una realidad que llega a ser asfixiante.

Lo más divertido son los 'memes', los chistes y las parodias, que se cuentan por miles, como la última que ha circulado por las redes sociales de los tres chavales de Albacete que van a Bruselas y no se les ocurre otra cosa que hacerse un vídeo mofándose del 'procés': “Pues nada, que aquí nos hemos venido los tres de Albacete al Parlamento Europeo a pedir la independencia castellano-manchega porque tenemos de todo. Merkel, sé que nos estás viendo”.

A la burla nadie suele concederle gravedad alguna, a diferencia de las soflamas o las reacciones airadas, que siempre conducen a conclusiones apocalípticas. Por ejemplo, la reacción de algunos cientos de ciudadanos que han despedido a las unidades de la Guardia Civil que se han destinado a Cataluña con el grito de “¡a por ellos!”. Tampoco yo lo suscribo, pero mucho menos las interpretaciones que se han realizado, la utilización que se ha hecho, sobre todo en medios catalanes. Después de lo que llevamos visto, ¿cómo puede entenderse que esas protestas airadas, esas soflamas que claman por una intervención en Cataluña para restablecer la legalidad, sean el despropósito más importante?

Lo que no puede ser es que al agravio, sea o no legítimo o razonable, se le llame “desafección” en Cataluña y cuando el mismo sentimiento se produce en cualquier otro punto de España se le llama “reaccionario”. ¿Que es un exabrupto jalear a la Guardia Civil? Pues sí. ¿Que lo que sobra aquí son incendiarios y radicales? Por supuesto. Pero lo que no puede ser es que se escandalicen los mismos que justifican o silencian que se quemen banderas españolas, que se marquen con pintadas las casas y los negocios de los ‘españolistas’, o que se destrocen vehículos de la Guardia Civil; no puede ser que los mismos que ignoran todo eso, que piensan que saltarse la ley es un mero conflicto político, pretendan hacernos ver que el mayor problema de la tensión que se vive en Cataluña es por aquellos que gritan “¡a por ellos!” a la Guardia Civil. Y luego añaden, porque lo sienten así, que “Cataluña es España” o se solidarizan con la Guardia Civil, con los guardias civiles, y con la Policía, con los policías: “No estáis solos”.

Lo que redondea el agravio catalanista es la protesta en ciudades andaluzas, así se interpreta como la queja del aprovechado o del cateto

Y por supuesto: ha tenido que salir la ‘dependencia andaluza’. Las reacciones a favor de la Guardia Civil se han producido en varios puntos de España, también en Santander, Castellón o en la propia Barcelona, no solo en Córdoba, Huelva y Sevilla, pero lo que redondea el agravio catalanista es la protesta en ciudades andaluzas, porque así se interpreta como la queja del menesteroso, del aprovechado o del cateto. Esa visión clasista, displicente, la comparten casi todos: desde afamados columnistas de Barcelona, equilibristas del alambre, hasta el Beppe Grillo español, Gabriel Rufián, cada día más cómico y menos político.

En 'La Vanguardia' escribieron que “el sur español teme que la intensa protesta catalana comporte un cambio de reglas, teme quedar desprotegido” y Gabriel Rufián completó la ‘explicación’ en las redes sociales con una foto de Paco Rabal en 'Los santos inocentes'. ¿Alguna vez pensaron que ese insulto permanente no afecta a los andaluces, a los extremeños? ¿Es que han interiorizado tanto lo de ‘España nos roba’ que consideran que nadie en España se siente ofendido?

El nacionalismo, el catalanismo, ejerce una suerte de las orejeras que se coloca a los caballos para que solo miren hacia adelante, ejerce ese efecto hipnótico, esa distorsión de la realidad: de tanto repetirlo, ya se piensa que solo Cataluña es un territorio histórico, con necesidades y promesas incumplidas, con frustraciones políticas, condenado a tener que tirar del resto de España.

Deben saber los independentistas catalanes, y los catalanes en general, que tienen razón cuando se quejan de la absurda e injusta antipatía que ha generado tradicionalmente el catalán, lo catalán, en el resto de España. Muchas de la razones que explican esa antipatía provienen del franquismo, ciertamente, del tejido sociológico heredado cruelmente, como la propia aversión de la izquierda a la bandera española. Ese subconsciente colectivo es un lastre pesado que arrastramos como españoles. Pero además de eso, en momentos como los actuales, en los que tantos se mofan, tantos se irritan y tantos están asqueados, podemos volver del revés la lógica que se repite a cada minuto sobre la torpeza de España por no haber sabido construir “un relato” atractivo y amable para Cataluña.

Por un momento, vamos a pensarlo al revés: si gritan, a lo mejor es que algo se ha hecho mal en Cataluña. ¿O es que el dichoso relato solo tiene una dirección y solo se produce hacia Cataluña? A estas alturas, que algunos griten “¡a por ellos!” es un exabrupto inevitable, fruto de un enorme hartazgo. ¿O qué se pensaba, que aquí nadie tiene otra preocupación diaria que la continua reivindicación de los nacionalistas de Cataluña?

Deben saber los independentistas catalanes que, al margen de la evidente gravedad del momento, atinadamente comparada con la mayor crisis de la democracia española desde los peores días de la Transición, la mayoría de los ciudadanos pueden dividirse en dos, entre los que se toman lo que está ocurriendo como un agravio personal y los que se lo toman a cachondeo. También pueden alternarse los dos estados de ánimo, porque existe un nexo común en ambos, que suele ser el hartazgo, incluidos los muchos catalanes que le suman al hastío una profunda preocupación.

Guardia Civil Gabriel Rufián