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La imbecilidad de la gran coalición
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Javier Caraballo

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La imbecilidad de la gran coalición

La política española se reafirma en su ser opositor y ya se ha formado en el Congreso una gran coalición para patear al Gobierno, la única gran coalición que es posible aquí

Foto: Fotografía de archivo del líder de Cs, Albert Rivera, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (c), y el líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
Fotografía de archivo del líder de Cs, Albert Rivera, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (c), y el líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

En España nunca será posible una gran coalición. Lo realmente absurdo es que, incluso, alguna vez se tomara en serio esa posibilidad, que se llegara a pensar. Cuando la crisis nos dejó en el esqueleto y nos miraban, sobrevolando, como los buitres contemplan a una vieja vaca moribunda, se escribían artículos casi a diario reclamando para España una gran coalición de los principales partidos políticos porque de esa forma, sin disputas políticas ni cálculos electorales, se podían afrontar grandes pactos de Estado para sacar al país del hoyo en el que estaba. Ese pensamiento fue el espejismo, una bobada que no tuvo en cuenta que en España solo puede existir una gran coalición contra el que gobierna, nunca a favor del que gobierna.

Solo ante la muerte por el terrorismo o por alguna catástrofe natural puede esperarse una fila de políticos de distinto partido detrás de la misma pancarta; en todo lo demás es imposible. Lo normal es esto de ahora, que ya se piensa que la crisis económica está superada, que la crisis catalana está muy pesada, y que urgente es prepararse para un año y medio de convocatorias electorales que pueden empezar en Andalucía en otoño, recorrer toda España en primavera y acabar en elecciones generales, si es que antes no se consigue tumbar al Gobierno.

Todos contra Rajoy

Ante ese panorama, la política española se reafirma en su ser opositor y ya se ha formado en el Congreso una gran coalición para patear al Gobierno, la única gran coalición que es posible aquí. Todas aquellas leyes y reformas de la legislatura anterior que se mantenían bloqueadas en España para hacer posible la gobernabilidad del partido que ganó las elecciones, pueden ser modificadas, mutiladas o derogadas; desde la Ley de Educación hasta la de Seguridad Ciudadana, pasando por la prisión permanente revisable. Seguro que en España nunca veremos un Gobierno de concentración entre el PSOE, Ciudadanos y Podemos, pero en la oposición contra el Gobierno del PP no existe ninguna materia en la que el entendimiento no sea factible. Nunca será posible, como ya se ha experimentado, que se pongan de acuerdo para presentar una moción de censura y gobernar juntos, dejando al Partido Popular en la oposición, porque la rentabilidad electoral en España la ofrece la confrontación.

No veremos un Gobierno de concentración entre el PSOE, Cs y Podemos, pero en la oposición no existe materia en la que el entendimiento no sea factible

Solo hay que repasar lo sucedido tras la gravísima crisis de Estado por la rebeldía de los independentistas catalanes, dispuestos a dinamitar la Constitución y, con ella, el mismo Estado de derecho. El cálculo de cada partido político a partir de aquel momento crítico, el más crítico, ha sido el recuento de las futuras papeletas. A Podemos, que parecía noqueado, le ha sonado la flauta porque, de pronto, comprueba que hasta Ciudadanos ha decidido secundar sus estrategias en el Congreso para arrinconar al Gobierno en todos los debates.

En el PSOE de Pedro Sánchez ni siquiera ocultan que, desde que comenzó el año, su única estrategia ha sido movilizar a distintos sectores sociales contra el Gobierno de Rajoy; “¿o es que alguien piensa que las movilizaciones de los pensionistas han salido de la nada?”, añaden. Ciudadanos se ha visto reflejado en las encuestas y ha decidido que, con esas expectativas favorables, ha llegado la hora de hacer la apuesta máxima, todo o nada; solo con mantener el pulso electoral durante un año, a mediados de 2019 pueden contar con la implantación territorial que les falta ahora para competir seriamente con el Partido Popular en unas elecciones.

Foto: Silueta del líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (Raúl Arias) Opinión
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Y luego está el Partido Popular y está Rajoy, que son dos cosas distintas. La inercia estratégica que se instala en el Partido Popular cada vez que se ve acosado es la de fomentar el acoso; es un proceder peculiar pero siempre surge así. Por algún motivo, en el PP se sienten cómodos luchando contra todos, acaso piensan que esa posición los dota de una singularidad política frente al resto que sabrán valorar sus votantes. Del fracaso del PP en Cataluña se culpa a Ciudadanos, como si Inés Arrimadas hubiera cometido una grave deslealtad ganando las elecciones.

Ahora, con Ciudadanos también en contra, el PP podrá hacer a gusto su discurso de aislamiento. Rajoy, por su naturaleza política, participa de esa mentalidad pero le añade su propio ser: inescrutable. Es posible que nadie en el Partido Popular sepa qué va a decidir, cuándo lo decidirá y cómo lo hará, pero ese mutismo suyo se ha acabado asumiendo en el partido como un prodigio sobrenatural. Algún día se subirá a una tribuna, proclamará solemnemente que “esto no es como el agua que cae del cielo sin que se sepa exactamente por qué”, y todos lo escucharán complacidos como si hubiera hablado con templanza de Epicuro: “Llegará un momento en que creas que todo ha terminado; ese será el principio”.

Si todo esto eso sucede siempre será porque la sociedad española lo que recompensa es la gresca

La confrontación nos une, el apoyo nos separa. Qué imbéciles fuimos cuando pensamos que en España sería posible una gran coalición, aunque si todo esto sucede, siempre será porque la sociedad española lo que recompensa es la gresca, antes que el acuerdo. Ni la crisis económica se ha superado, ni el desafío catalán se ha terminado, que son las dos circunstancias que han puesto de rodillas a este país en los últimos años, pero el instinto político español ya ha cambiado. Como si la fábula de la rana y el escorpión estuviera pensada para la política española, ya podemos vernos en medio del río preguntándonos por qué. Con lo fácil que sería llegar a la orilla.

En España nunca será posible una gran coalición. Lo realmente absurdo es que, incluso, alguna vez se tomara en serio esa posibilidad, que se llegara a pensar. Cuando la crisis nos dejó en el esqueleto y nos miraban, sobrevolando, como los buitres contemplan a una vieja vaca moribunda, se escribían artículos casi a diario reclamando para España una gran coalición de los principales partidos políticos porque de esa forma, sin disputas políticas ni cálculos electorales, se podían afrontar grandes pactos de Estado para sacar al país del hoyo en el que estaba. Ese pensamiento fue el espejismo, una bobada que no tuvo en cuenta que en España solo puede existir una gran coalición contra el que gobierna, nunca a favor del que gobierna.

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