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Soy Magdalena Álvarez y tú no

Esta mujer ha volado alto en la política española y el poso de sabiduría que ha dejado para la memoria son esas frases lapidarias que nos muestran un carácter cargado de soberbia y desahogo

Foto: La exconsejera andaluza de Hacienda Magdalena Álvarez. (EFE)
La exconsejera andaluza de Hacienda Magdalena Álvarez. (EFE)

Cuando pensamos que la historia les guarda un sitio a aquellos estadistas que dejaron, en discursos o en soflamas, frases inolvidables, que resumían en cuatro palabras una ideología política o la lucha de un pueblo, nos olvidamos con frecuencia de que esa misma norma rige para los políticos que pasan a la historia por lo contrario, una 'boutade' o un disparate. En ese segundo grupo está Magdalena Álvarez. ¿Qué frase recuerda de esta mujer, en sus muchos años de política de primer nivel? Seguro que aquello de “antes partía que doblá” y, posiblemente, alguna intervención parlamentaria delirante en la que acababa enredándose entre sus propios papeles, mientras hablaba sin parar; frases inconexas, simplezas y absurdos. “¡Es que el aeropuerto de Barajas es muy grande!”, como dijo en una comparecencia parlamentaria para explicar el caos aeroportuario del que la oposición la hacía responsable.

Esta mujer, que tiene una buena profesión como inspectora de Hacienda, ha volado alto en la política española —consejera de Andalucía, dos veces ministra con Zapatero, luego eurodiputada y, finalmente, vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones— y el poso de sabiduría que ha dejado para la memoria es ese, esas frases lapidarias que nos muestran un carácter cargado de soberbia y desahogo. Podría haber dicho que “en política, lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno”, pero resulta que eso se le ocurrió a Konrad Adenauer.

Desde que salió cabreada del Banco Europeo de Inversiones, porque la imputación de los ERE le costó un puesto en el que cobraba 23.000 euros al mes, al margen de dietas y complementos, se esperaba una intervención de Magdalena Álvarez propia de su esencia y de su ser, desbarrando sobre el procesamiento en el fraude andaluz y su implicación en el escándalo, pero la exministra no se ha prestado a nada con la prensa, hasta hace unos días en Málaga, su ciudad natal.

Lo curioso de Álvarez es que habla de los ERE como un golpe de mala suerte propio, como quien se tuerce un tobillo mientras pasea por el campo

Fue en el transcurso de una ‘entrevista tailandesa’, que es la entrevista masaje, la que más le conviene a Magdalena Álvarez porque es donde ella se luce más, donde su soberbia se despereza y su desahogo llega manso hasta la orilla, como las plácidas olas de los Baños del Carmen. Lo curioso de Magdalena Álvarez es que habla de los ERE como un golpe de mala suerte propio, como quien se pilla los dedos con la puerta o se tuerce un tobillo mientras pasea por el campo. “Con la de cosas tan bonitas que hay, para qué vamos a hablar de los ERE”, le dijo al entrevistador. “Es mucho más importante mi nieta que lo de los ERE”, añadió la exministra. “Me ha pasado esto como podría haber tenido un accidente de coche”. ‘Esto’ es, obviamente, su imputación en el caso, en que la Fiscalía le pide 10 años de inhabilitación especial para empleo o cargo público por un delito continuado de prevaricación.

¿Un accidente de coche? ¿Debemos entonces dedicarle nuestras condolencias, nuestro pesar por su mala suerte? Como era de esperar, Magdalena Álvarez es la que llega más lejos en esta estrategia de los dirigentes socialistas andaluces que se han visto implicados en el escándalo de los ERE. Como se ha explicado aquí otras veces, desde que comenzó este caso que se remonta a seis años, cuando se conoció la investigación de la jueza Alaya, los dirigentes del PSOE andaluz han pasado por tres fases: primero, negación de todo, ‘no existe el escándalo, todo es un montaje’; segundo, evasión de responsabilidades para descargarlas en terceros, cargos políticos inferiores y comisionistas; finalmente, victimismo y presentación de todos ellos ante la sociedad como los principales perjudicados del fraude que se juzga.

Foto: Francisco Javier Guerrero, ex director general de Trabajo de la Junta. (EFE) Opinión
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No es que se trate de una práctica política novedosa, desde luego, pero por mucho que se repita, lo que nunca debemos olvidar es la obligación que tenemos como ciudadanos de, por lo menos, exigir explicaciones y respeto. La Justicia determinará en su día cuántos de los 22 altos cargos que se sientan en el banquillo actualmente, en la llamada ‘pieza política’, tienen responsabilidad penal y cuántos de ellos no, pero, al margen de eso, los ciudadanos se merecen una explicación política, una disculpa política, como principales responsables de una Administración en la que se ha generado un fraude de esa envergadura.

Magdalena Álvarez siempre sale mal encarada de los cargos para los que ha sido designada y que, por propia inercia política, un día tiene que abandonar para que entre en el despacho otro político, de un partido distinto. Antes de que se hiciera famosa en toda España como ministra de Zapatero, en los años noventa ya formaba parte del Gobierno socialista como directora general de Inspección Financiera, gracias a su amistad de entonces con Borrell y otros del gremio que se hacían llamar la ‘cofradía del barril’, como la cervecería madrileña en la que se reunían.

Que piense que todo lo que disfruta es gracias a la sociedad española y que, por lo menos, deje de hablar de los ERE como si fuera ella la perjudicada

Cuando llegó Aznar, le pidieron que dejara vacante el puesto que ocupaba en el consejo de administración de Aviaco y, enojada, empezó a pedir viajes gratis compulsivamente; hasta 444 viajes gratis. De ahí le nació su apodo de Lady Aviaco, que siempre la ha acompañado. Ahora que ya está jubilada —cumplió 65 años en 2017—, Magdalena Álvarez debería relajarse de sí misma y empezar a tratar las cosas con más distancia, con más rigor y, sobre todo, con más respeto.

Ha llegado a la jubilación con un sueldazo millonario en un buen cargo y le han quedado dos pensiones máximas compatibles, la española, en su condición de exministra, y la del Banco Europeo de Inversiones, en torno a los 4.000 euros mensuales. Solo por esa circunstancia, que piense por un momento que todo eso de lo que disfruta es gracias a la sociedad española y que, por lo menos, deje de hablar de los ERE como si fuera ella la perjudicada, y no los contribuyentes que han visto volar el dinero.

Cuando pensamos que la historia les guarda un sitio a aquellos estadistas que dejaron, en discursos o en soflamas, frases inolvidables, que resumían en cuatro palabras una ideología política o la lucha de un pueblo, nos olvidamos con frecuencia de que esa misma norma rige para los políticos que pasan a la historia por lo contrario, una 'boutade' o un disparate. En ese segundo grupo está Magdalena Álvarez. ¿Qué frase recuerda de esta mujer, en sus muchos años de política de primer nivel? Seguro que aquello de “antes partía que doblá” y, posiblemente, alguna intervención parlamentaria delirante en la que acababa enredándose entre sus propios papeles, mientras hablaba sin parar; frases inconexas, simplezas y absurdos. “¡Es que el aeropuerto de Barajas es muy grande!”, como dijo en una comparecencia parlamentaria para explicar el caos aeroportuario del que la oposición la hacía responsable.

Caso ERE