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Márquez Reviriego: "Hay que exhumar los restos de Franco. Es una aberración"
"Fragmentar más España es una monstruosidad. En tiempos de la alta velocidad, tenemos una mentalidad de cuadrúpedo", dice el periodista y escritor Víctor Márquez Reviriego
La cuestión era intentar innovar en el género de las entrevistas con uno de los periodistas más veteranos de España, un erudito con un inmenso poso cultural y cincuenta años de profesión. Su nombre es Víctor Márquez Reviriego (Villanueva de Castillejos, Huelva, 1936) y, además de estar reconocido como uno de los mejores cronistas parlamentarios españoles de todos los tiempos, especialmente por sus crónicas en la transición, es autor de algunos libros, como ‘Auténticas entrevistas falsas’, que acaban siendo un compendio de todo lo demás. Con un gran rigor histórico y biográfico, Márquez Reviriego se puso delante de personajes tan dispares como Charles Darwin, Antonio Machado o Julio Verne y los entrevistó.
De ahí que, ahora, ante esta entrevista, le haya propuesto innovar en el género y realizar una ‘entrevista de citas’, consistente en el análisis de la actualidad a través del pensamiento de algunas de las personas más sobresalientes de la historia de España. Márquez Reviriego, alejado de los calores del verano en un pueblo del norte de Guadalajara, se arrellana en el sillón y acerca la oreja con ese gesto peculiar que todos hacemos, achicando los ojos, cuando no oímos bien.
PREGUNTA.- Cervantes se sentía “más de la gente que de los sitios”. Anda que si, con esa mentalidad tan cosmopolita, le hubieran dicho que muchos siglos después en Cataluña iban a utilizarlo los independentistas, que dicen que era catalán, como Colón o Leonardo Da Vinci…
RESPUESTA.- Pues figúrese, con lo que le gustaba a Cervantes Barcelona, que la llamaba “archivo de la cortesía”, nada menos… Decir que era catalán, como Colón o Santa Teresa, es una estupidez que, además, carece de todo interés. A mí me interesa más Shakespeare que Calderón, aunque uno sea inglés y el otro español. Me interesan más las personas que sus lugares de nacimiento.
Nietzsche decía que los españoles habían querido ser demasiado y hemos pasado de eso a no querer ser nada
P.- Decía Ortega y Gasset que la vida es invención “y cuando a un pueblo se le seca la fantasía para crear su propia novela vital, está perdido: eso es lo que nos ocurre en España”. Yo me creo esa frase porque aquí nos repetimos mucho, estamos como en bucle.
R.- Como lo de Cataluña, ¿no? Fíjese que lo que dijo Ortega sobre el problema catalán podría repetirlo hoy mismo, que eso no tiene solución, que a lo máximo que podemos aspirar es a conllevarlo. El conflicto de Cataluña es una aporía, una situación irracional que no tiene salida. Lo malo es que en la historia no existen las aporías, porque todo tiene al final una salida, buena mala o regular. Yo lamento mucho la falta de visión que se da porque tendríamos que estar hablando de lo contrario, de sumar y de unir en vez de fragmentar. Siempre he soñado con Iberia, España y Portugal juntas en una especie de república federal democrática en la que cupiésemos todos. ¿No tenemos ya suficiente con la barbaridad de que a veces cueste trabajo que te atiendan en un hospital que no es de tu comunidad autónoma? Fragmentar más es una monstruosidad. En tiempos de la alta velocidad, tenemos mentalidad de cuadrúpedo.
P.-Usted fue uno de los cronistas de la Transición. ¿Ha pensado que, a lo mejor, el problema de Cataluña nace precisamente ahí, por no haber resuelto bien las cosas?
R.- El origen de ese problema no está en la Transición, viene de siglos atrás y, desde luego no se puede culpar a ese periodo. Ya le digo que eso no se va a arreglar nunca de la misma forma que en Bélgica no se van a arreglar nunca valones y flamencos. Lo que hay que hacer es apañarse y tirar para adelante.
P.- A ver, me refiero, por ejemplo, a un exceso de descentralización en asuntos fundamentales, como la educación.
R.- En ese sentido, sí, claro. Pero más aún, es que yo defiendo que la educación, la sanidad o la hacienda deberían ser europeas. Sí, se debió controlar más… Lo que pasa es que hay que tener en cuenta el momento, tras la muerte de Franco. ¿Usted sabe que Segovia estuvo a punto de convertirse en Comunidad Autónoma? Pues así fue: había un diputado centrista por Segovia, llamado Modesto Fraile Poujade, que tenía vara alta con Adolfo Suárez, y a punto estuvo de conseguirlo. ¿Se lo imagina? Yo soy muy partidario de las autonomías, pero diecisiete autonomías en España es un disparate. Si no damos para un Parlamento de calidad, ¿cómo vamos a rellenar diecisiete parlamentos? Se dejó hacer y no se tuvo visión de futuro. Igual que con la Ley Electoral, que deja a España muchas veces en manos de los nacionalistas.
Y se dice constantemente que éste o aquel es un fascista y resulta que el primero que no fue un fascista fue Franco
P.- ¿Estaba usted en el Congreso el día que los nacionalistas catalanes dijeron aquello de “pueden ustedes confiar en nosotros”?
R.- Sí, lo recuerdo, sí. En el debate del Derecho de Autodeterminación... Los vascos han sido siempre más claros en eso… Pero le voy a decir una cosa, a mi me aburre mucho esto de Cataluña. A ver, me interesa, pero me aburre al mismo tiempo porque es darle siempre vueltas a lo mismo. Ya le digo, una aporía en la que nadie va a convencer a nadie. Pero es que, además de todo, resulta que a mí no me interesa estar con gente que no quiere estar conmigo…
P.- Entendido... Pío Baroja tenía cinco apellidos vascos, dos navarros y uno italiano. Y decía: “Los nacionalismos son todos hijos de la Iglesia, una infección del peligroso virus semítico”
R.- En el libro de Aramburu, ‘Patria’, que se está convirtiendo en canónico, puede usted comprobar la nefasta influencia de la Iglesia. En la sociedad vasca tiene un gran peso el matriarcado y, por ello, la influencia de la Iglesia llega a través del confesionario. Es lo mismo que ocurría en la Segunda República y, por esa razón, la izquierda se oponía a que las mujeres tuviesen derecho a voto, porque pensaban que era darle el voto a los curas.
P.- La cuestión es que hay españoles que, con menos pedigrí que Baroja, se empeñan en reducir la historia a una sola identidad, una esencia.
R.- A mí lo de las esencias me da mucho miedo. En la única esencia que creo es en la de tomillo, en la de romero… Nietzsche decía que los españoles habían querido ser demasiado y hemos pasado de eso, a no querer ser nada, como apostilló luego Ortega. De querer comernos el mundo en la época de los Austrias, a no querer ser en el XIX y parte del XX.
P.- Es curioso porque junto a ese complejo sobre la identidad, se da también un gran maniqueísmo, incluso cainismo. Ahí están las dos Españas de la Guerra Civil que todavía colean…
R.- Y se dice constantemente que éste o aquel es un fascista y resulta que el primero que no fue un fascista fue Franco. No lo fue… Franco fue un integrista impresentable, pero por supuesto que no fue fascista. El fascismo era un movimiento más moderno, también más terrible, mientras que el franquismo era puro movimiento reaccionario ligado con oscuras épocas anteriores de la historia de España.
P.- Me encanta de Jacinto Benavente eso de “España, país de picaresca donde la gente corre en socorro del vencedor”.
R.- Esa es una verdad absoluta. A partir del 75 y del 76, resulta que todo el mundo había sido antifranquista… En los últimos años del franquismo, yo trabajaba en Triunfo, era redactor jefe, y recuerdo perfectamente cómo me daban la espalda en las asambleas de la Asociación de la Prensa cuando la censura nos cerraba la revista, algunas veces durante varios meses, como en la primavera de 1971. Cuando se murió Franco, esos mismos me veían y me abrazaban efusivos; igual pensaban que se daría la vuelta a la tortilla y que a mí me nombrarían algo importante…
El conflicto de Cataluña es una aporía, una situación irracional que no tiene salida
P.- ¿Qué le parece que se exhumen los restos de Franco del Valle de los Caídos?
R.- Es una aberración que un dictador esté enterrado en una especie de mausoleo ampuloso, como es el caso de Franco. De manera que estoy de acuerdo con la exhumación, aunque esta es de esas cosas que se tendrían que haber resuelto hace mucho tiempo. ¿Por qué no lo ha hecho el PSOE hasta ahora, con la de años que ha estado gobernando con mayorías amplias? En fin, que se exhumen los restos de una vez; que, además de la legitimidad que tiene esa acción, que se haga legalmente; y que una vez que se haya resuelto el tema nos pongamos a hablar de los problemas del futuro, que no son pocos.
P.- Como uno de los cronistas parlamentarios más reconocidos de España, le traslado una idea: Grabar en el frontispicio del Congreso de los Diputados una frase que pronunció Ortega y Gasset en el hemiciclo: “Hay tres cosas que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí”
R.- ¡Por supuesto que sí! Totalmente de acuerdo. Sucede, además, que la calidad cultural e intelectual de la clase política española ha bajado mucho desde las primeras Cortes democráticas. O la oratoria... Ya sé que siempre se tiende a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero es que en este caso, objetivamente, es así. Y podríamos ponernos a repasar nombres, en la izquierda y en la derecha, que no confirmaría sin duda alguna.
P.- Si Larra decía que escribir en Madrid, en España, era llorar, no quiero pensar lo que diría ahora.
R.- Yo he vivido en prensa una edad de plomo, durante el franquismo, porque las condiciones eras muy duras, pero había esperanza. Luego, con la democracia, he conocido una etapa de oro, en la que se pagaba realmente bien. Y después de todo eso, de la edad de plomo y de oro, hemos llegado a esta época de mierda de la prensa que, además, tiene poco arreglo. Hay sueldos de semi esclavitud en la prensa española.
P.- Me encanta esa anécdota que cuenta usted de Juan March, que tenía dos periódicos en el mismo edificio de Madrid, uno de derechas y otro de izquierdas. Manuel Machado trabajaba en el de izquierdas.
R.- Era exactamente así, entre la calle San Roque y la calle de la Madera; a cada uno se entraba por una calle. Pero Juan March le pagaba más a los periodistas del periódico de derechas que a los del periódico de izquierdas. Y sí, Manuel Machado trabajaba en el de izquierdas, a pesar de las muchas tonterías que se dicen… Mire, ni Antonio Machado era comunista, porque era un liberal de izquierdas, ni Manuel Machado era franquista, que era más o menos como su hermano. Antonio Machado siempre iba bien vestido, con un traje de tres piezas y corbata, su sombrero y su bastón y, quizá porque vestía así, con aspecto burgués, lo detienen en Madrid en el año 36 una partida de descontrolados de extrema izquierda. Gracias a que conocía a un concejal socialista, lo pudieron sacar y se libró del paredón.
¿Se da cuenta? Lo terrible de las situaciones extremas es que los que se acaban imponiendo son los extremistas
A Manuel Machado le coge la Guerra Civil en Burgos y lo detiene la extrema derecha por rojo. Le iba a dar el paseo, lo iban a fusilar, y lo salva la abadesa de un convento, a la que había ido a visitar con su mujer. ¿Se da cuenta? Lo terrible de las situaciones extremas es que los que se acaban imponiendo son los extremistas: la Guerra Civil la acaban dirigiendo el Partido Comunista, que era minoritario, y los reaccionarios de derecha, que también eran muy pocos. Manuel Machado le cogió tal miedo que acabó haciéndole un soneto a Franco… Conocí a un masón, cuyo nombre no hace al caso, que me contó algo terrible: Lo detuvieron al final de la Guerra y, se libró de que lo fusilaran porque aceptó someterse a un proceso de exorcismo. Debía ir a una Iglesia, solo iluminada por unas velas, y delante de testigos tenía que dar saltos, gritar “fuera Satanás, fuera Satanás”, y, además, echar espuma por la boca. El hombre estaba dispuesto a todo pero, ¿cómo iba a echar espuma por la boca? Angustiado, se lo preguntó a un sacerdote y le contestó: “Eso no hay problema” y le dio un brebaje, que era una especie de caldo con jabón, que le llenó la boca de espuma. Las barbaridades que se han hecho en España…
P.- Antonio de Nebrija le dice a usted en una entrevista: “luché por la dignidad del castellano”. Mire a dónde hemos llegado, a las batallas por el lenguaje inclusivo y de género.
R.- El lenguaje de género es una estupidez, pero quizá sea inevitable. Para empezar, se confunde el género con el sexo: no existe violencia de género, sino violencia sexista o machista. Digo que quizá es inevitable porque es verdad que la mujer ha estado durante muchos siglos postergada; quiero pensar que será algo pasajero, una fiebre reivindicativa exagerada que acabará pasando, la espuma de una botella que se acaba de descorchar. Lo que es una vergüenza es la miseria que se le dedica en España a la difusión del castellano y al Instituto Cervantes. Como dice Luis García Montero, el cariño al idioma se demuestra con dinero.
P.- ¿Le parece a usted bien que dejemos como epílogo de esta entrevista aquello que Camilo José Cela le dijo a Juan Cruz del significado de sus iniciales? "C.J.C. Comer, joder y caminar…"
R.- Jejejeje… Aunque cuando Cela dijo eso, comer, comería; caminar, más bien poco, y lo otro es materia que pertenece a la intimidad…
La cuestión era intentar innovar en el género de las entrevistas con uno de los periodistas más veteranos de España, un erudito con un inmenso poso cultural y cincuenta años de profesión. Su nombre es Víctor Márquez Reviriego (Villanueva de Castillejos, Huelva, 1936) y, además de estar reconocido como uno de los mejores cronistas parlamentarios españoles de todos los tiempos, especialmente por sus crónicas en la transición, es autor de algunos libros, como ‘Auténticas entrevistas falsas’, que acaban siendo un compendio de todo lo demás. Con un gran rigor histórico y biográfico, Márquez Reviriego se puso delante de personajes tan dispares como Charles Darwin, Antonio Machado o Julio Verne y los entrevistó.