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Feminazis y voxifachas
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Javier Caraballo

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Feminazis y voxifachas

La radicalidad es el signo de estos tiempos, y a los excesos que se puedan detectar en un extremo le sucede a continuación un movimiento opuesto y simétrico en el otro extremo

Foto: Santiago Abascal. (EFE)
Santiago Abascal. (EFE)

El mismo día que el nuevo primer ministro de Brasil, Jair Bolsonaro, abrió la boca y exhaló una bocanada verde de sapos y culebras, los dirigentes de Vox, rápidamente contagiados de ese ardor grosero, hicieron saber que no piensan votar ningún Gobierno en Andalucía que apoye “con sumisión lanar los mandamientos de la dictadura de género”.

El paralelismo es muy curioso porque, al uno y al otro lado del Atlántico, los dos acabaron utilizando casi las mismas palabras, por ejemplo esa de “sumisión”, igual que lo de “combatir la ideología de género”, que la equiparan sin rubor alguno con la criminalidad, con la corrupción o con los desastres económicos. Quiere decirse que lo único que queda claro es que la radicalidad es el signo de estos tiempos, con lo que a los excesos que se puedan detectar en un extremo le sucede a continuación un movimiento opuesto y simétrico en el otro extremo. Y cada vez más polarización y más tensión.

Foto: Pedro Sánchez conversa con el primer ministro portugués, António Costa (d), ante el presidente del PES, Sergei Stanishev (c), este 8 de diciembre en Lisboa. (EFE)

¿Es que nadie va a parar esta locura? ¿Acaso pretenden que tengamos que elegir entre feminazis y voxifachas? Pues una vez más, se impone un grito de sensatez contra esa dinámica perversa, una más de las que están convirtiendo este inicio de siglo, del que ya llevamos 19 años de desnorte, en una caldera a punto de estallar. Solo si la inmensa mayoría de la sociedad tiene claro que no debe dejarse llevar por ninguno de esos extremos, ni siquiera por la repulsión que le pueda provocar alguno de ellos, podremos tener alguna confianza en el futuro, en la construcción de una sociedad cada vez mejor.

En nuestras sociedades, avanzadas y democráticas, sigue existiendo un machismo incompatible con la igualdad y libertad de la que gozan hombre y mujer

Vamos a ver. La realidad de nuestros días que no se puede ocultar, que no puede ignorar nadie que no sea un demente ideológico, es que en nuestras sociedades, avanzadas y democráticas, sigue existiendo un machismo incompatible con la igualdad y la libertad de la que ya gozan hombre y mujeres. Ese machismo latente se plasma en distintos ámbitos de la vida cotidiana y profesional, con diferente gravedad, siendo la más extrema de todas la que degenera en violencia, violencia de género, maltratos, asesinatos o violaciones.

Repitamos una vez más que nadie que no sea un demente ideológico puede negar que ese problema existe en nuestras sociedades y que, como tal, debe combatirse; hablamos de igualdad, protección efectiva de grupos especialmente desprotegidos y de no discriminación, derechos fundamentales de toda democracia. Pretender vincular toda protección a las mujeres al apoyo a un grupo de ‘feministas podemitas radicales’ es, más que un exabrupto, una peligrosa mentira.

Foto: Imagen del evento de Vox el domingo en Vistalegre. (EFE) Opinión
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Porque si eso sucediera, y si mañana se acabasen todas las medidas de protección que ofrece la Ley de Violencia de Género, el próximo asesino tendría unos cómplices políticos con muchas explicaciones que ofrecer. ¿No dice Vox que nunca han dicho que quieren acabar con las medidas de protección de las mujeres maltratadas? Pues que empiecen por ahí, por reconocer el grave problema de violencia machista que existe. Porque las ayudas y políticas que quiere suprimir de un plumazo lo que reclaman es “prevención y protección integral contra la violencia de género, a fin de acabar con esta lacra social", que es la literalidad del pacto suscrito entre el Partido Popular y Ciudadanos.

¿Quién puede negarse a reflexionar sobre lo que se está haciendo y los resultados que está dando, incluyendo la propia Ley de Violencia de género?

Otra cosa es que, a partir del reconocimiento del problema que existe, no sea conveniente revisar las ‘políticas de género’ que existen con el único interés de hacerlas más efectivas. ¿Quién puede negarse a reflexionar sobre lo que se está haciendo y los resultados que está dando, incluyendo la propia Ley de Violencia de género? En el otro extremo de esta polémica hay quien plantea estos asuntos como si fueran ‘sagrados’, intocables, pero en una democracia no pueden existir temas tabú.

Como ya mantuvimos aquí en otra ocasión, sin desmontar nada, lo que se impone es una auditoría de eficiencia de la lucha por la igualdad de la mujer y contra la violencia de género. Que nadie nos intente hacer tragar con las ruedas de molino del ‘feminismo radical’, con el que cada día se identifican menos mujeres, ni con las naderías y bobadas del ‘feminismo institucional’, cómodamente instalado en un mundo irreal de miembros y miembras, portavoces y portavozas.

Foto: Manuel Valls en la presentación de su campaña. (EFE)

Entre unos y otros, unas y otras, existe un enorme abanico de hombres y mujeres en España, de diferentes ideologías y que recorren todos los sectores sociales, donde está representada la verdadera sociedad, donde están las mujeres que son víctimas de malos tratos y se merecen una mayor protección, las mujeres que soportan discriminación y se merecen un trato igualitario, las mujeres que merecen un respeto personal y profesional sin tener que reclamarlo.

Que esos extremos no nos hagan perder de vista el verdadero problema, que nos merecemos un debate sin la trampa de tener que elegir entre quien va gritando en las manifestaciones “os ahogaréis en la sangre de nuestras reglas” y el Bolsonaro de turno que cuando habla de sus hijos y dice que tiene cinco, “cuatro son hombres, pero en el quinto me dio una debilidad y vino una mujer”. Ni feminazis y voxifachas porque ambos son parte del problema.

El mismo día que el nuevo primer ministro de Brasil, Jair Bolsonaro, abrió la boca y exhaló una bocanada verde de sapos y culebras, los dirigentes de Vox, rápidamente contagiados de ese ardor grosero, hicieron saber que no piensan votar ningún Gobierno en Andalucía que apoye “con sumisión lanar los mandamientos de la dictadura de género”.