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Marlaska, hipocresía de concertina
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Javier Caraballo

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Marlaska, hipocresía de concertina

El mero detalle cronológico de los acontecimientos es el que mejor refleja la fría manipulación con la que ha actuado el Gobierno de Sánchez con respecto a las concertinas

Foto: El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (c), durante la visita que realizó en febrero al puesto fronterizo de El Tarajal y el perímetro fronterizo de Ceuta. (EFE)
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (c), durante la visita que realizó en febrero al puesto fronterizo de El Tarajal y el perímetro fronterizo de Ceuta. (EFE)

Esa hipocresía de concertina que gasta el Gobierno de Pedro Sánchez se vuelve hiriente, como cuchillas, porque la protagoniza un hombre, Fernando Grande-Marlaska, al que estúpidamente le atribuimos la sinceridad de un independiente de prestigio que se incorpora a la política. Es falso. Con Marlaska, se demuestra que los sillones del poder, acaso las alfombras que pisan, impregnan de los vicios de la política a todos los que los ocupan; los mismos patrones de desahogo y de cinismo.

Fernando Grande-Marlaska, a propósito de las siempre polémicas vallas de concertinas, podría haber confesado que, como es imposible contener la constante oleada de inmigración del África subsahariana, España tenía que emplear esos medios disuasorios, aunque nos parezcan brutales, porque no queda otro remedio. O lo contrario, podría haber liderado un movimiento gubernamental en toda Europa para sustituir las concertinas por campamentos de refugiados, con las mínimas garantías de trato humanitario. Como sucede en Turquía con los refugiados sirios, por ejemplo. No había más opciones, pero Marlaska, el Gobierno de Pedro Sánchez, ha decidido tirar por la calle de en medio y coger el camino de la hipocresía: retirar las concertinas de la frontera española cuando se ha asegurado de que esas mismas concertinas, incluso peores, se han colocado unos metros más allá, pero en territorio de Marruecos.

El mero detalle cronológico de los acontecimientos es el que mejor refleja la fría manipulación con la que ha actuado el Gobierno de Pedro Sánchez con respecto a las concertinas de Ceuta y de Melilla. Como es sabido, esas dos vallas de concertinas en la frontera se construyeron en 2005, durante el Gobierno del presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, pero, como suele suceder en estos casos, no fue hasta que la derecha llegó al poder, hasta que Mariano Rajoy llegó a la presidencia, cuando comenzaron a arreciar las críticas políticas.

Ya en 2014, cuando Pedro Sánchez comenzaba su atropellada y triunfal carrera hacia el liderazgo del PSOE, se comprometió a retirar las concertinas en cuanto llegase el Gobierno. Cuando eso sucedió, en junio de 2018, su flamante ministro del Interior, Grande-Marlaska, fue lo primero que dijo: "Si estamos hablando de solidaridad, de respeto a la dignidad de las personas, controlando los flujos migratorios, porque lo uno no quita lo otro (…) y esas personas ya están al lado de la valla, pues creo que es algo razonable retirar las concertinas”.

Foto: El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, durante la visita que realizó en febrero al puesto fronterizo de El Tarajal y el perímetro fronterizo de Ceuta (EFE).

Dijo que las iba a quitar pero, antes, encargó un informe, que es el primer paso en política para todo lo que se quiere aplazar 'sine die'. Pasaron los meses, llegó el nuevo año y las concertinas seguían en las vallas de Ceuta y de Melilla. Fue entonces cuando supimos, por una información del diario 'El Mundo', que, además de las españolas, Marruecos estaba construyendo un segundo perímetro de concertinas pero de una brutalidad más sofisticada: si un subsahariano intenta llegar a la frontera española de Ceuta, por ejemplo, tiene que saltar primero, tras el bosque de Beliones, una valla de dos metros que acaba con una alambrada de concertinas. Si lo consiguen, caen a un barranco excavado a continuación, y si, tras la caída, logran sobreponerse, deben superar las casetas de vigilancia de Marruecos, algunas patrullas con perros y otro foso más de dos metros. Al final de ese horror, se encuentra la valla de la frontera de España.

Remarquemos eso: el laberinto de cuchillas y barrancos de Marruecos, financiado por Europa, comenzó a construirse en enero, es decir, cuando Pedro Sánchez ya llevaba medio año de gobierno, igual que su ministro, y los dos habían podido asistir a numerosas reuniones sobre inmigración con sus colegas europeos. Es imposible que fueran ajenos a la construcción de la valla de concertinas en Marruecos, pero aun así lo disimularon, negaron cualquier vinculación. El Gobierno marroquí, sin embargo, lo ha llamado eufemísticamente ‘cordón de seguridad’, pero no ha ocultado que se trata de blindar las fronteras españolas con dinero europeo: “Ahora va a ser casi imposible que los migrantes consigan saltar hasta Ceuta o Melilla”.

Es imposible que fueran ajenos a la construcción de la valla de concertinas en Marruecos, pero aun así lo disimularon, negaron cualquier vinculación

La semana pasada, aquí mismo, se ofreció, a propósito del Open Arms, el testimonio de un sacerdote español que, espantado, había sido testigo este verano de la nueva doble valla de concertinas de Marruecos, además de otras prácticas, como la ‘caza del negro’ en plena calle y su expulsión al desierto.

En febrero pasado, en plena campaña electoral de las elecciones generales, Grande-Marlaska visitó la frontera del Tarajal, en Ceuta, contempló las concertinas, que seguían allí, y otra vez prometió que la prioridad del nuevo Gobierno que se formase iba a ser la retirada de esas cuchillas. Pasaron abril, mayo, junio y julio, y ahora, a final de agosto, en vísperas del nuevo curso político, el ministro ha anunciado que en las próximas semanas comenzarán a retirarse esas vallas para que el trabajo pueda estar completado a finales de año o a principios de 2020.

La realidad constatable es que las concertinas españolas solo se van a retirar cuando Marruecos ha terminado de construir las suyas

Dice el ministro que ha tardado tanto tiempo en cumplir su compromiso —más de un año y medio— porque se trata de un asunto muy complejo técnicamente, pero la realidad constatable es que las concertinas españolas solo se van a retirar cuando Marruecos ha terminado de construir las suyas, en poco menos de seis meses. Dice el ministro que a partir de ahora vamos a tener “unas fronteras más seguras, pero sin concertinas, donde la humanidad y la seguridad no estén disociadas”, pero eso tampoco es verdad. Hipocresía de concertina.

Esa hipocresía de concertina que gasta el Gobierno de Pedro Sánchez se vuelve hiriente, como cuchillas, porque la protagoniza un hombre, Fernando Grande-Marlaska, al que estúpidamente le atribuimos la sinceridad de un independiente de prestigio que se incorpora a la política. Es falso. Con Marlaska, se demuestra que los sillones del poder, acaso las alfombras que pisan, impregnan de los vicios de la política a todos los que los ocupan; los mismos patrones de desahogo y de cinismo.

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