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Los sanitarios muertos no te olvidan
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Javier Caraballo

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Los sanitarios muertos no te olvidan

Este hombre que tengo delante se detiene al hablar, como si quisiera dar tiempo a su mente para que recupere las imágenes grabadas en el hospital en los primeros meses de la pandemia

Foto: Miembro del personal sanitario del área de vigilancia intensiva. (EFE)
Miembro del personal sanitario del área de vigilancia intensiva. (EFE)

"Fuimos carne de cañón, como en el desembarco de Normandía", dice este hombre que tengo delante, cirujano del servicio público de Salud, cuando recuerda los primeros meses de la pandemia. Habla con amargura o resentimiento, quizás ambas sensaciones mezcladas, que es algo que ocurre cuando el dolor y la frustración se convierten en punzadas que te recuerdan permanentemente que no puedes olvidar lo ocurrido. "En el desembarco de Normandía, quienes primero desembarcaron fueron soldados afroamericanos, hispanos y estadounidenses de familias con muy pocos recursos. Pues eso fuimos nosotros durante esta pandemia, que tantas veces han comparado con una guerra mundial, los que desembarcaron primero en la playa sabiendo que la misión de muchos de ellos era morir para que quienes vinieran detrás tuvieran la opción de vencer al enemigo". Carne de cañón.

A sus cincuenta y pocos, este hombre recuerda los casi 30 años que lleva en el mismo hospital, de modo que podría ordenar o catalogar su propia vida en función de los estados de ánimo y las etapas profesionales que ha vivido en este edificio inmenso, inabarcable, una representación concentrada de la vida con el ciclo acelerado de nacimientos y de muertes. El ímpetu novato de los primeros años, la época en la que se quedó colgado de una compañera de trabajo, el tiempo en el que su jefe lo quiso desterrar del servicio, las etapas en las que parecía que iba a comerse el mundo y en las que iba a trabajar con el ánimo por los suelos… "Lo había vivido todo, o eso creía yo, porque lo que nunca había experimentado era esa sensación diaria al despertarte, abrir los ojos y pensar que puedes morirte en tu trabajo, que ese día te puedes contagiar. Les pasó a muchos compañeros, a decenas de miles de sanitarios en toda España. A alguno yo lo vi morir… Por eso hablaba de que fuimos como la primera línea del desembarco de Normandía".

"Lo había vivido todo, o eso creía yo, porque lo que nunca había experimentado era esa sensación diaria al despertarte"

Este hombre que tengo delante se detiene al hablar, como si quisiera dar tiempo a su mente para que recupere las imágenes grabadas en el hospital en los primeros meses de la pandemia, que ni se borran ni quiere olvidarlas, la enfermera que llora en una esquina del pasillo, el cirujano que le confiesa en un mensaje que se ha contagiado en la última guardia, las miradas desconfiadas o temerosas de sus vecinos cuando entraba o salía de casa para trabajar, la perplejidad atónita de los familiares de pacientes cuando tuvo que comunicarles que a su padre, que a su abuela, que estaban tan bien hacía dos semanas, solo les quedaban unas horas de vida porque el virus los había empujado a la fosa común de los desaparecidos por la pandemia, que es esa estadística diaria en la que solo vemos números en una gráfica ascendente o descendente. Y entre ellos, muchos sanitarios que durante meses lucharon sin la protección ni los medios necesarios, que se dejaron el aliento en su trabajo sin saber que también se dejaban la vida.

"Por eso sigue contando hay cosas que no puedo perdonar, y siento mucho que, al decirlo, alguien lo malinterprete: no puedo perdonar a Fernando Simón desde el día en que le preguntaron en una rueda de prensa por el número de sanitarios fallecidos y, como si tal cosa, como si le hubieran preguntado por el precio de las mascarillas, se limitó a decir: 'Otro día doy los datos de los sanitarios fallecidos…'. Vale que la pandemia ha afectado a todos los países, que a todos los ha sorprendido, pero aquí ha habido fallos muy graves de gestión política, y si eso mismo ha ocurrido en todas partes, que cada cual ajuste sus cuentas. Pero aquí hay un Gobierno que tiene más de 80.000 muertos sobre sus espaldas; no digo que sea culpable ni asesino, que eso es una barbaridad insostenible, digo que cada uno de los errores en la gestión de esta crisis sanitaria ha provocado un aumento de contagios y, consiguientemente, de muertos. ¿Cómo no va a haber responsabilidades políticas? ¿Salvador Illa se fue sin más a Cataluña y se acabó? Me niego a este silencio final, como si fuésemos una página que se puede pasar. Si pudiera, les enviaría una esquela, ‘los sanitarios muertos no te olvidan".

"No puedo perdonar a Fernando Simón desde el día que le preguntaron en una rueda de prensa por el número de sanitarios fallecidos"

Este hombre que tengo delante tiene puestas las vacunas desde hace tiempo, como todos los sanitarios, pero sigue desconfiando del virus, por la anormalidad de su comportamiento, por las secuelas que vemos y las que aún tendremos que descubrir, por la incertidumbre que nos ha generado cada nueva cepa que se descubre y se extiende al momento por todo el mundo. Por eso, una vez más, vuelve la mirada atrás y se indigna por la superficialidad del debate político, por las veces que el Gobierno ha dado por finalizada la pesadilla, ese atrevimiento de Pedro Sánchez cuando dijo, y repitió, "hemos vencido al virus, hemos doblegado la pandemia". Ni la experiencia vivida en todo el mundo ha conseguido instalar en los gobernantes la simple lección de la humildad en los discursos; la humildad necesaria para que tuviésemos la tranquilidad de pensar que si ocurriera otra vez no se cometerían los mismos errores. "La alerta estaba, se conocía, y se ignoró. Por mi experiencia vivida, solo contaré un detalle, si quiere una anécdota, y que cada cual lo interprete a su manera. En diciembre de 2019, es decir, mucho antes de que se tuvieran noticias en los medios de comunicación de que existía un nuevo virus llamado covid-19, todos nos quedamos sorprendidos en el hospital cuando los representantes de industrias médicas y laboratorios farmacéuticos llegaron preguntándonos si queríamos adquirir más respiradores para las UCI. Es de esas cosas que ocurren que, cuando pasa el tiempo, adquieren una dimensión extraordinaria. Entonces, que nos ofrecieran más respiradores, cuando sabían que las necesidades estaban perfectamente cubiertas, nos pareció que no tenía demasiado sentido, pero pensamos, simplemente, que querrían cerrar la facturación del año o similar. Pero luego nos quedamos de piedra cuando ocurrió lo que ocurrió y los respiradores se convirtieron en la máquina más requerida de los hospitales, la más necesitada, la más reclamada. En definitiva, que si la industria farmacéutica ya tenía en diciembre de 2019 una idea de lo que se podía venir encima, qué no sabían los gobiernos y el Centro de Emergencias Sanitarias…".

"Fuimos carne de cañón, como en el desembarco de Normandía", dice este hombre que tengo delante, cirujano del servicio público de Salud, cuando recuerda los primeros meses de la pandemia. Habla con amargura o resentimiento, quizás ambas sensaciones mezcladas, que es algo que ocurre cuando el dolor y la frustración se convierten en punzadas que te recuerdan permanentemente que no puedes olvidar lo ocurrido. "En el desembarco de Normandía, quienes primero desembarcaron fueron soldados afroamericanos, hispanos y estadounidenses de familias con muy pocos recursos. Pues eso fuimos nosotros durante esta pandemia, que tantas veces han comparado con una guerra mundial, los que desembarcaron primero en la playa sabiendo que la misión de muchos de ellos era morir para que quienes vinieran detrás tuvieran la opción de vencer al enemigo". Carne de cañón.

Fernando Simón Pedro Sánchez
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