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18-E, vuelco andaluz o espejismo
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Javier Caraballo

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18-E, vuelco andaluz o espejismo

La esperanza de Juan Espadas, que es el nuevo candidato socialista en Andalucía, es que los vaticinios de las encuestas no sean más que un espejismo para la derecha

Foto: El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/José Manuel Vidal)
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/José Manuel Vidal)

El 18 de enero de 2019, un dirigente político casi desconocido del centro derecha, Juan Manuel Moreno Bonilla, llegó al Salón de Usos Múltiples del Parlamento de Andalucía, un extraordinario edificio renacentista, para protagonizar uno de los acontecimientos políticos más relevantes de la España autonómica: cambiaba el poder en la única comunidad que había permanecido durante cuatro décadas bajo el mando de un mismo partido político. La dimensión política y social de ese cambio era de tal envergadura, y la relevancia política del nuevo presidente era tan limitada, que la desproporción enorme alimentó el ambiente de transitoriedad de la nueva etapa.

Como se trataba de Sevilla y del Partido Socialista, lo que sucedía ese día era algo que podía compararse a lo ocurrido dos décadas antes, en 1996, cuando el ‘imbatible’ Felipe González perdió las elecciones generales por un solo punto de diferencia frente a José María Aznar, un político sin el pedigrí de la Transición, y todo el mundo en la izquierda, pero también fuera de la izquierda, consideraba que aquello no podía durar. Felipe González, al día siguiente de la jornada electoral, lo resumió con una frase, cuya autoría se atribuyó a Alfonso Guerra: “Nunca una derrota ha sido tan dulce ni una victoria tan amarga”.

Foto: Mañueco, junto a Casado. (EFE/J. Casares)

La sensación de esa derrota menor, y sobre todo el pronóstico de lo amarga que iba a resultar la victoria para la derecha, latía en Andalucía, en Sevilla, en aquel frío día de enero de 2019, y no hacía falta siquiera que nadie lo invocara, porque alrededor del propio Parlamento, en ese mismo día de la toma de posesión del nuevo presidente, ya podía constatarse. Desde distintas ciudades, habían llegado en autobuses varios cientos de personas convocados para la primera 'alerta antifascista' que se decretó en España, por la alianza parlamentaria del Partido Popular, Ciudadanos y Vox.

La agencia Europa Press informó de que los socialistas andaluces iban a recibir, además, el apoyo de otras capitales españolas y que, incluso, de forma simbólica, lo mismo sucedería en otras ciudades de todo el mundo, como Berlín, Bristol, Buenos Aires y París. “Ahora más que nunca tenemos que salir a la calle ante el riesgo de involución de nuestros derechos. La mayoría de progreso que hay en esta comunidad autónoma ha de estar movilizada contra la extrema derecha”, repetía la presidenta destronada, Susana Díaz, la primera mujer que había llegado a la secretaría general del PSOE de Andalucía, la agrupación más fuerte de toda España, el ‘granero electoral’ más seguro, y que ahora veía desvanecerse todo aquello que parecía tan sólido.

Foto: El presidente de la Junta, Juanma Moreno. (EFE)

Pero ¿fue de verdad una amarga victoria o, como le sucedió a Felipe González entonces, aquella frase no reflejaba más que la impotencia de aceptar la derrota en las urnas? La descripción anterior de lo ocurrido el 18 de enero de 2019 conviene detallarla para entender mejor los cambios que se han producido en Andalucía en estos tres años, quizá tan inesperados como aquella noche electoral. El principal protagonista de ese cambio, el líder del PP andaluz, Juan Manuel Moreno, es el que encabeza hoy la valoración social en todas las encuestas que se realizan, roza la mayoría absoluta en muchos de esos sondeos y, además, internamente se ha convertido en uno de los barones con más proyección de su partido —debe recordarse siempre que, la misma noche electoral, Pablo Casado había convocado en Madrid a Juan Ignacio Zoido para destituir a Moreno y ponerlo en su lugar, pensando que se estrellaría—.

Que todo esto suceda, en tan poco tiempo, y en una comunidad como la de Andalucía, inclinada sociológicamente hacia el centro izquierda y tras 40 años de hegemonía socialista, supone un vuelco electoral con muy pocos precedentes en el mundo de la política. Es verdad, de todas formas, que, en el caso de que el Partido Popular gane las elecciones andaluzas de esa forma tan holgada que le pronostican las encuestas —la mayoría absoluta se alcanza con 55 diputados en la Cámara andaluza— no va a convertir a Juanma Moreno en el primero que lo consiga, porque ya cosechó ese resultado Javier Arenas en marzo de 2012: ganó las elecciones al Partido Socialista, obtuvo 50 escaños, pero se quedó sin gobernar en la Junta de Andalucía porque la izquierda del PSOE y de Izquierda Unida era las que sumaban la mayoría absoluta.

Foto: Juan Espadas, durante el 15º Congreso Provincial del PSOE de Córdoba. (EFE/Rafa Alcaide)

¿Puede pasarle lo mismo a Juanma Moreno, que llegue a los 50 escaños y no pueda gobernar? La esperanza de Juan Espadas, que es el nuevo candidato socialista en Andalucía, es esa: que los vaticinios de las encuestas no sean más que un espejismo para la derecha. Y que 20 años después, que curiosamente pueden cumplirse cuando se convoquen las próximas elecciones andaluzas, a Moreno Bonilla vuelva a ocurrirle lo mismo que a Javier Arenas. Por esa razón, nada más comenzar el año, el PSOE se ha lanzado decidido a la precampaña con una movilización paralela a aquella primera, convocada en el Parlamento de Andalucía, cuando Moreno Bonilla tomaba posesión de su cargo.

El discurso de la 'involución de los derechos' que se utilizó entonces lo vuelve a recuperar el PSOE con la sanidad andaluza y, para ello, ya ha comenzado a activar a todos sus alcaldes, que son la gran mayoría —casi el 60% de los municipios andaluces tiene alcaldes socialistas—, para que convoquen concentraciones y protestas. El poder movilizador de los municipios, junto al empuje institucional del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, son las dos herramientas fundamentales que tiene el PSOE de Andalucía para movilizar el voto de la izquierda, agruparlo en torno a sus siglas y hacer realidad aquella impresión de la dulce derrota; volver a conquistar la Junta de Andalucía tras un paréntesis de cuatro años, como ocurrió en Extremadura y en Castilla-La Mancha.

El 18 de enero de 2019, un dirigente político casi desconocido del centro derecha, Juan Manuel Moreno Bonilla, llegó al Salón de Usos Múltiples del Parlamento de Andalucía, un extraordinario edificio renacentista, para protagonizar uno de los acontecimientos políticos más relevantes de la España autonómica: cambiaba el poder en la única comunidad que había permanecido durante cuatro décadas bajo el mando de un mismo partido político. La dimensión política y social de ese cambio era de tal envergadura, y la relevancia política del nuevo presidente era tan limitada, que la desproporción enorme alimentó el ambiente de transitoriedad de la nueva etapa.

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