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Elogio budista de Echenique y Abascal
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Javier Caraballo

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Elogio budista de Echenique y Abascal

Abascal y Echenique, extrema derecha y extrema izquierda, tienen mucho que esconder porque sus modelos se parecen en la admiración, subliminal o expresa, del totalitarismo

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal, durante la sesión plenaria. (EFE/Emilio Naranjo)
El líder de Vox, Santiago Abascal, durante la sesión plenaria. (EFE/Emilio Naranjo)
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Quedarán retratados para la historia y siempre lo tendremos presente. Lo dijeron los máximos representantes de la Unión Europea en el pleno solemne del pasado martes en el que Europa tomó conciencia de sí misma ante el grave desafío invasor de Vladímir Putin. Este tiempo nos retrata, como si tuviera el efecto de un 'flash' en la oscuridad, un fogonazo cuando menos se esperaba la foto que inmortaliza a quienes viven, traman y se reproducen en su inercia de odios y de agitación. Cuando surge una causa que tiene que ser común, ya no saben qué hacer. La salida inmediata es la reafirmación, una especie de huida veloz hacia adelante, culpando a los mismos que antes les servían de referencia para sus construcciones de crispación constante. Lo hemos visto en el Congreso de los Diputados, en los discursos disparatados de los dos extremos, el que sustenta al Gobierno de Pedro Sánchez y el que aspira a gobernar con la alternancia de las derechas, cuando Santiago Abascal y Pablo Echenique se buscaron en la tribuna para arrojarse el guiñapo de Putin.

El cruce de acusaciones que se vivió este miércoles en el Congreso, durante la sesión monográfica sobre la invasión de Ucrania, es esclarecedor de la grotesca perversión de los conceptos políticos a que se ha llegado en España; incluso de los conceptos más graves, aquellos que merecerían un mínimo decoro intelectual porque se refieren a tragedias sangrientas de nuestro pasado reciente, como el fascismo, el nazismo o el comunismo soviético. Pues nada… Según Abascal, Putin es de Podemos; según Echenique, Putin es de Vox. "El partido de Putin en España es Vox y su emisario en España es Abascal", decía el portavoz de la extrema izquierda. “Los aliados de Putin están en su Gobierno [de Pedro Sánchez] o le apoyan. Por eso usted y su Gobierno no son fiables, ni creíbles ni respetables”, sostuvo el presidente de la extrema derecha. ¿Quién representa hoy a Putin en España? Probablemente, ese cruce bochornoso se debe a que los dos, Abascal y Echenique, extrema derecha y extrema izquierda, tienen mucho que esconder porque sus modelos se parecen en la admiración, subliminal o expresa, del totalitarismo.

Este esperpento del parlamentarismo podría asimilarse a lo que en psicología se conoce como ‘la profecía autocumplida’, definida como “una expectativa o forma de ver una situación que hace que esta visión, inicialmente falsa, se vuelva realidad” para quien la formula. En la política española, es lo que ocurre ahora, tras la invasión de Ucrania, que las expectativas y las amenazas de los dos extremos radicales se siguen manteniendo como si fueran la explicación de algo que no guarda ninguna relación con lo que decían. El discurso de radicalidad que se usaba contra el adversario político, en forma de alertas antifascistas o de amenazas bolivarianas, se sigue manteniendo cuando surge una realidad distinta que desbarata sus esquemas y les exige una respuesta más compleja que su simplificación radical.

La ventaja de todo esto es que, como se decía al principio, la brutal agresión de Rusia contra Ucrania ha actuado como un fogonazo que los ha retratado ante la sociedad, salvo a los partidarios del ‘cuñadismo político’, como se decía aquí en otra ocasión, que prolongarán su estela por las redes sociales y los grupos de WhatsApp de sus amigos. Fuera de eso, el momento es propicio para aplicarle la práctica más poderosa del budismo, la paciencia. Apliquémosles a Abascal y a Echenique una reflexión del Dalai Lama para las personas que nos irritan: “Tenemos necesidad de personas que nos ofendan para ejercitar la paciencia. Son relativamente pocas, con lo que encontrar un verdadero enemigo es tan poco frecuente que deberíamos alegrarnos de verle y apreciar los beneficios que nos regala. Merece ser el primero a quien ofrezcamos los méritos que él mismo nos permitirá adquirir, y es digno de respeto por el solo hecho de permitirnos practicar la paciencia”.

Foto: Pedro Sánchez y Yolanda Díaz en el Congreso. (EFE/Emilio Naranjo)

La paciencia es enemiga de la crispación, que ciega y enturbia la realidad. Por eso, los portavoces de la extrema derecha y de la extrema izquierda en España merecen un elogio budista, por el hecho de permitirnos contemplar con tanta claridad que este momento no es el de sus batallas enfangadas, que las repercusiones de la invasión de Ucrania pueden ser históricas y mundiales. La lección está clara, de ahí el agradecimiento budista a quienes nos hacen comprender que este es el momento de Europa, el de sentirse orgullosos de ser europeos, de ser españoles, y de pertenecer a este club de libertad y de progreso. Este es, como se dijo el otro día en el Parlamento Europeo, como dijo Josep Borrell, “el acta de nacimiento de la Europa geopolítica”.

Es el momento de repetirnos las palabras que allí sonaron por parte de los principales representantes de la Unión Europea y que debemos solemnizar con la emoción y el orgullo de una guerra terrible que venceremos, que nos hará sufrir, y que nos dejará una profunda huella: “Es el momento de la verdad para Europa. Vivimos un enfrentamiento entre el imperio de la ley y el de las armas, entre un orden basado en las normas y la agresión sin más. Si Putin buscaba dividir la UE, la OTAN y la comunidad internacional, ha conseguido exactamente lo contrario (…) Nadie puede mirar hacia otro lado cuando alguien agrede sin justificación a un vecino mucho más débil. Nadie puede invocar la resolución pacífica de los conflictos, nadie puede poner en el mismo pie de igualdad al agredido y al agresor y nos acordaremos de aquellos que en este momento solemne no estén a nuestro lado”.

Quedarán retratados para la historia y siempre lo tendremos presente. Lo dijeron los máximos representantes de la Unión Europea en el pleno solemne del pasado martes en el que Europa tomó conciencia de sí misma ante el grave desafío invasor de Vladímir Putin. Este tiempo nos retrata, como si tuviera el efecto de un 'flash' en la oscuridad, un fogonazo cuando menos se esperaba la foto que inmortaliza a quienes viven, traman y se reproducen en su inercia de odios y de agitación. Cuando surge una causa que tiene que ser común, ya no saben qué hacer. La salida inmediata es la reafirmación, una especie de huida veloz hacia adelante, culpando a los mismos que antes les servían de referencia para sus construcciones de crispación constante. Lo hemos visto en el Congreso de los Diputados, en los discursos disparatados de los dos extremos, el que sustenta al Gobierno de Pedro Sánchez y el que aspira a gobernar con la alternancia de las derechas, cuando Santiago Abascal y Pablo Echenique se buscaron en la tribuna para arrojarse el guiñapo de Putin.

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