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Pablo Iglesias y Yolanda Díaz, traiciones de ida y vuelta
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Javier Caraballo

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Pablo Iglesias y Yolanda Díaz, traiciones de ida y vuelta

Las puñaladas son un estado de ánimo en su política. Es la historia de las izquierdas que se empeñan en llamarse unidas y que solo ofrecen ante la ciudadanía un espectáculo de división y enfrentamiento despiadado por el poder

Foto: Pablo Iglesias y Yolanda Díaz en el Congreso de los Diputados en abril de 2020. (EFE/Mariscal)
Pablo Iglesias y Yolanda Díaz en el Congreso de los Diputados en abril de 2020. (EFE/Mariscal)
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Donde traicionó, lo traicionaron; allí donde apuñaló, lo apuñalaron. En Andalucía. No hacen falta interpretaciones, ni siquiera añadirle calificativos, porque han sido los mismos protagonistas de las organizaciones que habitan a la izquierda del PSOE quienes le han puesto nombre a lo sucedido: puñaladas y traición. La traición que no es un episodio en la política que practican; es un estado de ánimo, una actitud, un verbo que se conjuga en bucle. Es la historia de las izquierdas que se empeñan en llamarse unidas y que solo ofrecen ante la ciudadanía un espectáculo de división y enfrentamiento despiadado por el poder.

Foto: Presentación de la confluencia de izquierdas. (EFE/Julio Muñoz)

Esta semana, cuando el inventor e ideólogo de Podemos, Pablo Iglesias, confesaba en la Cadena Ser que se sentían traicionados por sus todavía socios en Andalucía, la Izquierda Unida de Yolanda Díaz, no hacía más que repetir las mismas palabras que, dos años antes, le dirigió a él la mujer a la que, hasta poco antes, abrazaba en la tarima de los mítines, Teresa Rodríguez: “Me han traicionado”. A ninguno de ellos podría quitársele la razón porque, aunque nunca conozcamos los detalles precisos de esas reuniones interminables, de semanas o de meses, en las que dicen estar forjando una plataforma política abierta e integradora, lo único que se negocia son los puestos de poder.

Y en la lucha por el poder es donde anida la traición constante, reiterada, de sus trayectorias políticas. El último episodio conocido ha sido este en el que Unidas Podemos pretendía imponer a su candidato en la nueva plataforma que va a compartir con Izquierda Unida en Andalucía, además de otras cuatro organizaciones de menor relevancia en esta comunidad, como la edición andaluza de Más País, de Iñigo Errejón. La persona que Pablo Iglesias utilizó para expulsar de la organización a la anterior candidata es la que ahora le ha devuelto la jugada. La moderada y apacible Inmaculada Nieto. Veamos, porque todo se desarrolla y se deteriora con la velocidad de vértigo con la que se ejecutan las vendettas.

Foto: Al fondo, Josep Vendrell junto a Yolanda Díaz en una reunión en el Congreso. (EFE/Mariscal)

La mejor fotografía de la noche electoral del 25 de mayo de 2014, porque representaba la gran sorpresa de aquellas elecciones europeas en España, es en la que se veía exultantes a un hombre y a una mujer jóvenes cogidos de la mano, el puño en alto, celebrando la victoria que nadie esperaba: un grupo nuevo, Podemos, había conseguido más de un millón doscientos mil votos y cinco eurodiputados. Los dos primeros de la lista que revolucionó la política en España eran esos jóvenes que se fotografiaron felices en la noche electoral, Pablo Iglesias, un profesor universitario nacido en Madrid en 1978, y Teresa Rodríguez, una profesora de Educación Secundaria, nacida en la localidad gaditana de Rota en 1981. Ninguno de los dos aspiraba, obviamente, a hacer carrera política en el Parlamento Europeo, pero nadie podría dudar entonces de la fortaleza de aquel compromiso personal y político.

Apenas un año después, en 2015, Teresa Rodríguez fue elegida por Pablo Iglesias para ser la candidata de Podemos a la presidencia de la Junta de Andalucía y, meses más tarde, la eligieron en unas ‘primarias’ como la primera secretaria general de la formación morada en esta comunidad. Las comillas de las primarias se corresponden con la participación real de aquel proceso: de un censo teórico de más de 60.000 militantes, apenas votó el diez por ciento. Ese es el primer síntoma de deterioro de una fuerza política y, en Podemos, se produjo nada más comenzar.

Foto: Pablo Iglesias, en una imagen de archivo. (EFE/Martín)

También en ese momento empezaron las disputas que llevarían a Teresa Rodríguez, tres años después, en 2018, a distanciarse progresivamente de Pablo Iglesias, disconforme con las directrices que, según iba diciendo, querían imponerle desde la dirección nacional a su estrategia política en Andalucía. La traición, cocinada a fuego lento por Iglesias, llegó cuando había conseguido un pacto de Gobierno con el PSOE, que lo elevó a la vicepresidencia, y a su compañera de entonces, Irene Montero, hasta el Ministerio de Igualdad. “Hay que arreglar lo del sur”, ordenó Pablo Iglesias en una de las reuniones de Podemos y, al poco, expulsaron de la organización a Teresa Rodríguez y a todos sus fieles. “La traición es más dolorosa, porque se rompe la confianza depositada en la palabra dada. Yo confiaba en su palabra, pero Pablo Iglesias me ha traicionado”, dijo Teresa Rodríguez.

Foto: El coordinador general de IU, Alberto Garzón (c), junto a la portavoz parlamentaria Inmaculada Nieto (i). (EFE)

Todo se produjo, además, cuando la gaditana estaba de baja por maternidad, pero la ministra de Igualdad no encontró reparo alguno ni objeción: “Vosotros sabéis que yo he tenido dos embarazos muy seguidos y siempre asumiendo responsabilidades políticas, que la política no para mientras estamos de permiso”, dijo Irene Montero, poniéndose de ejemplo. Pero no fue Irene Montero, ni tampoco Pablo Iglesias, quien ejecutó la operación, sino una parlamentaria de Izquierda Unida, que fue la que firmó la expulsión de todos ellos, a los que empezó a considerarlos como meros tránsfugas. Esa mujer era Inmaculada Nieto, exactamente la misma persona que, ahora, ha sido la persona empleada por la vicepresidenta Yolanda Díaz para traicionar a Pablo Iglesias, según la confesión radiofónica del ideólogo de Podemos, al colocarla como candidata de la nueva coalición contra el deseo de Podemos. “Es un horror. Nos causa vergüenza”, explotó Iglesias. “La peor manera de empezar algo que es necesario en este país, que es el frente amplio y acumular ilusión. Ha empezado de la peor manera posible (…) volviendo a los despachos, las puñaladas, los registros y las filtraciones”.

Igual que Iglesias maniobró para apartar de la organización a Teresa Rodríguez, los dirigentes de Izquierda Unida en Andalucía, respaldados por Yolanda Díaz, han maniobrado para apartar al candidato de Pablo Iglesias en las elecciones andaluzas, el diputado de Podemos por Cádiz que se llama Juan Antonio Delgado, con el que le une “mucha amistad”, que es guardia civil y que, según el fundador morado, hubiera sido “un candidato increíble”. Pero ¿de verdad puede sorprenderse de lo ocurrido? Cuando la traición es una inercia política, un verbo que se conjuga en bucle, siempre aparece con todos los tiempos, formas y personas.

Donde traicionó, lo traicionaron; allí donde apuñaló, lo apuñalaron. En Andalucía. No hacen falta interpretaciones, ni siquiera añadirle calificativos, porque han sido los mismos protagonistas de las organizaciones que habitan a la izquierda del PSOE quienes le han puesto nombre a lo sucedido: puñaladas y traición. La traición que no es un episodio en la política que practican; es un estado de ánimo, una actitud, un verbo que se conjuga en bucle. Es la historia de las izquierdas que se empeñan en llamarse unidas y que solo ofrecen ante la ciudadanía un espectáculo de división y enfrentamiento despiadado por el poder.

Teresa Rodríguez Yolanda Díaz PSOE Irene Montero Izquierda Unida