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Javier Caraballo

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¿Es Andalucía una nación?

Tan evidente es la constatación de que ninguna de las actuales comunidades autónomas ha sido una nación en el pasado, ni, por supuesto, un Estado, que entre los historiadores y juristas no existe ninguna duda al respecto

Foto: Un niño ondea una bandera de Andalucía en una manifestación. (EFE/Rafa Alcaide)
Un niño ondea una bandera de Andalucía en una manifestación. (EFE/Rafa Alcaide)
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Andalucía nunca ha sido una nación. Tampoco, desde luego, el País Vasco, Galicia o Cataluña, que son las consideradas ‘históricas’ de forma falsaria, como es sabido. Tan evidente es la constatación de que ninguna de las actuales comunidades autónomas españolas ha sido una nación en el pasado, ni, por supuesto, un Estado, que entre los historiadores y juristas, españoles y extranjeros, no existe ninguna duda al respecto. Si entendemos que el concepto de nación es indisoluble del concepto de Estado, el debate, sencillamente, no existe, porque en España no ha habido más Estado que el Estado español, a lo largo de toda la historia. España, al igual que otros países europeos comparables al nuestro, incorpora este concepto a partir del siglo XIX y, desde entonces, no ha variado.

Con lo cual, ¿qué nos pasa a los españoles que no dejamos de darle vueltas a la definición de España, como si se tratase de un país reciente o inseguro en su configuración? Ahí está, de hecho, la última polémica que ha surgido en plena precampaña electoral, por unas declaraciones del consejero de la Presidencia del Gobierno andaluz, Elías Bendodo, en las que afirmaba que España es plurinacional. Al instante, el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijoo, lo obligó a rectificar para intentar aplacar una nueva polémica que, con seguridad, volverá a surgir de nuevo antes de las elecciones. Luego se apagará y, al cabo de un tiempo, surgirá de nuevo porque en el epicentro de todo este debate, que es en lo que deberíamos reparar como ciudadanos, lo único que subyace es el interés político por mantenerlo vivo, a pesar de su superficialidad absoluta.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Lavandeira)

La polémica surgida a raíz de lo dicho por Bendodo es una buena muestra de cómo se alimenta este debate, absolutamente estéril para el interés general. En la entrevista en el diario 'El Mundo' de la que surge toda la polémica, en realidad Bendodo no dice nunca que España esté compuesta por varias naciones y que, por eso, es un Estado plurinacional. (Esta, por cierto, es otra de las constantes del debate político y mediático en España: se originan enormes polvaredas sobre frases descontextualizadas y deformadas de las que hasta el propio autor, acomplejado, acaba pidiendo disculpas, como ha pasado con el popular Bendodo). Lo que sí hizo el todavía ‘número dos’ del PP de Andalucía en esa entrevista fue elegir a José María Aznar como cita de autoridad y asegurar que le había oído “afirmar públicamente que España era un Estado plurinacional, pluricultural y plurilingüístico”. Y añadía: “Eso es una realidad. Cataluña no es una nación dentro de España. No es lo mismo nación que nacionalidad. Esto que quede claro: Cataluña sí es una nacionalidad del Estado español, como cualquier otra comunidad autónoma”. ¿De verdad merecía una polémica nacional una declaración así? Estamos, una vez más, ante dos fuerzas que confluyen en la política española, los complejos del Partido Popular, y los debates artificiales con los que se retroalimenta la clase política desde hace cuarenta años.

Como queda dicho, a partir de la aceptación de que sólo hay un Estado, la nación española, que es donde reside la soberanía (artículo 1 de la Constitución), todas las demás denominaciones pueden ser aceptables, por inocuas o sentimentales, en el sentido que apuntaba hace dos siglos Renan: “Una nación es un alma, un principio espiritual”. Nos escandalizamos por conceptos que, por ignorancia o premeditación, se vienen utilizando desde hace muchos años. Como ya se ha apuntado aquí alguna vez: ¿Quién se atrevería a afirmar que el concepto ‘nación de naciones’ proviene del franquismo? Pues fue durante la dictadura, en 1950, cuando utilizó por primera vez esa expresión el historiador José María Jover Zamora. Y lo hizo, además, cuando hablaba en una conferencia de la España del siglo XVII. Si las expresiones de ‘plurinacionalidad’ o ‘nación de naciones’ se refieren a la historia de España, a los reinos históricos que se plasman en el propio escudo (Castilla, León, Aragón, Navarra y Granada), no hay lugar para el escándalo o la controversia porque es la propia Constitución española, en el artículo 2, la que emplea esa diversidad cuando menciona las “nacionalidades y regiones”.

Foto: Día de Andalucía. (EFE) Opinión
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El debate sobre la definición de España sólo acabará cuando la clase política española considere que esa controversia ya no es rentable electoralmente, con lo cual son los ciudadanos, en última instancia, los que tienen esa responsabilidad. De no hacerlo, seguirá apareciendo, de cuando en cuando, a partir de una nueva polémica artificial, como esta que acabamos de vivir y que volverá antes de las elecciones del 19 de junio. Ya padecimos, en una de las fases de esta polémica cíclica, un episodio de gran intensidad en España: cuando se reformaron los Estatutos de Autonomía en la primera década de este nuevo siglo. Si, pasados los años, se repasan los debates de entonces, nos daremos cuenta de la inmensa cantidad de horas perdidas, debates parlamentarios consumidos, para llegar a un acuerdo sobre la denominación de cada comunidad autónoma. En el caso de Andalucía, el acuerdo final se plasmó en una expresión nueva: “realidad nacional”. Ni región, ni nacionalidad, ni nación. Igual que Andalucía, hicieron otras muchas autonomías, con expresiones similares, como Cataluña, Canarias, Galicia, Castilla y León, Comunidad Valenciana, País Vasco, Baleares… Y todas, además, insertadas en unos preámbulos ridículos, por su redacción abigarrada, ininteligible y cursi.

Casi todos ellos repiten las mismas frases, los mismos giros de “diversidad y riqueza” a lo largo de la historia, pero el preámbulo de Andalucía es el que marca la diferencia. Tanto que sirvió a algunos juristas andaluces, como el catedrático de Derecho Constitucional Agustín Ruiz Robledo, para burlarse, en un informe solicitado por el propio Parlamento de Andalucía, en el que decía, literalmente: “Lo más criticable del Preámbulo es que ha utilizado un lenguaje que, lejos de conseguir el ‘alto valor literario’ que pretendía, lo más generoso que se puede decir de él es que se trata de un ‘estilo lirico-histórico’ que hace su lectura verdaderamente fatigosa, con frases antológicas como “la interculturalidad de prácticas, hábitos y modos de vida se ha expresado a lo largo del tiempo sobre una unidad de fondo que acrisola una pluralidad histórica, y se manifiesta en un patrimonio cultural tangible e intangible, dinámico y cambiante, popular y culto, único entre las culturas del mundo”. Basta con leer esa última frase dos veces, sin respirar, para indignarse con cada nuevo debate sobre cómo debemos definir a España.

Andalucía nunca ha sido una nación. Tampoco, desde luego, el País Vasco, Galicia o Cataluña, que son las consideradas ‘históricas’ de forma falsaria, como es sabido. Tan evidente es la constatación de que ninguna de las actuales comunidades autónomas españolas ha sido una nación en el pasado, ni, por supuesto, un Estado, que entre los historiadores y juristas, españoles y extranjeros, no existe ninguna duda al respecto. Si entendemos que el concepto de nación es indisoluble del concepto de Estado, el debate, sencillamente, no existe, porque en España no ha habido más Estado que el Estado español, a lo largo de toda la historia. España, al igual que otros países europeos comparables al nuestro, incorpora este concepto a partir del siglo XIX y, desde entonces, no ha variado.

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