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La cara dura de Laura Borràs y su verdadera historia
La equivocación casual de una funcionaria de Correos condujo a la policía catalana a una investigación contundente de corrupción política
Una carta en el buzón equivocado. Así comenzó todo, la increíble historia de unos falsificadores de dinero que acaba destapando la inmensa cara dura de una independentista catalana llamada Laura Borràs, la todavía presidenta del Parlamento de Cataluña y de Junts per Catulunya, el partido heredero del que fue hegemónico durante tantos años con Jordi Pujol. La polvareda que intenta levantar Borràs desde el principio, con acusaciones de “persecución política” por su ideología, se disipa con enorme facilidad cuando, simplemente, se cuenta la historia desde su inesperado origen, aquel buzón equivocado. Nada esclarece y ridiculiza más todo lo que está ocurriendo en esa rama del independentismo catalán y, por esa razón, vayamos a los hechos que se ocultan.
Situémonos en noviembre de 2017. En una oficina de Correos de Castellbell y el Vilar, un pueblo a 50 kilómetros de Barcelona, una mujer va a revisar la correspondencia de su apartado de correos. Al mirar en su interior, descubre, entre las cartas habituales, un sobre que no se esperaba, una carta procedente de Holanda. La miró de un lado y de otro, comprobó varias veces el remitente, y se decidió a abrirla. Sobresaltada, comprobó lo que contenía: un pequeño fajo de 20 billetes de 50 euros. Con el dinero en el bolso, se fue al banco y, al analizar los billetes, le comunicaron que eran falsos. La falsificación era muy buena, parecían auténticos, pero no lo eran. Con el sobre en sus manos, se decidió a romperlos. Cogió tres y los hizo añicos, pero al hacerlo pensó que podía meterse en un lío; a fin de cuentas, los billetes habían aparecido en su apartado de Correos. Así que se fue directa a una comisaría de los Mossos d’Esquadra y les contó lo ocurrido. A los policías no les costó mucho entender lo que había pasado, que nada tenía que ver con esta mujer. En un despiste, una funcionaria de Correos había metido el sobre de Holanda en un buzón equivocado, justo al lado del apartado de Correos al que iba dirigido. Tampoco les llevó mucho tiempo averiguar que, en efecto, a ese buzón llegaban periódicamente, un par de veces al mes, sobres de Holanda, de Utrecht. Y no solo contenían dinero, también interceptaron otro con 100 pastillas de droga sintética ocultas en un estuche de CD.
La sorpresa mayor, de todas formas, no fue ninguna de las anteriores, sino lo que vino después. El propietario de ese apartado de Correos era un tal Isaías Herrero, colaborador habitual de Laura Borràs, que entonces era directora de la Institución de las Letras Catalanas. Es posible que los Mossos nunca lo hubieran sospechado, pero lo que ocurrió es que, cuando un juez les autorizó a pincharle el teléfono para esclarecer el tráfico de drogas y billetes falsos procedente de Holanda, les sorprendió la afabilidad con la que el tipo hablaba de Laura Borràs, como una pieza más de sus trapicheos.
En este punto, es importante reparar de nuevo en la fecha en la que se produce la equivocación del buzón: noviembre de 2017. Hacía poco tiempo que se había suspendido la autonomía de Cataluña, a través del artículo 155 de la Constitución, por la revuelta independentista de octubre. Carles Puigdemont, que había nombrado a Borràs para ese cargo, se había fugado de España y los otros líderes independentistas habían sido detenidos. Nadie sabía qué podía pasar y eso es lo que angustiaba a Isaías Herrero. Por eso, según desveló 'La Vanguardia', en la primera conversación que le pinchó la policía catalana, lo que le contaba a un amigo era su preocupación por que pudieran quitar a Borràs de directora.
“Lo jodido es si la Borràs deja de ser directora”, decía el tipo inquieto ante la posibilidad de que quienes llegasen nuevos pudieran hacer una auditoría, "una comisión económica que comenzara a mirar, pues bueno, todos los gastos y comenzaran a salir marrones" en la Institución de las Letras Catalanas. En ese momento es cuando el amigo de Borràs comienza a resoplar: “Porque yo tengo una de marrones… Buf…”. Y luego, lo explicaba: “Hombre, claro, pero yo con la Borràs, con la jefa, yo facturo con la cooperativa, y facturo unos trapis por allí”. Hasta llegó a fantasear con lo bien que podría funcionar el negocio si, algún día, su jefa escalaba más alto y llegaba a los primeros puestos de la Administración. “Imagínatela de ministra de Cultura y a mí dándome trabajo de esto. ¡De puta madre!”.
Cuando los Mossos tiraron un poco más del hilo, lo que se encontraron fueron algunos correos electrónicos en los que Laura Borràs le detallaba a su contacto la forma de fraccionar los contratos para eludir las exigencias legales y poder adjudicárselos todos a él, a través de distintas empresas. Estas eran las órdenes de Borràs en sus 'mails': "El presupuesto tiene que quedar detallado como si fueran profesionales independientes para los totales que no puedan superar, como ya sabes, los 18.000 euros. Si ven que lo que se ha hecho es fraccionar un encargo completo en diversos paquetes, es cuando piensan que ha habido una infracción. La cuestión es fraccionar".
La equivocación casual de una funcionaria de Correos condujo a la policía catalana a una investigación contundente de corrupción política, además del tráfico de drogas y de billetes falsos, por el que ya fue condenado el mencionado Isaías Herrero a cinco años de cárcel. Una sentencia, por cierto, en diciembre de 2019, de conformidad entre ese tipo y la Fiscalía de la Audiencia de Barcelona. Lo que queda ahora por resolver es la ‘pieza política’, como podría denominarse, por la que le piden a Laura Borràs seis años de cárcel y 21 de inhabilitación por un delito continuado de prevaricación administrativa, otro de malversación de caudales públicos, un tercero de fraude administrativo y uno más de falsedad en documento mercantil.
En un intento desesperado por alargar el final, lo ha utilizado todo, desde pedir que la juzgue un jurado popular, que no es posible por alguno de los delitos que se le imputan, hasta la recusación de los magistrados, además de continuos recursos. Tan descarado y grotesco está siendo todo que, como ha advertido ya el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña a sus abogados, puede acabar complicándose aún más su situación judicial por “un abuso de derecho y un fraude procesal” al querer “dilatar la tramitación con el fin de retrasar la decisión a adoptar sobre una eventual apertura del juicio oral”. Hasta denunció, en junio pasado, con toda solemnidad y alarma, que unos ladrones habían entrado en su casa para llevarse “solo documentos personales” y, ahora, resulta que ni el robo era en su casa, sino en los trasteros de la comunidad de vecinos, ni la policía parece haber encontrado indicios de nada raro más allá de un robo, por lo que se ha archivado la denuncia provisionalmente. Todo con tal de no enfrentarse a la cruda realidad, que el error más tonto e inesperado le puede costar la carrera política. Por impostora. Hasta la podemos imaginar resoplando por los pasillos, “puto buzón, puto buzón…”.
Una carta en el buzón equivocado. Así comenzó todo, la increíble historia de unos falsificadores de dinero que acaba destapando la inmensa cara dura de una independentista catalana llamada Laura Borràs, la todavía presidenta del Parlamento de Cataluña y de Junts per Catulunya, el partido heredero del que fue hegemónico durante tantos años con Jordi Pujol. La polvareda que intenta levantar Borràs desde el principio, con acusaciones de “persecución política” por su ideología, se disipa con enorme facilidad cuando, simplemente, se cuenta la historia desde su inesperado origen, aquel buzón equivocado. Nada esclarece y ridiculiza más todo lo que está ocurriendo en esa rama del independentismo catalán y, por esa razón, vayamos a los hechos que se ocultan.
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