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Zapatero, bala de plata o de lata
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Javier Caraballo

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Zapatero, bala de plata o de lata

La elección de Zapatero para que lidere la campaña electoral en apoyo de Pedro Sánchez obedece a un doble objetivo, el primero es sustantivo y el segundo cuantitativo y coyuntural

Foto: Zapatero, en un acto del PSOE en campaña electoral. (EFE/Jesús Monroy)
Zapatero, en un acto del PSOE en campaña electoral. (EFE/Jesús Monroy)
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Zapatero, otra vez Zapatero. Ha vuelto por encargo después de lo suyo, lo han llamado de urgencia, como se llama al 112, para que se eche al hombro la campaña del PSOE en las elecciones del sopor veraniego. Antes de que lo llamaran, el presidente y candidato socialista, Pedro Sánchez, ya había recurrido a otras estrategias de movilización del electorado, algunas comunes y otras novedosas. Los manifiestos habituales de actores y actrices, la Agrupación Socialista de los Goya, podría decirse, que no faltan en ninguna campaña electoral; algo que, por otra parte, es absolutamente legítimo. Es lo mismo que los otros manifiestos de apoyo de antiguos dirigentes socialistas, como hemos visto en estas semanas, que se olvidan por un momento de las diferencias entre ellos, de las rencillas que guardan para sus ajustes de cuentas; se olvidan, incluso, de que nunca han confiado en Pedro Sánchez, pero cuando llegan unas elecciones consideran que el partido, el Partido Socialista, está por encima de todos ellos. Se llama "cultura de partido".

Lo más novedoso, que nada tiene que ver con lo anterior, es la agitación promovida por el propio Sánchez contra los medios de comunicación y los periodistas que le critican. La degeneración miserable de esa invectiva, como ya se apuntó aquí otra vez, es que haya periodistas y medios de comunicación que la hayan recibido como una orden, como un mandato, y hayan comenzado, ellos también, a alancear a sus propios compañeros. En fin… Basura inesperada.

Foto: El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en una imagen de archivo. (EFE)

La elección de Zapatero para que lidere la campaña electoral en apoyo de Pedro Sánchez obedece a un doble objetivo, el primero es sustantivo y el segundo cuantitativo y coyuntural. Lo sustantivo es ese empeño casi ontológico de modificar el propio concepto: "no se trata de mentiras, sino de cambios de posición política para resolver problemas y aportar soluciones", como ha venido repitiendo Pedro Sánchez. La afirmación puede sustentarse, obviamente, en todo dirigente político, no solo en Pedro Sánchez, porque, en cuatro o cinco años de mandato, la realidad se impone en muchas ocasiones sobre las promesas y los deseos. Pero convendremos que no es lo mismo prometer que se van a bajar impuestos o que se va a derogar una ley educativa o laboral, que anunciar el endurecimiento del delito de sedición y acabar derogándolo e indultando a los condenados por ese delito.

En todo caso, lo de menos es la expresión: si se trata de un cambio de opinión forzado por intereses políticos particulares, espurios y ocultos, entonces ya no tiene nada que ver con la ética, la transparencia ni con la ejemplaridad a la que se debe todo cargo público. Pero, bueno, volvamos a esa primera directriz de la campaña socialista. Pedro Sánchez decidió iniciar él mismo la campaña contra el antisanchismo, o "burbuja de mentiras, manipulaciones y maldades", y luego optó por cederle ese protagonismo al expresidente Zapatero. Curiosa elección, porque no están tan lejos (noviembre de 2011) las elecciones generales en las que Zapatero dejó al PSOE en coma electoral, después, precisamente, de haber mentido a los españoles sobre la crisis económica. La negaba hasta el ridículo, utilizaba todos los giros dialécticos posibles, para no tener que mencionar la palabra. Al cabo de los años, también hizo como Pedro Sánchez, dijo casi lo mismo: "fue un error negar la crisis, pero no hubo engaño". Admitamos que resulta chocante, por lo menos, que Pedro Sánchez encargue su defensa a quien se hundió políticamente, ni siquiera llegó a presentarse a unas nuevas elecciones, hundió al PSOE y a punto estuvo de hundir a España en la asfixia de la intervención europea.

Se trata de darle protagonismo para captar voto de Sumar y de Podemos en la recta final de la campaña electoral

Hay un segundo objetivo en la llamada a Zapatero para que lidere la campaña electoral del PSOE —el número de mítines de Zapatero cuadruplica a los del candidato, Pedro Sánchez—. Se trata de darle protagonismo para captar voto de Sumar y de Podemos en la recta final de la campaña electoral. Al contrario de lo que se decía antes, en este caso sí podemos afirmar que la estrategia socialista está ofreciendo buenos resultados, aunque no le vaya a servir para cambiar sustancialmente las cosas. Como vienen detectando los sondeos de opinión, el PSOE parece haber consolidado la barrera psicológica de los 100 escaños y, en este momento, casi todas las encuestas lo colocan entre los 105 y los 110 escaños. Si tenemos en cuenta que, en la actualidad, el PSOE tiene 125 escaños, una pérdida de tan solo quince escaños se situaría para Pedro Sánchez en lo que en otras ocasiones hemos definido como "derrota sostenible". Un concepto esencial para el futuro, pero de eso ya se hablará tras las elecciones. La cuestión es que el PSOE ha conseguido frenar su caída, según los sondeos, a costa de los votantes que recibe de su izquierda, del conglomerado de Sumar, en el que se incluyen los electores de Podemos. Para muchos de ellos, descontentos y críticos con Yolanda Díaz, el protagonismo de Zapatero es un reclamo estimable para acabar votando al PSOE.

No debemos olvidar, en este sentido, el protagonismo de Zapatero y su acercamiento político a todos los líderes populistas de Sudamérica, empezando por Nicolás Maduro, en Venezuela, y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. "Los Kirchner forman parte de mi sentimiento político", como dijo hace unos meses, en una de las reuniones del Grupo Puebla. Ese perfil, en consecuencia, es el que debe haber animado a los estrategas del PSOE a la elección de Zapatero, sin miedo siquiera a que uno de estos días se presente en España, otra vez, aquella vicepresidenta de Venezuela, la señora Delcy, que se hizo famosa en Barajas con sus maletas misteriosas. Ese incidente, por cierto, fue uno de los primeros episodios de mentiras que comenzaron a lastrar el prestigio político de Pedro Sánchez; si quedó sepultado fue porque al poco tiempo sobrevino la pandemia mundial de covid-19. En definitiva, que la campaña del PSOE en estas elecciones generales tiene más de desafío que de estrategia electoral. Con la elección de Zapatero junto a Pedro Sánchez parece como si se hubieran inspirado en las encuestas del inefable José Félix Tezanos, en ese método suyo que se ha hecho famoso: "modelo bidimensional inercia-incertidumbre". Pues eso, ahí encaja todo. Ahora, a esperar los resultados. Pedro Sánchez recurre a Zapatero como bala de plata, pero son muchas las evidencias que apuntan a que esa bala es de lata.

Zapatero, otra vez Zapatero. Ha vuelto por encargo después de lo suyo, lo han llamado de urgencia, como se llama al 112, para que se eche al hombro la campaña del PSOE en las elecciones del sopor veraniego. Antes de que lo llamaran, el presidente y candidato socialista, Pedro Sánchez, ya había recurrido a otras estrategias de movilización del electorado, algunas comunes y otras novedosas. Los manifiestos habituales de actores y actrices, la Agrupación Socialista de los Goya, podría decirse, que no faltan en ninguna campaña electoral; algo que, por otra parte, es absolutamente legítimo. Es lo mismo que los otros manifiestos de apoyo de antiguos dirigentes socialistas, como hemos visto en estas semanas, que se olvidan por un momento de las diferencias entre ellos, de las rencillas que guardan para sus ajustes de cuentas; se olvidan, incluso, de que nunca han confiado en Pedro Sánchez, pero cuando llegan unas elecciones consideran que el partido, el Partido Socialista, está por encima de todos ellos. Se llama "cultura de partido".

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