Matacán
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Travestismo del PNV, otro delirio nacionalista
Ya es suficiente el engrudo ideológico de la izquierda más radical que, pisoteando su primer ideal, el internacionalismo, se ha convertido en España al nacionalismo independentista
"Hemos parado a la derecha", dijo enfático el presidente de un partido nacionalista que lleva grabado en todos sus símbolos la obediencia a Dios y a leyes de la Edad Media. El polígrafo de la historia saltaría por los aires al oírlo, pero es lo que dijo el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, para recalcar que su partido, los diputados vascos de este partido, no pensaban apoyar al Partido Popular para que forme Gobierno, aunque haya ganado las elecciones. "Hemos parado a la derecha", dijo el buen hombre. Pero, a ver, ¿desde cuándo el PNV es un partido de izquierdas?
Ya es suficiente el engrudo ideológico de la izquierda más radical que, pisoteando su primer ideal, el internacionalismo, se ha convertido en España al nacionalismo independentista. Les une el ansia por destruir la Constitución, eso se entiende. Pero, de ahí al desvarío máximo de considerar que la defensa de privilegios medievales es un signo de identidad de la izquierda, hay un trecho imposible de llenar con justificaciones. A ver qué hay de izquierdas en el currículum de esos nacionalismos… Hagamos un breve repaso. Los nacionalismos vasco y catalán son inventos de la burguesía de ambas regiones, surgidos tras la pérdida de las últimas colonias, a finales del siglo XIX. España, como referencia y como Estado, deja de interesarles en cuanto los negocios de esas clases pudientes se comienzan a ver afectados por el declive que conlleva el derrumbamiento completo del Imperio nacido tras el descubrimiento de América.
Es decir, todo iba bien mientras que la españolidad les servía para comerciar, ya fueran telas o esclavos negros, y ahí está la figura grabada en piedra de un esclavo negro en la fachada gótica del Palau de la Generalitat. Es cuando se desploma el negocio español cuando empiezan las incomodidades con el Estado y la aplicación, a través del nacionalismo, de una estrategia que, desde las guerras carlistas, ha sido de una gran rentabilidad para esos territorios, cambiar desafección a España por privilegios e inversiones del Estado. Con esos mimbres, se construye la mentira sostenida de la existencia de una nación vasca y de una nación catalana, algo que nunca ha ocurrido en la historia; por eso en el escudo de España están Navarra y Aragón, además de Castilla, León y Granada.
Sabio Arana, por ejemplo, que está considerado como el padre del nacionalismo vasco, se educó en Francia, en Bayona, que es a donde tuvo que huir su familia, defensores del carlismo. La ideología que concibió para el País Vasco estaba en sintonía con algunos de los movimientos de la época, finales del XIX; un nacionalismo tradicionalista, xenófobo y reaccionario. En los fueros medievales encontró la piedra de Roseta del pueblo vasco y en el fundamentalismo religioso, el modelo de liderazgo. ¿Cuántas barbaridades no se habrán cometido en este mundo en el nombre de Dios? Pues esta de Sabino Arana y el nacionalismo vasco es una más. Solo una frase: "Etnográficamente, hay diferencia entre ser español y ser eusqueriano, la raza eusqueriana es sustancialmente distinta a la raza española. Gran número de españoles parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada solo revela idiotismo y brutalidad".
Las únicas semejanzas de un discurso así las podemos encontrar en las invocaciones a la raza española de Franco, que hasta escribió el guion de una película con ese título, y en las del nacionalismo catalán, defensores también de las excelencias de la "distribución genética de la población catalana, determinada entre otras características por la inteligencia", como dijo Heribert Barrera, uno de los exiliados de Esquerra Republicana que volvió con la democracia y fue primer presidente del Parlamento catalán.
La cuestión es que, si la democracia ha conseguido alejarnos del franquismo y repeler cualquier invocación a las ideas racistas de Franco, cómo es posible que los nacionalismos hayan recorrido el camino inverso en este mismo tiempo gracias a que la izquierda los ha convertido en movimientos progresistas. Una parte de la respuesta se daba antes, porque sigue funcionando esa estrategia de cambiar el odio a España por privilegios y, como el sistema electoral los beneficia como partidos bisagra, solo tienen que seguir explotándolo. Lo que hay que reconocerles, en todo caso, es la capacidad de adaptación, el travestismo constante, para ir girando el discurso en el sentido que soplan los vientos electorales.
Así, el Partido Nacionalista Vasco conserva intactos los lemas de sus orígenes, los de su padre fundador, Sabino Arana, pero ha cambiado su discurso hacia la izquierda, para adentrarse, primero, en los espacios del Partido Socialista de Euskadi, y, ahora, para impedir que Bildu siga creciendo y les arrebate definitivamente la hegemonía en el País Vasco.
El lema sigue siendo el mismo, 'Dios y la ley vieja' (Jaungoikoa eta lege zaharra, en euskera), y la ikurriña ondea con sus dos cruces superpuestas, la cruz blanca de Jesucristo y la cruz verde de San Andrés, pero el discurso se inscribe ahora en el socialcristianismo. El periodista Pedro Ontoso, en un artículo de El Correo, detalla aún más la adscripción ideológica del PNV con palabras del propio Ortuzar: "Un movimiento que en su gran mayoría se va situando en el espectro del centro-izquierda, en el socialcristianismo progresista". Pero sin renunciar a lo que dejó escrito Sabino Arana como señas de identidad: "El lema ('Dios y la ley vieja'), el escudo y la bandera de Bizkaia significan la misma cosa, a saber: los eternos derechos de Dios y los derechos nacionales de Bizkaia". Quien quiera, que le busque explicaciones y que se anime a decir cuál es, realmente, la ideología del PNV, porque no debe haber evolución parecida en el mundo. Pero así se cuenta la historia, el patético trasfondo de los nacionalismos que defienden privilegios, izquierdas, socialdemocracia, desigualdad, progresismo y fueros. Y dos huevos duros, si hace falta, como diría aquel.
"Hemos parado a la derecha", dijo enfático el presidente de un partido nacionalista que lleva grabado en todos sus símbolos la obediencia a Dios y a leyes de la Edad Media. El polígrafo de la historia saltaría por los aires al oírlo, pero es lo que dijo el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, para recalcar que su partido, los diputados vascos de este partido, no pensaban apoyar al Partido Popular para que forme Gobierno, aunque haya ganado las elecciones. "Hemos parado a la derecha", dijo el buen hombre. Pero, a ver, ¿desde cuándo el PNV es un partido de izquierdas?
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