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¿Ha dejado Feijóo de ser un hombre de Estado?
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Pilar Gómez

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¿Ha dejado Feijóo de ser un hombre de Estado?

El gallego debe reflexionar antes de reunirse con el Rey y volver a tomar las riendas de sus decisiones. Señor Feijóo, escúchese a sí mismo, su trayectoria política le avala

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo durante la reunión convocada con los nuevos diputados. (EFE/Mariscal)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo durante la reunión convocada con los nuevos diputados. (EFE/Mariscal)
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"Feijóo será un presidente de Estado, no de partido". La reflexión me la hacía un veterano del PP la tarde del 23-J. Nada hacia presagiar horas antes del escrutinio que el gallego no lograse una mayoría suficiente para ocupar La Moncloa. Un mes después en el partido el análisis sobre su líder es menos generoso. ¿Ha dejado Feijóo de ser un hombre de Estado? La respuesta es no.

Es el mismo político que ha defendido que España necesita volver a los pactos entre los dos grandes partidos para no depender de extremistas ni de independentistas, el mismo que dio sus votos a Sánchez para enmendar una ley que otorgó beneficios penitenciarios a cientos de violadores, el mismo que se comprometió a marcharse si no ganaba las elecciones porque entiende la política como servicio al ciudadano, el mismo que intentó por responsabilidad institucional renovar el CGPJ aun sabiendo que el PSOE jugaba de farol, el mismo que se enfrentó a parte del PP al dar por bueno que en debates como el aborto o la eutanasia la sociedad marca los tiempos…

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (Reuters/Yves Herman)

La diferencia es que hoy a Feijóo le pesa el partido. Ha perdido el aura presidencial con el que llegó de Galicia. Se ha convertido en mortal para los suyos. El barón de barones, si Puigdemont no lo remedia, será como Pablo Casado un líder sin corona. El gallego conoce bien, porque fue coprotagonista del bautizado como 23-F del PP, el frío que hace cuando las corrientes no son favorables. Pero el problema no es Feijóo. Él es el mismo que según los que hoy internamente le cuestionan había devuelto el ADN ganador al PP, el problema es la realidad virtual en la que se ha instalado Génova.

Primero fue ocultarle los avisos que llegaban de que las encuestas podrían estar sobredimensionadas. Aznar, que algo sabe del oficio, alertaba discretamente en público y abiertamente en privado de que los números no daban. Después, bendecir el primer pacto con Vox en la Comunidad Valenciana, pese a representar todo lo contrario de lo que Feijóo simbolizaba. El presidente de la Xunta nunca hubiera rubricado ese indigno documento que fue el principio del fin de su mejor baza electoral: la credibilidad. Frente a un Sánchez mutante, el candidato del PP era un tipo de fiar. Las alianzas con los de Abascal quebraron el discurso. Feijóo también podría dormir con la ultraderecha como Sánchez se encamó con Podemos.

Foto: La vicesecretaria general del PP de Política Social y Reto Demográfico y candidata al Congreso por la provincia de Ciudad Real, Carmen Fúnez. (EFE/Jesús Monroy)

Los votantes de centro empezaron a tener pesadillas y Feijóo sigue sin despertar del mal sueño de perder ganando. Urge que Feijóo sea Feijóo. Es inútil desgastarse en el empecinamiento de una fumata blanca del PNV. Los nacionalistas vascos son presos de las autonómicas del próximo año. El volantazo en favor del PP es una osadía que no se pueden permitir. Y no nos engañemos, ni engañen a Feijóo, las concesiones que podrían atraer a los vascos son incompatibles con Vox. Se ha visto en la constitución de la Mesa del Congreso. La ambigüedad de abrazar y repudiar a la ultraderecha en la misma frase no funciona. Los españoles no queremos más funambulistas. Ya tenemos uno y es nada más y nada menos que el presidente del Gobierno.

El líder del PP debe aprovechar estos días previos a su cita con el Rey para reflexionar y pensar que haría en su situación Feijóo. Quizás sea el momento de explorar opciones de país grande. Se da por hecho que la gran coalición es imposible, pero habría que empezar por dejar en evidencia que hay políticos que a diferencia de Sánchez no están dispuestos a que un prófugo acusado de corrupción decida el futuro de los españoles. Desde mi modesta ignorancia se me ocurren algunas ecuaciones diferentes al "bibloquismo".

"El apoyo a los dos grandes partidos ha crecido, la ultraderecha y la ultraizquierda han retrocedido y los independentistas han perdido adeptos"

¿Aceptaría el PSOE los votos del PP en una investidura en la que se firmase una reforma del código penal para revertir los cambios en los delitos de sedición y malversación? ¿Aceptaría un acuerdo de gobierno rotativo en el que dos años gobernase el PSOE y dos el PP? ¿Aceptaría que Sánchez no repitiese como presidente? ¿Aceptaría al menos sentarse a debatir sobre diez puntos en los que los partidos que representan a la inmensa mayoría de los españoles estén de acuerdo?

Mi admirado Ignacio Varela, que rebusca en las tripas de lo escrutado en las urnas, recordaba el otro día que el apoyo a los dos grandes partidos había crecido, que la ultraderecha y la ultraizquierda habían retrocedido y que los independentistas catalanes también habían perdido adeptos. Sánchez y Feijóo juntos representan a más del 60 por ciento de los españoles. Al primero no le importa, estoy segura de que al segundo sí. Señor Feijóo sea un político de Estado, no de partido. Escuche a quién escuchó siempre. Otros añoran las tardes de barco.

"Feijóo será un presidente de Estado, no de partido". La reflexión me la hacía un veterano del PP la tarde del 23-J. Nada hacia presagiar horas antes del escrutinio que el gallego no lograse una mayoría suficiente para ocupar La Moncloa. Un mes después en el partido el análisis sobre su líder es menos generoso. ¿Ha dejado Feijóo de ser un hombre de Estado? La respuesta es no.

Alberto Núñez Feijóo Partido Popular (PP) Pedro Sánchez PSOE
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