Maten al mensajero
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Los conspiradores del PP y el otro 23-F
Días antes de las gallegas hubo quienes preparaban un nuevo golpe en Génova. Ahora aplauden efusivamente a Feijóo con la misma intensidad con la que Sánchez reniega de Koldo
En el PP, la salida de Pablo Casado, de la que se acaban de cumplir dos años, se bautizó como "el otro 23-F". El calendario quiso que coincidiese con la efeméride del golpe de Tejero. En los días previos a las elecciones gallegas se estuvo también perpetrando un amago de revuelta. Cundió tanto en el partido el miedo a perder la Xunta que hubo quienes alimentaron dar un volantazo en el Comité Ejecutivo Nacional si no se revalidaba la mayoría absoluta. También era 23-F. Hubo incluso chats internos en los que se jaleó la necesidad de tomar la palabra y pedir a Feijóo un giro. Borradores de discursos, intrigas y búsqueda de un sustituto o sustituta para el gallego. La victoria incontestable de Alfonso Rueda abortó el plan. Alguno de los que abrazó efusivamente a Feijóo, que no alguna, estaba en la operación.
El conspirador A es de los que no pierde oportunidad de aplaudir al líder desde que el gallego aterrizó. Está en todas y cada una de las fotografías. Tan leal como lo fue con Casado. No aspira a ocupar un puesto que le viene grande pese a su complexión, pero ha cogido el vicio de intrigar. Quizás son las compañías. Alterna en lo político con el conspirador B que, sin futuro en el horizonte, busca recolocarse en una hipotética nueva etapa, más soñada que real. Es de esos candidatos a los que la suerte les sonríe, pero las urnas no. Resisten en el cargo porque nunca es el momento para encontrar a nadie mejor. Hace bueno eso de estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Es toda su aportación a las siglas. Se ha ganado la desconfianza de sus compañeros a pulso. Observen una vez más las imágenes. Hay codazos por no sentarse a su lado en las reuniones.
Ni el conspirador A ni el conspirador B reúnen cualidades para desbancar a Feijóo, pero han puesto sus esperanzas en Ayuso. Ella es una líder natural. Si se hubiese perdido Galicia inevitablemente las bases del PP, que no los dirigentes, habrían pedido un paso al frente. Ya se escucharon tras el resbalón de las generales los gritos de "¡Ayuso, Ayuso!" en la calle Génova. Está en la cantera, porque a diferencia de los intrigantes que le susurran, sí tiene opciones reales de ser la primera mujer candidata del PP a La Moncloa.
Galicia no falló a Feijóo, que leyó en clave de plebiscito sobre su persona el resultado. Tan vehementemente defienden sus asesores, que no asesoras, el éxito del líder nacional que dan la razón a aquellos, como los conspiradores A y B, que situaron el principio del fin del gallego en la cita autonómica. Al PP se le da bien la autodestrucción. Aún colea aquel off sobre la amnistía y Puigdemont, que de no ser por la incapacidad de hilar tan fino, parecía diseñado por los protagonistas de este artículo. Me siguen quedando dudas sobre cuál es la postura oficiosa en Cataluña.
La trama de A y B se antoja pueril ante el entramado de presiones para echar a Ábalos. Es el chivo expiatorio del caso Koldo. La X de las comisiones millonarias que unos desalmados cobraron aprovechando la pandemia. No lo dice la Justicia, lo ha decidido el PSOE. Ese en el que el ministro de Fomento era todo, incluido para Sánchez. El presidente quiere ser ejemplar sin seguir el ejemplo. El argumento es que Ábalos es el responsable de haber confiado en un tipo como el exportero de discoteca. Por extensión, Sánchez sería responsable de haberse fiado de Ábalos, cuyo pecado original, salvo que la investigación diga lo contrario, es compadrear con el amigo de Santos Cerdán. Si los socialistas dan por bueno que el número uno ha sido engañado por "el último aizkolari socialista", qué saben de Ábalos para no juzgarle con igual condescendencia. Que nos lo cuenten o callen para siempre como A y B.
En el PP, la salida de Pablo Casado, de la que se acaban de cumplir dos años, se bautizó como "el otro 23-F". El calendario quiso que coincidiese con la efeméride del golpe de Tejero. En los días previos a las elecciones gallegas se estuvo también perpetrando un amago de revuelta. Cundió tanto en el partido el miedo a perder la Xunta que hubo quienes alimentaron dar un volantazo en el Comité Ejecutivo Nacional si no se revalidaba la mayoría absoluta. También era 23-F. Hubo incluso chats internos en los que se jaleó la necesidad de tomar la palabra y pedir a Feijóo un giro. Borradores de discursos, intrigas y búsqueda de un sustituto o sustituta para el gallego. La victoria incontestable de Alfonso Rueda abortó el plan. Alguno de los que abrazó efusivamente a Feijóo, que no alguna, estaba en la operación.
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