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Miguel Sebastián mata al ornitorrinco
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Carlos Sánchez

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Miguel Sebastián mata al ornitorrinco

Escribir un libro no es ninguna novedad. Pero sí lo es hacerlo con un profundo sentido de la autocrítica. Eso es lo que hace Miguel Sebastián en 'La falsa bonanza', donde explica las causas de la crisis

Foto: Miguel Sebastián, ministro de Industria entre 2008 y 2011. (EFE)
Miguel Sebastián, ministro de Industria entre 2008 y 2011. (EFE)

Cuenta Miguel Sebastián que en una ocasión, durante un debate con Manuel Pizarro, el expresidente de Endesa le preguntó: “¿Miguel, por qué quieres matar al ornitorrinco?”. El ornitorrinco era, ni más ni menos, que una metáfora de las cajas de ahorros, una especie hoy prácticamente en vías de extinción.

Sebastián cuestionaba en aquel debate la esencia misma de las cajas, un producto financiero verdaderamente singular. Hasta el punto de que cualquier político o expolítico metido a banquero podía adquirir un banco tirando de chequera, pero un banco no podía entrar en su capital, simplemente porque eran una 'rara avis' desde el punto de vista mercantil. Pizarro, antiguo presidente de Ibercaja, reconoció aquel día que las cajas eran un “animal raro”, pero sostuvo que ello no justificaba su desaparición, al igual que ocurre con los tigres de Bengala o los osos polares, hoy amenazados con dejar el planeta.

La anécdota identifica uno de los problemas nucleares de la economía española que emergieron durante los años más duros de la recesión: la incapacidad para identificar los problemas aunque fueran criaturas extraordinarias perfectamente visibles. Y lo que refleja el último libro* de Miguel Sebastián es, precisamente, cómo el país se llenó de ornitorrincos sin que a nadie -o casi nadie- le sorprendiera verlos por las calles más transitadas, como si esta rara especie tuviera la misma anatomía que cualquier animal doméstico.

Sebastián reconoce que nadie advirtió a Zapatero de la importancia macroeconómica del imponente déficit por cuenta corriente de España

Escasa o nula atención, por ejemplo, se prestó a la ingente deuda externa que llegó a acumular España en los años de expansión. Tampoco parecía sorprender a las autoridades económicas -ni siquiera a los analistas más finos, que hoy sermonean sobre el rigor económico- que el Estado subvencionara a las empresas para endeudarse hasta pervertir el balance en aras de su internacionalización. O que España se convirtiera en el paraíso europeo del ladrillo sin que causara estupor alguno. O que la política de retribución de las energías renovables fuera tan descabellada que acabó arruinando a unos (los contribuyentes) y enriqueciendo a otros (los que cobraban las primas). O que los avances en productividad fueran escasos. O que la reforma laboral la hicieran los inmigrantes con contratos basura y bajos salarios.

Habrá quien piense, y con razón, que Miguel Sebastián, primero como director de la oficina económica de Zapatero y, posteriormente, como ministro de Industria, tuvo mucho que ver con aquellas burbujas que estaban delante de nuestras narices y nadie vio, pero en su favor hay que decir que pocos libros como el suyo muestran una autocrítica tan auténtica, lo cual no es moco de pavo en tiempos del 'y tú más'.

Eficiencia del mercado

Ahora bien, tampoco es un ajuste de cuentas con el pasado. Es, sobre todo, un libro de análisis económico útil para tiempos en que se desprecia la historia por pura ignorancia. Y lo que enseñan los acontecimientos (que otra cosa es la historia), según Sebastián, es que cuando se magnifica la eficiencia del mercado se olvida que existen ciclos económicos y, por lo tanto, crisis. Lo cual es todavía más evidente cuando tras la entrada en el euro se recibió dinero caliente hasta convertir España en el país con mayor volumen de reservas del mundo. Es curioso, dice el exministro de Zapatero, que cuando las cosas van mal, se suelen achacar los problemas a una ausencia de regulación, pero cuando las cosas van bien, se señala que esa regulación es excesiva y dificulta la expansión económica.

Sebastián, por ejemplo, recuerda que en un ocasión, como miembro del Gobierno, tuvo que viajar en 2009 a Nueva York -ya en plena recesión- para defender las bondades de la economía española. Y allí, en la Gran Manzana, habló entusiasmado de que la armada económica patria era invencible por tierra, mar y aire. Las empresas ofrecían todo tipo de servicios a medio planeta, incluso a aquellos de tecnología más avanzada, algo que haría palidecer a Google o Apple. No hace falta recordar cómo acabó tanto entusiasmo y furor empresarial (con un 26% de desempleo), y eso lo reconoce Sebastián: “Sí, se me fue la olla. Se nos fue la olla”, admite sin tapujos.

No es fácil encontrar este tipo de reconocimiento en la reciente literatura de memorias que ha poblado este país, donde los protagonistas tienden a justificarse hasta hacer el ridículo. Una vez son los partidos de oposición quienes tienen la culpa; otras, el BCE y su política monetaria tan expansiva, y en algunas ocasiones hasta el empedrado es el responsable de nuestras calamidades simplemente por estar allí, lo que explica que los libros de memorias suelan ser más un pliego de descargos que un verdadero análisis intelectual sobre lo que ha vivido el protagonista.

No es el caso del libro de Sebastián, quien bucea en las causas últimas de media docena de años en recesión. Justo lo contrario de lo que habitualmente se hace: identificar solo las consecuencias, lo cual es obviamente lo más sencillo por evidente.

El exministro de Industria realiza en 'La falsa bonanza', por el contrario, un trabajo forense, algo que se echa en falta en un país con una tendencia suicida a caer de forma recurrente en los mismos errores, que casi siempre tienen que ver con la creación de burbujas que tarde o temprano han acabado en devaluaciones de la peseta, el viejo instrumento de los gobiernos para sacar al país de la crisis.

Ese trabajo de economista forense es el que lleva a reconocer a Sebastián que nadie advirtió a Zapatero de la importancia macroeconómica del imponente déficit por cuenta corriente de España. O que era una locura el diseño institucional del euro. Solo Miguel Boyer -aunque se olvida del economista Martín Seco- llamó la atención en su día de que España se adentraba en un camino de tierras movedizas en las que necesariamente iba a ahogarse si no se hacían las cosas bien. De aquella borrachera vienen todos los males. O casi todos.

* Miguel Sebastián. 'La falsa bonanza'. Editorial Península, 2015.

Cuenta Miguel Sebastián que en una ocasión, durante un debate con Manuel Pizarro, el expresidente de Endesa le preguntó: “¿Miguel, por qué quieres matar al ornitorrinco?”. El ornitorrinco era, ni más ni menos, que una metáfora de las cajas de ahorros, una especie hoy prácticamente en vías de extinción.

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