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Casado contra Abascal, cisma en la derecha
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Rubén Amón

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Casado contra Abascal, cisma en la derecha

El líder del PP le organiza una moción al socio de VOX que abre las dudas de los pactos y favorece el éxtasis de Sánchez

Foto: Santiago Abascal. (Reuters)
Santiago Abascal. (Reuters)
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La aritmética parlamentaria sobrentiende un fracaso absoluto de Santiago Abascal. Nunca una moción de censura resultó tan catastrófica para el promotor en términos numéricos.

El Parlamento se ha puesto de acuerdo en aislar a Vox como si se tratara de una epidemia confinada y perimetrada. Ni siquiera Pablo Casado podía secundar una abstención después de haber asistido el miércoles a la pirotecnia temeraria, supersticiosa y oscurantista del líder ultraderechista.

Ha sufrido Abascal una derrota concluyente. O la habría sufrido si su objetivo no hubiera sido otro que representar el antagonismo absoluto a Pedro Sánchez. Por eso conviene hablar de una derrota triunfal. La fórmula es ambigua, pero también descriptiva del objetivo alcanzado. Abascal necesita la fortaleza de Sánchez para cultivar la suya. Y necesitaba la aversión explícita de Casado para demostrar a sus partidarios y hooligans que el PP permanece instalado en los complejos de la derechita cobarde.

El líder socialista siempre gana. Y debe agradecer a Abascal la lealtad con que custodia y radicaliza el antagonismo

Y se ha producido el cisma. La virulencia de Casado hacia Abascal ha sorprendido al macho alfa con la guardia baja. Esperaba (deseaba) una respuesta negativa, pero no la desmesura de una enmienda a la totalidad cuyos argumentos dejaban en ridículo la posterior intervención de Iglesias.

Fue la de Casado un intervención sólida, descriptiva de una derecha moderna y europeísta, pero también arriesgada en términos electorales. No solo porque la ruptura favorece el reinado de Sánchez, sino porque el viraje al centro y a la moderación implica un desafío a la polarización.

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Foto: EFE

Perdiendo como ha perdido Abascal, al mismo tiempo ha ganado. No la moción ni los galones de presidente, pero sí la bandera del antisanchismo inequívoco. Conseguirla ha requerido un ejercicio folclórico de casquería ideológica y de nacionalismo ultramontano, pero eran necesarios estos excesos para lograr que a Casado no se le ocurriera simpatizar con la iniciativa de la moción.

La virulencia de Casado hacia Abascal ha sorprendido al macho alfa con la guardia baja

Ni siquiera pronunciando el voto grisáceo de la abstención. Veremos hasta qué punto se deterioran a partir de ahora las relaciones orgánicas entre los verdes y los azules. Y hasta qué extremo se replantea incluso el futuro de los pactos autonómicos y municipales.

El PP del siglo XXI no puede asomarse al abismo sectario e ideológico de Vox, del mismo modo que Vox necesita establecer una división inequívoca entre las opciones de la derecha y de la derecha extrema. La moción de censura ha profundizado las diferencias, hasta el extremo de precipitar la euforia de Sánchez como gran beneficiario del cisma.

El líder socialista siempre gana. Y debe agradecer a Abascal la lealtad con que custodia y radicaliza el antagonismo. La ruptura de las derechas le garantiza la Moncloa a título vitalicio, más todavía cuando su cinismo y desfachatez le permiten acunar a las bestias del soberanismo.

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Foto: EFE

Se explica así el desasosiego de Casado y la impotencia que implica haberse atenido a un voto responsable y a un discurso valiente. El porvenir del PP en cuanto fuerza moderada, comunitaria y liberal -la idiosincrasia en que se ubica Ciudadanos- exige desprenderse de la ucronía franquista de Abascal, pero el rumbo sobrentiende la condena a la oposición. Y la ferocidad con que va a disputársela Santiago Matamoros. El duelo de este jueves ha sido el preámbulo.

Es verdad que Abascal no ha querido cuestionar los pactos con el PP. Y es cierto que ni Vox ni los populares van a regalarle los gobiernos a la izquierda, pero la moción de censura que Casado le ha organizado a Abascal predispone todas las incertidumbres.

Puede que Abascal haya interpretado mejor de cuanto creemos los humores de la sociedad y la manera de transmutarlos en votos

La gran pregunta que podemos hacernos consiste hasta dónde y hasta cuándo alcanzan las simpatías del populismo voxista. Cuánto empatiza Abascal con la sensibilidad de los votantes. Y qué porvenir tiene un proyecto político tan expuesto a la excentricidad y las vísceras. “La minoría radical”, así definía Casado este jueves el hábitat de su adversario. Vox pretende crecer a costa del PP. Y aspira a atraerse al votante antisanchista, cuya transversalidad sobrepasa la etiqueta de la extrema derecha.

Puede ocurrir que Le Pen gane la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas (no así la segunda). Y puede suceder que Abascal haya interpretado mejor de cuanto creemos los humores de la sociedad y la manera de transmutarlos en votos explorando las emociones.

La derrota de Abascal en el Parlamento es clara una victoria política. No esperaba ocupar el colchón de la Moncloa ni mandar a Iglesias al gulag, pero sí deseaba cebar la dieta proteica de Sánchez, romper amarras con el PP y asegurarse de que Vox se quedaría premeditada y completamente sola en la batalla del social-comunismo, como Abascal dice a lomos del caballo blanco.

La aritmética parlamentaria sobrentiende un fracaso absoluto de Santiago Abascal. Nunca una moción de censura resultó tan catastrófica para el promotor en términos numéricos.

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