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Rubén Amón

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Iglesias se inmola en Ayuso

Más megalómano que valiente, el líder de Podemos se postula como antagonista de la derecha, le hace el juego a la presidenta y abre una crisis con el PSOE

Foto: Pablo Iglesias. (EFE)
Pablo Iglesias. (EFE)
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Pablo Iglesias e Isabel Díaz Ayuso, ni comunismo ni libertad, nacieron el mismo día y el mismo año —17 de octubre de 1978—, pero la fecha que mejor va a simbolizar su destino común es el 4 de mayo de 2021. El día de unas elecciones autonómicas que parecen unas generales. Y que proporcionan una sobredosis de populismo difícil de asimilar, no digamos cuando vaya acercándose el desenlace del duelo.

Impresiona la decisión de Iglesias. Y resulta tan desconcertante que parecía inverosímil cuando trascendió al mediodía. No está claro siquiera que se trate de un acto de valentía o una expresión de megalomanía. Iglesias se propone echar a Ayuso —así lo ha dicho textualmente— y derrotar a la extrema derecha, ungido de una misión que lo convierte en héroe libertario.

Foto: Mónica García, portavoz de Más Madrid. (EFE)

Es una prueba de su mesianismo, pero también una demostración de la temeridad en que parece estar incurriendo. Su mejor resultado posible merodea la tercera plaza, aunque la operación también aspira al sorpaso de Gabilondo. Iglesias ha iniciado este lunes su cisma con Sánchez. Y ha aprovechado la excursión en Francia del presidente para organizar su estrategia redentora. Haciendo incluso nombramientos que no le competen y transformando el despacho vicepresidencial en púlpito electoralista.

Iglesias no parece demasiado consciente de su desprestigio ni de su decadencia política. Puede que el resultado de Podemos en Madrid sea mejor que con otro candidato —algunas encuestas pronosticaban menos del 5%—, pero la capacidad de movilización que el gran jefe pretende puede resultar un estímulo al votante… ayusista.

"Iglesias no parece muy consciente de su desprestigio ni de su decadencia política"

El lema indecoroso que ha elegido la presidenta —“Comunismo o libertad”— adquiere un valor premonitorio e instrumental. Y convierte a Iglesias en un antagonista perfecto. No porque la polarización convenga a los madrileños, sino porque redunda en el narcisismo de la propia Ayuso. ¿Es ella entonces la encarnación de la libertad?

Tan satisfecha estaba Ayuso con la decisión de Iglesias que ella misma se atribuyó preventivamente habernos liberado del pablismo. “España me debe una”, proclamaba en el fragor de las noticias insólitas. Y suscribía la eficacia visceral del planteamiento: que vienen los rojos.

Iglesias ha escogido el camino de la inmolación. El tictac que antaño representaba la llegada del nuevo orden expone ahora la percusión de una bomba de relojería. El 4 de mayo puede convertirse en la fecha de su defunción política. Y en el escarmiento a su providencialismo.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (i). (EFE)

El ensimismamiento de Iglesias explica incluso la operación nostalgia con que pretende reconstruir los lazos con Errejón. Reunificar a la izquierda combativa. Volvernos a prometer el cielo. Y buscar en las urnas una suerte de resurrección que se antoja vanidosa y presuntuosa.

Era Iglesias quien criticó a Illa por abandonar el Gobierno para disputar las elecciones catalanas. Y es Iglesias quien imita ahora un movimiento parecido, pero hormonado en una vocación superior: la derrota de la ultraderecha, la evacuación de los fachas de Madrid.

El planteamiento es premeditadamente hiperbólico, pero al mismo tiempo resulta inquietante la naturalidad con que el PP de Casado declara abiertamente su predisposición a los grandes pactos con Vox. ¿Qué fue de la ruptura con Abascal? ¿Dónde se ha quedado el discurso de la moderación y del centrismo?

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Foto: EFE.

Reaparece la dialéctica del bien contra el mal, la riña a garrotazos de la maldición goyesca. Y se propone un escenario político extremo que sorprende la escolástica de Gabilondo con el pie cambiado y que amenaza definitivamente la supervivencia de Ciudadanos.

No tiene sitio el partido naranja entre las paredes. Y no cabe mayor escarmiento al indecoroso gatillazo de Murcia que organizó Arrimadas. El botón nuclear de la moción levantina ha provocado una deflagración de toda la política nacional.

Es más, los amoríos del PSOE con Cs en Murcia y fuera de Murcia han estimulado la rebelión de Podemos. Iglesias ha marcado territorio. Y se ha propuesto derrotar en las urnas a los socialistas y a los populares. Porque es un teórico. Un idealista.

Sobrevalora sus cualidades. Y subestima las consecuencias internas de semejante rebelión. Madrid puede ser la tumba de Iglesias. Quizá por ello, la proclamación de Yolanda Díaz como nueva vicepresidenta del Gobierno sobreentiende la apertura del proceso sucesorio.

La política la inventaron los griegos. Ningún partido la entiende mejor que el PNV. Ningún líder la aprovecha más que Pedro Sánchez. Suceda lo que suceda, pase lo que pase, el presidente del Gobierno gana. Porque se ha quitado a Pablo de encima. Y porque el correctivo de Podemos el 4 de mayo puede convertirse en la esquela prematura del pablismo. ¿Qué fue de la nueva política?

Pablo Iglesias e Isabel Díaz Ayuso, ni comunismo ni libertad, nacieron el mismo día y el mismo año —17 de octubre de 1978—, pero la fecha que mejor va a simbolizar su destino común es el 4 de mayo de 2021. El día de unas elecciones autonómicas que parecen unas generales. Y que proporcionan una sobredosis de populismo difícil de asimilar, no digamos cuando vaya acercándose el desenlace del duelo.

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