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Rubén Amón

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¿Puede ser Ayuso presidenta del Gobierno?

La euforia del 4-M estimula la fantasía (o no) de un camino hacia la Moncloa, premonitorio de un duelo con Casado y expuesto a toda clase de obstáculos: desde el madrileñismo al antagonismo de Sánchez

Foto: Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso. (EFE)
Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso. (EFE)
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Impresiona la celeridad con que los costaleros de Pablo Casado y él mismo recuerdan la ventanilla en que debe reconocerse el hallazgo de Ayuso. Fue el presidente del PP quien la escogió y quien lo hizo discrepando del escepticismo y la incredulidad generales.

Necesitaba Casado una alternativa a las convenciones. Un relevo generacional. Una mujer. Una candidata descarada, genuina. Alguien que pudiera resultarle controlable. Y un perfil más o menos iconoclasta, aunque cuesta trabajo creer que el líder del PP fuera consciente de que estuviera diseñando su Pigmalión. El fenómeno Ayuso ha sido una sorpresa hasta para sí misma. Y ha engendrado unas energías que sobrepasan las técnicas políticas y los experimentos de laboratorio. No se puede crear o inventar una Ayuso, por mucho que se intente.

Foto: Ayuso en el cierre de campaña. (Reuters)

Ni es sencillo ahora ponerle límites, entre otras razones, porque la victoria arrolladora de Madrid ha predispuesto la expectativa de un cambio de ciclo. El balcón de Génova ha vuelto a abrirse cinco años después de los últimos festines marianistas. Y el colapso madrileño del PSOE sobrentiende una amenaza al sanchismo que Pablo Casado aspira a gestionar en primera persona, reivindicando para sí la victoria instrumental de Isabel Díaz Ayuso.

Se promete interesante el duelo entre ambos. Y se antoja verosímil que la presidenta de la comunidad reclame mayores ambiciones. La más evidente radica en el control del PP madrileño. La más atractiva —y puede que fantasiosa— consiste en el asedio a la Moncloa.

¿Puede ser Ayuso la sucesora de Sánchez? La pregunta resulta más oportunista que oportuna y más sensacionalista que verosímil, pero define en sí misma el protagonismo que ha adquirido la campeona del 4-M y el providencialismo que se ha arraigado entre los votantes propios y ajenos, más todavía cuando Ayuso se ha convertido en la gran líder nacional de la oposición y porque el propio Sánchez la identificó como tal contribuyendo temerariamente al proceso de gigantismo.

placeholder La presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)
La presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)

Tiene gracia que el PSOE —y sus medios afines— trate de convertir el 4-M en unas elecciones a la comunidad de vecinos, una cosa comarcal, y que al mismo tiempo convengan los líderes socialistas que el liderazgo de Casado está amenazado por su 'subalterna'.

¿Puede ser Ayuso entonces la sucesora de Sánchez en la Moncloa? El inventario de obstáculos relativiza el triunfalismo, pero no contradice del todo un desenlace feliz del vía crucis. Debe resultarle a Miguel Ángel Rodríguez, baluarte de Aznar, muy atractiva la idea de regresar a la Moncloa de la mano de la emperatriz castiza, aunque es muy probable que las próximas elecciones de Ayuso se disputen de nuevo en la Comunidad de Madrid. Quedan menos de dos años.

Foto: Isabel Díaz Ayuso, junto a Casado. (EFE)

I.- El primer obstáculo es el más evidente. Pablo Casado. Presidente del partido. Líder oficial de la oposición. Y aspirante orgánico al Gobierno de la nación. El control que ejerce en el PP y que asegura Teodoro García Egea limita las opciones de una alternativa. Casado y Ayuso se convienen en la euforia del 4-M, pero recelan entre sí. Y más pueden hacerlo en la medida en que vayan creciendo la ambición de la presidenta y los humores demoscópicos que la favorecen. El patrón de Génova y la madrina de Puerta del Sol no bailan agarrados el chotis. Ayuso le ha dado más aire a Casado del cariño que ha recibido del PP. Una relación asimétrica y expuesta a una tregua que parece demasiado precaria y que augura un pulso fascinante.

II.- El madrileñismo. Tanto se ha ensimismado Díaz Ayuso en Madrid y tanto se ha identificado con la capital, que resulta difícil observarla como un fenómeno de repercusión nacional. Les sucedía lo mismo a sus más reputados y afamados predecesores en el trono de la comunidad. Gallardón y Esperanza Aguirre eran muy madrileños, como lo fue Cristina Cifuentes antes de sobrevenirle las desgracias. Ya se ocupan los rapsodas del PSOE de restringir el ayusismo a una religión del foro, a una peculiaridad localista que no puede ni debe extrapolarse. Madrid no es España, se le objeta a la lideresa. Pero España sí es Madrid, responden sus costaleros. Y añaden que la reputación 'pop' de Ayuso trasciende los límites autonómicos. No hay más que reparar en las hagiografías que le dedican los grandes medios internacionales.

Los recelos entre Casado y Ayuso pueden trasladarse a las discrepancias entre la presidenta y los demás líderes territoriales

III.- Las baronías hostiles. Los recelos entre Casado y Ayuso pueden trasladarse a las discrepancias que intervienen la relación de la presidenta y los demás líderes territoriales, más todavía cuando la gestión de la pandemia ha opuesto el modelo 'libre' de Madrid a las severas restricciones que han prevalecido en Castilla y León, Andalucía y Galicia. Allí gobiernan Fernández Mañueco, Juanma Moreno y Núñez Feijóo, aunque el primero de ellos es el único de la terna que no figura en las quinielas sucesorias ni entre los candidatos verosímiles. Ayuso ha incomodado a los barones. No ya por haberse convertido en la estrella del partido, sino porque ha blanqueado la extrema derecha de Vox y ha normalizado las relaciones con Abascal después de haber sido proscrito por Casado en la difunta moción de censura. La paradoja del PP es que seguramente tiene mejor banquillo que líder, pero es el líder quien controla el proceso porque corresponde al presidente del PP el privilegio de presentarse a las generales.

IV.- Sánchez. Conviene no subestimar al inquilino de la Moncloa ni sus cualidades adaptativas. La candidatura de Ayuso a la Moncloa todavía es política ficción. Y la victoria mayúscula del 4-M no refleja la verdadera salud territorial del PP, sobre todo después de haberse extinguido en Euskadi y en Cataluña. El PSOE de Sánchez va a crecer a expensas de la escombrera de Unidas Podemos y sigue siendo el mejor interlocutor del nacionalismo, de tal manera que la aritmética de los equilibrios parlamentarios favorece la hegemonía de Sánchez. La zona cero del independentismo es un camino inaccesible para los populares, tanto como la pujanza de Vox representa un límite electoral, aunque el escarmiento de Madrid ha demostrado que los votantes de Cs migran masivamente a las siglas del PP, sin olvidar que la religión del antisanchismo explica incluso una migración de los socialistas que Ayuso ha sabido acaudalar y que abre el camino a la permeabilidad de los bloques.

Impresiona la celeridad con que los costaleros de Pablo Casado y él mismo recuerdan la ventanilla en que debe reconocerse el hallazgo de Ayuso. Fue el presidente del PP quien la escogió y quien lo hizo discrepando del escepticismo y la incredulidad generales.

Isabel Díaz Ayuso Pablo Casado