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2050: Ceuta es marroquí y Cataluña, independiente
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Rubén Amón

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2050: Ceuta es marroquí y Cataluña, independiente

Al presidente Sánchez se le atraganta la utopía futurista con la ferocidad de los problemas territoriales que se le han presentado en mayo de 2021

Foto: Pedro Sánchez, en Ceuta. (EFE)
Pedro Sánchez, en Ceuta. (EFE)
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Se le ha atragantado a Pedro Sánchez el ensimismamiento futurista y especulativo que suponía la agenda 2050. Se ha puesto a imaginar una España de ensueño y quizás a observarse a sí mismo como jefe de Gobierno vitalicio —tendría 78 años, la edad de Biden—, pero las urgencias de la actualidad precipitan un escenario distópico. Imaginamos al presidente Sánchez visitando en 2050 la república catalana. Y personándose diplomáticamente en el enclave marroquí de Ceuta.

No conviene jugar con el tiempo, ni siquiera como argumento disuasorio de la actualidad. El futuro es para Sánchez una escapatoria del presente, un recurso que le permite abstraerse de los problemas territoriales en que se haya envuelto. Y no es que puedan ubicarse Cataluña y Ceuta (y Melilla) en el mismo contexto, pero tanto una situación como la otra protagonizan crisis recurrentes y responden al mecanismo siniestro y progresivo de la escalada.

Por eso conviene preguntarse hasta dónde quieren llegar ERC y Junts en las ambiciones de su pacto soberanista. Y hasta dónde aspira a posicionarse el reino de Marruecos en sus operaciones de instigación y ocupación territoriales, valiéndose esta vez de las cualidades natatorias de los inmigrantes y de la vista gorda de los polis fronterizos. “Viva España, viva España, eh, eh”, coreaban los menores de edad —más de un millar— que alcanzaron la orilla y que celebraban preventivamente la experiencia de haber cruzado la puerta grande de Europa.

No cabe escena más desconcertante para la idiosincrasia xenófoba de Vox: centenares y centenares de adolescentes marroquíes exhibiendo la pasión por la bandera rojigualda. Y exponiendo una especie de 'Apocalipsis mena' al que Abascal ha querido poner remedio desplazándose en persona al territorio ceutí, con maneras de legionario laico y obscena vociferancia, exigiendo incluso la intervención inmediata de la armada (¿?).

Foto: Matteo Salvini y Santiago Abascal. (Twitter)

Se diría que la 'invasión del 17-M' sobrentiende el escenario perfecto para estimular el discurso patriotero y el miedo al extranjero invasor, más todavía cuando la campaña madrileña de Vox enfatizaba la sugestión y la aprensión al magrebí adolescente que asalta a los ancianos.

Y no puede negarse que se ha precipitado una aparente crisis migratoria en Ceuta y que han proliferado los desórdenes, pero los motivos no provienen de la miseria de los inmigrantes, sino de su ingenua involucración en la estrategia intimidatoria del Gobierno de Marruecos. Rabat ha sincronizado la operación. Ha controlado y distribuido los flujos. Ha dado la señal de invasión, tal como demuestran las imágenes de la valla, esperando acaso el sonido del silbato.

Se trata de escarmentar la temeridad con que las autoridades españolas han dispensado atenciones sanitarias a un líder del Frente Polisario. Brahim Gali se encuentra en un hospital de Logroño y observa en el televisor el éxodo masivo que Mohamed VI le ha organizado a Sánchez, precipitando el 'despliegue' de 6.000 personas en una ciudad que aloja a 85.000 vecinos.

Avergüenza la crueldad con que el régimen marroquí utiliza a los inmigrantes como carnaza geopolítica y desgracia humanitaria. E indigna la candidez con que el Gobierno español desvincula la marcha marítima de Ceuta del caso Gali. Ambas partes tratan de convencernos de que se trata de una crisis espontánea, pero ambas partes saben al mismo tiempo que se ha precipitado un desafío extremo y que Mohamed VI ha avanzado en sus expectativas territoriales.

Foto: Cientos de inmigrantes esperan en la playa de Fnideq para cruzar los espigones de Ceuta este martes. (EFE)

¿Cuántos inmigrantes sin papeles va a movilizar Marruecos en las próximas jornadas? ¿Dónde quiere conducir Rabat las presiones, qué contrapartidas inmediatas espera de España? ¿Es el grifo de la presión migratoria una nueva provocación coyuntural, o está Marruecos calibrando otras ambiciones? No hay precedentes de un éxodo parecido. Ni una prueba de estrés similar que haya puesto a prueba la vulnerabilidad y la exposición de Ceuta (y de Melilla), más allá de acreditarse la gravísima distorsión de las relaciones bilaterales. Se suspendió la cumbre de diciembre. Y se han repetido los episodios de beligerancia diplomática, tanto por el entusiasmo del exvicepresidente Iglesias hacia la soberanía del pueblo saharaui como por las relaciones privilegiadas de Madrid con Argelia, la bestia negra de la geopolítica marroquí.

La devolución en caliente de 3.270 inmigrantes y los 30 M con que Sánchez ha untado la satrapía marroquí reflejan un cierre en falso

La devolución en caliente de 3.270 inmigrantes y los 30 millones de euros con que Sánchez ha untado la satrapía marroquí reflejan un cierre en falso y voluntarista del conflicto. España se ha convertido en rehén de Marruecos. Mohamed VI se ha ocupado de recordarlo movilizando a su antojo a los parias ingenuos de un ejército desarmado y enormemente eficaz.

La crisis ceutí representa una casualidad espacio-temporal respecto al desafío territorial de Cataluña. Y no es que proceda amalgamar los ejemplos, pero sí tiene sentido describir los desafíos territoriales contemporáneos que han deslucido la utopía ibérica de 2050.

Resulta que Pedro Sánchez el visionario está 'secuestrado' por la actualidad. Y que sus expectativas de supervivencia requieren una relación temeraria y sumisa con los partidos que han urdido el acuerdo de gobierno en Cataluña. Necesita el apoyo de los socios soberanistas para recuperar la estabilidad de la legislatura. Y ya ha puesto en marcha el paquete de iniciativas terapéuticas, desde los indultos hasta la reforma del Código Penal en el ámbito de la sedición.

El problema de semejantes concesiones consiste en que el soberanismo responde a una dieta insaciable. Más se le da, más quiere y más aumenta la expectativa del autogobierno, de tal manera que estremece pensar cómo será el mapa de España y de Marruecos en 2050.

Se le ha atragantado a Pedro Sánchez el ensimismamiento futurista y especulativo que suponía la agenda 2050. Se ha puesto a imaginar una España de ensueño y quizás a observarse a sí mismo como jefe de Gobierno vitalicio —tendría 78 años, la edad de Biden—, pero las urgencias de la actualidad precipitan un escenario distópico. Imaginamos al presidente Sánchez visitando en 2050 la república catalana. Y personándose diplomáticamente en el enclave marroquí de Ceuta.

Pedro Sánchez Melilla Cataluña Rey Mohamed VI Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)
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