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Rubén Amón

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19-J: réquiem por Pedro Sánchez

La mayoría absoluta del PP remarca un vuelco sociológico que convierte a Juanma Moreno en la lanzadera de Feijóo a la Moncloa

Foto: Sánchez y Espadas, en el cierre de campaña. (EFE/Julio Muñoz)
Sánchez y Espadas, en el cierre de campaña. (EFE/Julio Muñoz)
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No puede disimular Pedro Sánchez la catástrofe del socialismo en las andaluzas. Ni el resultado apabullante del PP. Ni la estrategia fallida de haber convertido a los populares en los aliados orgánicos de Vox (y viceversa).

No podrá Sánchez ofrecer la cabeza de Juan Espadas como responsable del desastre. Ni concebir estos comicios como un pintoresco fenómeno regional. Ni sustraerse al cambio del ciclo que Juanma Moreno ha descarrilado en la política nacional, no ya percutiendo con la mayoría absoluta, sino habiendo devorado a Cs y atrayendo a muchos conversos del socialismo. Se ha producido un giro sociológico. Un quebranto irremediable, más aún considerando que la derecha le ha endosado a la izquierda una distancia de más de 20 puntos. Y que Andalucía representa la comunidad más grande, la más poblada y la más sensible históricamente a la rosa de Ferraz.

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La victoria mayúscula del 'hombre corriente' —ha ganado en todas las provincias— consolida el ciclo virtuoso de los populares tanto como predispone el recambio de Feijóo en la Moncloa. Moreno lanza el esprint del líder gallego. Y resuelve la gran amenaza que representaba el chantaje de Vox. No necesita Moreno el apoyo de la ultraderecha. Ni tiene sitio Macarena Olona como la reina madre de Andalucía.

Se antoja inevitable una crisis de Gobierno en Madrid. Y no porque Sánchez vaya a asumir en sus carnes el peor resultado del PS andaluz en su historia —en votos y en escaños—, sino porque la debacle del 19-J precipita un trauma político que el presidente del Gobierno pretende recomponer en las autonómicas y municipales del año próximo. Es el único placebo que le deja a disposición el desgarro del último domingo de la primavera.

Foto: La candidata de Vox, Macarena Olona. (EFE/Raúl Caro)
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No resulta concebible que Sánchez pueda renovar la legislatura de espaldas a Andalucía. Ni tan maltratado en Castilla y León. Ni tan degradado en Madrid. Los comicios autonómicos celebrados desde el 'ayusazo' en adelante se asemejan al engranaje de un podio de tortura, retuercen la agonía de Sánchez en una posición de extrema fragilidad.

Y puede seguir gobernando. Sus habilidades y su cinismo en la geometría parlamentaria le trasladan acaso la ilusión del poder y del control, pero el brillo de la legislatura equivale al reflejo de una estrella muerta. La España política de 2022 no se parece en nada a la que encumbró a Sánchez hace cuatro años. Y no solo por la degradación del socialismo en la tierra sagrada, sino por la defunción de Ciudadanos —un castigo desmesurado— y porque Vox se ha encontrado muy pronto con un escarmiento muy serio.

"Los comicios autonómicos celebrados desde el 'ayusazo' en adelante se asemejan al engranaje de un podio de tortura para Pedro Sánchez"

Y no porque haya retrocedido, sino porque las urnas han restregado a Olona y a Abascal una campaña ideológica delirante. Podría hablarse del 'macarenazo' en sentido negativo. O del efecto Georgia Melloni, artífice de un discurso oscurantista que desenmascaró el rostro reaccionario y friqui de Vox, más pendiente del catecismo y de la masturbación que de las emergencias laborales y de la congoja de la clase currante.

Fue en Andalucía donde Vox enseñó la sorpresa y los espolones hace casi cuatro años. Y es Andalucía el farolillo de una advertencia que remite a la negligencia de su líder máximo. Olona no ha sido una buena candidata porque ha jugado el papel de folclórica trasplantada y de marciana.

El caso dramático de Ciudadanos expone la degradación de la marca, la naturaleza precaria de un partido instrumental. Y no por falta de cualificación. Marín y su equipo han desempeñado un trabajo sensato que reconocen los andaluces en casi todos los sondeos, pero la ferocidad de las inercias y la provisionalidad del voto prestado han llevado al límite del desastre el pecado original de Albert Rivera y la gestión timorata de Inés Arrimadas.

Foto: Juanma Moreno. (Sergio Beleña)

Dirá Sánchez —y dirán sus escuderos— que el resultado de las elecciones andaluzas no se puede extrapolar al ámbito nacional. Que no se vota igual en unas generales que en unas autonómicas. Se trata de un recurso tan previsible como insustancial. Un pensamiento mágico. El PSOE no ha ganado ni en Dos Hermanas. La casa madre del socialismo andaluz. Y el escenario que eligió Sánchez para lanzar su carrera política.

Por eso tiene sentido aludir a su réquiem. Y demostrarle que Juanma Moreno le ha endosado una victoria 'a la socialista'. Por la elocuencia, rotundidad y transversalidad de aquellas mayorías ochenteras y noventeras.

No puede disimular Pedro Sánchez la catástrofe del socialismo en las andaluzas. Ni el resultado apabullante del PP. Ni la estrategia fallida de haber convertido a los populares en los aliados orgánicos de Vox (y viceversa).

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