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Bajan los precios, sube Sánchez
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Rubén Amón

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Bajan los precios, sube Sánchez

El presidente del Gobierno se aferra a la mejoría de las economías domésticas, a la oposición titubeante de Feijóo y al fervor de los jubilados y de los funcionarios, pero subestima el deterioro de su imagen y el rechazo que produce

Foto: Sánchez, en su visita a Soria. (EFE/Wifredo García Álvaro)
Sánchez, en su visita a Soria. (EFE/Wifredo García Álvaro)
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En tiempos de lechugas caducadas y de melones más o menos efímeros, Pedro Sánchez opone su naturaleza de género imperecedero. Como el azúcar, como la miel, como las conservas de larga duración. Y como todos aquellos productos cuya bajada de precios pueden servirle de coartada para remontar las inercias adversas y las encuestas negativas.

Si baja la inflación, Pedro Sánchez sube. No es un procedimiento científico, pero sí más académico que los sondeos que amaña Tezanos en las cocinas del CIS. Porque Tezanos no refleja lo que votan los españoles. Nos dice lo que tenemos que votar. E interviene a cuchillo en los humores electorales.

Foto: Una manifestación de pensionistas, en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Necesita Sánchez reanimarse. Y puede que lo consiga gracias a la eventual prosperidad de la economía. Podría inculcarles el presidente a los compatriotas la inconveniencia de alterar un proceso de recuperación. Y proclamar que la eficacia de las medidas sociales e intervencionistas puede resentirse del cambio de rumbo que implicaría la incertidumbre de Feijóo.

Es la razón por la que la inflación puede convertirse en un indicador tan económico como sociológico. El descenso de los precios equivaldría al incremento de las opciones de Sánchez en 2023, más todavía después de haber confortado a las dos categorías electorales que disputan las adhesiones del Partido Popular, o sea, los jubilados y los funcionarios.

Foto: Baja la factura de la luz. (Foto: iStock)

Sánchez aspira a convertirlos en la masa social de su victoria. Y a granjearse la simpatía ideológica de los militantes de izquierda y de los votantes que observan la mejoría de la economía doméstica. El invierno doloroso que se avecina representaría un estado de emergencia inequívoco y efímero al que sucedería la proliferación de los brotes verdes. La primavera del sanchismo sepultaría las angustias sociales y las contraindicaciones demoscópicas.

El enfoque estratégico consiste en demostrar que Sánchez resuelve los problemas extraordinarios y heterónomos que nos han castigado. No se le puede culpar de la catástrofe de la pandemia, pero sí procede reconocérsele la capacidad de habernos salvado de sus consecuencias. Fue el mensaje que trasladó en el mano a mano del Senado con Feijóo. Y será el ardid con el que aspira a 'probar' que el cataclismo de una guerra en Ucrania ha sido remediado por la clarividencia del patrón monclovense.

La estrategia consiste en demostrar que Sánchez resuelve los problemas extraordinarios y heterónomos que nos han castigado

El optimismo de Sánchez tanto se aferra a la oposición titubeante de Núñez Feijóo como a la restauración de la moral en los hogares. Por eso le convendría al presidente del PP conjurar los peligros de la creatividad pasiva. Sánchez no va a caer por su propio peso. Hay que esforzarse para derribarlo. Y no basta con reservar una plaza en el funeral desde la ventana.

La tentación de la oposición contemplativa proviene de la elocuencia de las inercias. No los sondeos, sino los resultados pésimos del PSOE en los comicios autonómicos de Madrid, Castilla y León y Andalucía. Casado era un líder mucho más endeble —y menos votable— que Feijóo. Y el desgaste del sanchismo consume las posibilidades reales de su propio creador.

Foto: Alberto Núñez Feijóo. (EFE/David Fernández)

Es aquí, acaso, donde merece localizarse el peligro más severo al que se enfrenta Sánchez. La simpatía, la antipatía. Y puede que no sea un criterio académico ni técnico, pero sí ilustrativo del hartazgo general. Sánchez se ha convertido en un sujeto político insoportable para muchos de sus compatriotas. Por eso los barones socialistas que se juegan el porvenir en las elecciones autonómicas necesitan diferenciarse, renegar del 'boss', eludir la presencia del propio Sánchez en los mítines, como si fuera un proscrito.

Y no hay estrategia de rehabilitación de la imagen posible. Cada vez que Sánchez se acerca al pueblo, comparecen las imposturas y el narcisismo. Cualquier esfuerzo de reanimación personal termina exponiendo los costurones de la propaganda y de la empatía forzada. O sea, que el gran rival de Sánchez es Sánchez mismo, hasta el extremo de que él mismo podría sopesar que la mejor manera de eludir la derrota consistiría en el atajo de no presentarse.

En tiempos de lechugas caducadas y de melones más o menos efímeros, Pedro Sánchez opone su naturaleza de género imperecedero. Como el azúcar, como la miel, como las conservas de larga duración. Y como todos aquellos productos cuya bajada de precios pueden servirle de coartada para remontar las inercias adversas y las encuestas negativas.

Alberto Núñez Feijóo Pedro Sánchez Partido Popular (PP)
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