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Si cuestionas a Begoña, estás con Milei
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Rubén Amón

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Si cuestionas a Begoña, estás con Milei

Sánchez amalgama las crisis internacionales, el reconocimiento de Palestina y el conflicto diplomático con Buenos Aires para sustraerse a una respuesta convincente y transparentes de los asuntos conyugales

Foto: Pedro Sánchez en la comparecencia en el Congreso. (Reuters/Violeta Santos Moura)
Pedro Sánchez en la comparecencia en el Congreso. (Reuters/Violeta Santos Moura)
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No se trataba de comparecer en el Congreso para hablarnos de los últimos consejos europeos, sino de inaugurar la campaña de las europeas con un mitin onanista cuyo gran objetivo consistía en desdibujar y relativizar la vigencia o el interés del caso Begoña Gómez. “Usted lo mezcla todo para no hablar de nada”, le objetó Feijóo en el turno de la réplica.

Reaccionaba el líder del PP al inventario de asuntos superiores con que Sánchez pretendió disolver o distraer los asuntos particulares. El fin del mundo. La guerra de Gaza. El reconocimiento de Palestina. El martirio ucraniano. Y la crisis política y diplomática que se ha declarado entre Sánchez y Javier Milei en la escalada de la testosterona.

Le ha convenido al macho alfa ibérico la verborrea del colega albiceleste porque las alusiones a la corrupción de Begoña Gómez deterioran la credibilidad del affaire. Milei incurre en una difamación que protege la causa de la presidenta consorte. Hubiera sido más sensato plantear las cosas donde están -el trato de favor, la falta de ética y de transparencia, la colisión de los intereses- pero la bajeza en que incurre el jefe de Estado argentino beneficia el expediente de Begoña Gómez, como si fuera ella misma una víctima de la ultraderecha y de la máquina del lodo internacional.

La nacional, empezando por El Confidencial mismo, habría urdido una trama siniestra para deteriorar la reputación de Sánchez con el recurso de la intoxicación y el infundio. Vino a decirlo con otras palabras el patrón monclovense, aunque la estrategia nuclear de su grandilocuente discurso consistió en subordinar el interés del asunto “doméstico”.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso. (EFE/J.J.Guillen)

El PP se lo había exigido -responder del caso Gómez- en el orden del día parlamentario. Y lo que hizo Sánchez fue hablar y hablar de otras cosas mucho más importantes. Más abría el foco -la irrupción de los totalitarismos, la amenaza de Putin- menos necesidad tenía de responsabilizarse del comportamiento anómalo en que hubiera incurrido su esposa.

Partiendo de una maniobra trilera y obscena que aspira disimular las eventuales fechorías o la necesidad de aclararlas: si cuestionas la mediación de Begoña Gómez en asuntos empresariales sensibles, formas parte del “fango ultraderechista”, te sitúas automáticamente en el bando de Milei y asumes como propias sus esperpénticas declaraciones del timonel argentino.

Se esforzó el PP en plantearle las legítimas inquietudes respecto a las cartas de recomendación que firmaba la esposísima. Y se encontró con la amalgama argumental de un presidente arrogante que se jactaba de su providencialismo al anunciar el reconocimiento de Palestina. Sucederá el 28 de mayo, secundando las posiciones de Noruega e Irlanda. Y sin otro consenso político del que supone el acuerdo del PSOE con Sumar.

Es llamativo que hayamos evacuado a la embajadora de Argentina por una polémica sobreactuada y que permanezca en su sitio el embajador de Israel, sobre todo cuando son muchos los ministros del Gobierno de Sánchez quienes atribuyen a Netanyahu la impunidad de un genocidio y cuando el propio jefe de Gobierno denunció este viernes el régimen del terror.

Es llamativo que hayamos evacuado a la embajadora de Argentina por una polémica sobreactuada y que permanezca el de Israel

La desproporción delata la instrumentalización de la crisis entre Madrid y Buenos Aires. Sánchez ha encontrado de nuevo en Vox la plataforma de su lanzamiento. Y con razón. No solo por la aberrante intervención de Milei, sino porque Abascal había convocado en Madrid a los jinetes del Apocalipsis, incluidos Meloni, Orban y Marine Le Pen.

Se le ponía a huevo a Sánchez la obligación de erigir el muro del bien contra el mal. De mixtificar las siglas del PP con las de Vox. Y de incentivar una campaña que aspira a conjugar la inercia de la victoria catalana con el combustible de la ultraderecha. Hace bien Sánchez en oponerse al abyecto modelo de sociedad que propugnan Abascal y sus padrinos europeos. Hace mal en subordinar al interés electoral sus responsabilidades de Estado con Argentina, por mucho que resulten inaceptables y propiciatorias de las declaraciones de Milei.

Las ha convertido Sánchez en la coartada de una reanimación política que encubre su precariedad. No ya por la venganza que puede urdir Puigdemont, sino porque el rechazo de la Cámara a la abolición de la prostitución -ocurrió este martes- describe la asfixia de la legislatura.

Impresiona que Sánchez iniciara su intervención aludiendo al propósito conciliatorio. Se comprometió él mismo a la mesura y a la prudencia, pero no hizo otra cosa que desmentirlas arreciando contra la oposición y contra los votantes que la representan. Se lo recordó Feijóo en un discurso que enmendaba el sanchismo en su totalidad y que le restregaba la degradación de la democracia, la aberración de la amnistía y la polarización de la sociedad, postulándose él mismo como el timonel que necesita la nación y como ganador preventivo de las europeas.

No se trataba de comparecer en el Congreso para hablarnos de los últimos consejos europeos, sino de inaugurar la campaña de las europeas con un mitin onanista cuyo gran objetivo consistía en desdibujar y relativizar la vigencia o el interés del caso Begoña Gómez. “Usted lo mezcla todo para no hablar de nada”, le objetó Feijóo en el turno de la réplica.

Pedro Sánchez
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