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La ultraderecha es el fracaso de Sánchez
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Rubén Amón

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La ultraderecha es el fracaso de Sánchez

El muro que anunció para contenerla se ha demostrado el mayor estímulo del radicalismo y de la división de la sociedad, aunque la estrategia ya no convence a sus votantes y abre expectativas al PP de Feijóo

Foto: Sánchez en Moncloa. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
Sánchez en Moncloa. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
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La promesa de levantar un muro para frenar el auge de la ultraderecha puede considerarse entre los mayores fracasos de la precaria legislatura sanchista. De hecho, la naturalidad con la que el presidente del Gobierno considera a Feijóo, Abascal y Alvise tres expresiones del mismo fenómeno político implica aceptar que la hidra de las ultraderechas congrega el 48,4% del espectro electoral, tomando como referencia el registro de las europeas.

Debería preocuparle a Sánchez el resultado de su estrategia defensiva y el grado de aversión que engendra el sanchismo, pero el cinismo que identifica la naturaleza del presidente le permite vanagloriarse de la pujanza de los fenómenos extremistas. Ya se ha ocupado de colocar a Alvise en el centro del debate. Y de instrumentalizarlo para alertar del peligro que supone cualquier alternativa política que no provenga del Gobierno socialista.

El muro defensivo se resquebraja porque Sánchez se ha convertido en el gran agente polarizador de la política y de la sociedad. La aberración de la amnistía y la sumisión a los acreedores soberanistas han precipitado un antagonismo en las urnas que estimula la reanimación de Vox y que predispone la irrupción de Alvise en cabeza (sin cabeza) del antisistema.

El líder de SALF (Se acabó la fiesta) representa en sí mismo un caso de matonismo, extorsión, populismo cutre y hedor arribista, pero también concentra —800.000 votos— la indignación contra la Moncloa y describe el radicalismo de la opinión pública en tiempos justicieros de Pedro Sánchez. Prevalece de nuevo su interés particular sobre la conveniencia de la nación. El folclore de Vox y la parodia ultra de Alvise beneficia el discurso del ogro ultraderechista, aunque sea Pedro Sánchez quien mejor alimenta a la bestia y quien más ha trabajado en la división sistemática de los compatriotas.

Es absurdo colocar a Feijóo al nivel de Alvise y Abascal, pero el patrón monclovense necesita estimular la dimensión terrorífica de la oposición

De acuerdo con el criterio del líder socialista, la ultraderecha identifica a la mitad de la población. Resulta absurdo colocar a Feijóo en el mismo juego de matrioshkas de Alvise y Abascal, pero el patrón monclovense necesita estimular la dimensión terrorífica de la oposición. Más grande y feroz es el dragón, más se postula él mismo como epígono de San Jorge.

El problema del ardid se localiza en la escasa credibilidad del héroe y en todas las grietas de su planteamiento castigador. De tanto fijarse en la ultraderecha, el presidente del Gobierno parece haber subestimado el fenómeno evolutivo de los votantes del PP. No ya porque Núñez Feijóo ha congregado a los huérfanos de Ciudadanos, sino porque se ha revelado una fuga de simpatizantes socialdemócratas partidarios de votar excepcionalmente a los populares.

Los de Sumar viajan al PSOE, los centristas apuntan al PP, los peperos hastiados regresan a Vox y los hooligans se encomiendan a Alvise

Las elecciones europeas han roto el tabú. Y definen un viraje hacia el "conservadurismo" que se define en todo el espectro político. Los militantes de Sumar viajan al PSOE, los centristas apuntan al PP, los peperos más hastiados regresan a Vox y los hooligans del antisistema reniegan de Abascal para encomendarse al delirio de Alvise.

Podría objetarse que las elecciones europeas no pueden interpretarse en clave doméstica… si no fuera por la dimensión nacional de la campaña y porque Sánchez y Feijóo convinieron resolverlas en un duelo.

El presidente del Gobierno se niega a aceptar el resultado. Y encuentra en el fantasma excéntrico de Alvise la prueba que mejor justifica la importancia y la urgencia del muro. Habrá que reprocharle a Sánchez haberlo levantado no para frenar la ultraderecha, sino para estimularla y para socavar la conveniencia de la sociedad. Sánchez es el presidente de algunos españoles, pero, sobre todo, gobierna para sí mismo.

La promesa de levantar un muro para frenar el auge de la ultraderecha puede considerarse entre los mayores fracasos de la precaria legislatura sanchista. De hecho, la naturalidad con la que el presidente del Gobierno considera a Feijóo, Abascal y Alvise tres expresiones del mismo fenómeno político implica aceptar que la hidra de las ultraderechas congrega el 48,4% del espectro electoral, tomando como referencia el registro de las europeas.

Pedro Sánchez Extrema derecha
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